Las tres operaciones básicas de la Sección de Elaboración son las de MOLDEAR (conformar) las piezas, en sus máquinas específicas, a partir de la pasta y los moldes suministrados, PREPARAR Y COLOCAR ASAS Y REMATES, si lo exigiera la pieza y finalmente dar un ACABADO fino a la pasta modelada, a base de esponjar la superficie y bordes de las piezas.
Y para mejor organizar el trabajo de la Sección, en San Claudio la teníamos dividida en los siguientes Talleres…
Taller de PLANO, para la producción de platos, platillos, fuentes redondas, etc.
Taller de HUECO PEQUEÑO (tazas, cuencos, tarritos, y similar)
Taller de HUECO GRANDE (soperas, ensaladeras, maceteros…)
Taller de FUENTES Y PRENSAS, para las fuentes ‘no circulares’ y otras piezas planas ‘no de revolución’
Taller de COLAJE, dedicado a la fabricación de piezas complejas, como cafeteras, jarritas y, en general, todas aquellas piezas que no son planas, ni de revolución.
El moldeo se hace, mayormente, a máquina. Una máquina de moldear piezas consta, casi generalmente, de…
Un aprovisionamiento de plastrones y dosificación de la pasta
Un tren, o carrusel, de moldes
Un elemento que haga girar el molde que se encuentre ‘en trabajo’
Un rulo, o terraja, que lamine la pasta contra en molde, y la conforme
Un secadero, para pasar la pieza así conformada (con 18% de humedad) a una consistencia (12% de humedad, o menos) que permita el desmoldeo y posterior manipulación
Todas las máquinas siguen, básicamente, este esquema, diferenciándose solo por su especialización (y consecuente velocidad de trabajo). Así, hay máquinas de platos y platillos (que, en fábricas con producciones muy seriadas, pueden ser espectacularmente grandes), de tazas, de tazones, de fuentes, de soperas... La forma tradicional de fabricar los platos y las tazas se ve en en siguiente esquema...
La colocación de asas y remates es, prácticamente, manual, así como el acabado con esponja (a excepción de los platos sencillos (lisos, sin que el molde les genere ondas o labrados), permitan usar máquinas especializadas).
Merece mención especial el TALLER DE COLAJE. En este taller se realizan, como se indicó, las piezas complejas, o las que no son de revolución, ni planas (que se podrían hacer en Prensas), por lo que requieren moldes complejos, formados por varias elementos de escayola, que encajan entre si, de manera que, desmontándolos, se permita desmoldear la pieza conformada. Y, como dije anteriormente, es donde se produce esa especie de ‘milagro de San Genaro’
Si, porque la pasta, aquí, no se usa en ‘plastones’ sino fluidificada, y esta fluidificación se realiza por la simple adición de unas pequeñas cantidades de ‘polvos mágicos’. Son los defloculantes cerámicos (por ejemplo, el silicato de sodio, o el carbonato de sodio o de bario). La palabra ‘deflocular’ no está en el diccionario, pero viene a ser una licuación bajo mínima cantidad de agua (menos del 30%), basada en la anulación (temporal) de los enlaces iónicos (en el fondo, eléctricos) entre las moléculas de la arcilla. Hay que hacerlo cuidadosamente, claro. Así se obtiene lo que se llama la ‘barbotina’, un fluido muy espeso que se debe verter muy cuidadosamente (para evitar el ‘golpe de colaje’) en el interior de los moldes.
(Y una de las propiedades curiosas de la barbotina es que, de un día para otro, se suele gelificar… y se licúa otra vez agitándola vigorosamente)
Bien, el caso es que esta barbotina va perdiendo agua a través de la escayola, y se va creando una capa sólida en las paredes del molde. Cuando esta capa tiene es espesor adecuado (aproximadamente a los 30 minutos) se elimina el excedente de barbotina y se deja que continúe el secado (de 1 a 2 horas más, según piezas), hasta que alcance una consistencia que permita desmoldear. Y, a partir de aquí, los procesos de eventual colocación de adornos, o remates (que, para cualquier taller, hay que prepararlos generalmente ‘a colaje’) y de esponjado, son similares.
Finalmente, las piezas ya elaboradas (‘en crudo’), antes de pasar al horno de bizcochar, suelen sufrir un control de calidad, cuya misión es detectar defectos de acabado, devolviendo las piezas para su corrección, o destruyéndolas, si el defecto es recuperable (como están ‘en crudo’ sus restos vuelven al taller de preparación de pasta)
La importancia del acabado era, en nuestra política de calidad, de máxima importancia, tanto que dedicábamos más de un tercio del personal de la Sección de Elaboración al trabajo de ‘esponjar’ (acabado superficial con esponja y agua, en una pieza que, aún no pasado por el fuego, no deja de solo ‘barro seco’. Nuestro protocolo de calidad comenzaba así ’Todo defecto de acabado en crudo será rechazado, para su posible recuperación’… con gran cabreo del Jefe de Fabricación.
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