Y estos programas detectaban coincidencias de textos (supongo que comparando con datos que se encuentran por internet) y parece ser que dió (el Turnitin) un 13% de coincidencias. También parece ser que, por encima del 15, o 20% de coincidencias, se considera ‘plagio’.
Pero hoy no voy a hablar del presidente del gobierno… sino de los códigos genéticos.
Leo que mi código genético, mi ADN, es un libro de unas 662.000 páginas. Y si aplicásemos el Turnitin a ese libro, y lo comparásemos con el ‘libro’ de cualquier otro ciudadano del mundo, el programa nos diría que somos un plagio total, porque encontraría 661.500 páginas exactamente iguales, y solo 500 diferentes. O sea, que solo me distingo, de un rubio sueco, o de un chino, un indú, o de un indígena yanomami, en un 0,076% o, lo que es lo mismo, somos exactamente iguales en el 99,924% de nuestra entidad.
Pero es que vamos a profundizar más: encontré, buceando por el Google, una imagen, un cuadro titulado ‘Similarity of human genes to other animals and plants’ que me produjo una gran inquietud. Porque, vale, ya se que con los gorilas, o los chimpancés, compartimos más del 90% de nuestro ADN (algunos lo elevan al 97%) pero es que compartimos…
- un 90% con los gatos. Y con los cerdos
- un 88% con los ratones
- un 85% con las vacas
- un 84% con los perros
- un 73% con el pez cebra (‘Danio rerio’), que es un ciprínido emparentado con las carpas y los barbos.
- un 69% con el ornitorrinco
- un 65% con los pollos (curioso, esto avala la teoría de que sus ancestros fueron los dinosaurios. O, a lo mejor, es una de las razones de la aversión a las gallinas, y a las aves vivas, en general, que tiene mucha gente)
- ¡Un 60% con un plátano…!
- Un 47% con la mosca de la fruta (‘Drosophila melanogaster’), que, por cierto, se emplea mucho en los laboratorios de investigación sobre el cancer.
- un 44% con la abeja melífera
- un 38% con la lombriz intestinal
- un 24% con la uva de vino (no, si algo raro tiene el vino… cuando tienen que bendecirlo...)
- un 18%, con la levadura del pan
O, lo que me parece más inquietante: una entidad extraterrestre, que nos analizase… metería, probablemente, en el mismo saco, al ser humano, a los monos, los gatos, los cerdos, los ratones, las vacas, los perros, algún pez… y hasta al ornitorrinco Jeremías.
Luego, a lo mejor, se lo pensaría con los pollos y los plátanos (caramba, es de lo que más nos alimentamos, al menos somos poco ‘antropófagos’). Y con las laboriosas abejas (otro caramba... ¿no apreciamos el que sean una ‘especie social’, como la humana?). Y se podrían quedar fuera (vale, estamos de acuerdo...) la lombriz intestinal y las levaduras.
Lo que me lleva a pensamientos finales aún más inquietantes:
El primero, lo de ‘la insoportable levedad del ser humano’, aunque no en los aspectos que imprimía el checo Milan Kundera (a quien, por supuesto, no he leido, y del que solo tomo prestado el título) sino en algo mucho más singular, y profundo: en que ‘no somos nada especial’.
El segundo, lo ya dicho: que el hecho de estar, aparentemente, muchos entes tan distintos en el mismo saco (o cortados por el mismo patrón), hace pensar que algo o alguien nos corta.
Y el tercero, por no seguir… que qué puede haber detrás de este especie de ‘Lego’ que crea tantas cosas con relativamente pocas piezas… porque, después de todo, el ADN no es más que (lo miro en la Wiki… “un polímero de nucleótidos. Cada nucleótido, a su vez, está formado por un glúcido (la desoxirribosa), una base nitrogenada que puede ser Adenina, Timina, Citosina o Guanina (son las famosas letras ATCG de los códigos genéticos) y un grupo fosfato (derivado del ácido fosfórico)” ¿La fuente de la vida?
Bueno, el fondo de la cuestión es que todos somos ‘piezas de algo’, y dicen los sabios que las coincidencias se deben a que todos los seres ‘terráqueos’ compartimos la química del agua, y la de los ácidos nucleicos y las proteinas. Y que el hecho de tener tantas (coincidencias) se explica porque las funciones esenciales del metabolismo y del funcionamiento de la vida son las mismas. Y las diferencias, por el hecho evolutivo.
¡La madre que nos parió, qué cosas… a mi que me explicaban, de crío, que el hombre era el rey de la creación, y que somos únicos, y especiales, y etc, etc..., y etc...!
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