jueves, 4 de junio de 2020

Tengo hora en la pelu...

Pudiera ser que el famoso ‘cogonavigus’ nos deje, como legado, un cambio de costumbres. Por ejemplo, lo dicho: que hoy tengo hora en la pelu. Aunque un amigo mío ya me ha jurado que no se va a cortar el pelo hasta que no funcione lo de siempre, el clásico asomarse y preguntar ‘¿tengo muchos por delante?’ y, normalmente, sentarse a esperar leyendo el Marca.

Pero el caso en que, con el confinamiento, a todos los hombres nos ha crecido el pelo (donde antes había, claro...), a todos nos han hecho algún apaño en casa (‘burro mal trasquilao, en una semana igualao’)... y, con la paulatina atenuación de las medidas restrictivas, ya podemos ponernos en manos de un profesional. Solo que ahora reciben a sus clientes de uno en uno, y con cita previa.
Así que puede llegar a ser habitual oir decir a un hombre que no puede quedar con sus amigos, porque 'tiene hora en la pelu'.

Otra novedad es lo del fútbol. Menuda ridiculez es eso de jugar sin público los partidos de liga que quedan, la Copa del Rey, etc. Caramba, la gente ya puede ir a la playa, a las grandes superficies... y solo sería cuestión, en extremo, de limitar el aforo y controlar un poco los accesos ¿no?. Ya se empieza a pensar en el lío que puede haber porque, como no hay noticias de dar los partidos, por la tele, en abierto, los bares parece ser que están admitiendo reservas (no se si con ‘señal’ por adelantado) para taburete de barra, o para mesa, para la hora en que transmitan por TV los partidos del equipo local, del Madrid, del Barça...

Y una tercera novedad es lo de las mascarillas. Incluso se dice que (al fin…) se va a obligar su uso en espacios públicos, que es lo que tendrían que haber hecho desde el principio. Pero la gente es reacia a ello, tanto es así que, en mi pueblo, en Llanes, previendo la aglomeración veraniega, el Alcalde ha emitido un Bando exigiendo que se lleve mascarilla en la calle. Pero está siendo criticado, por aquello de que una orden municipal no puede estar por encima de un decreto nacional, y lo cierto es que la Ley solo ‘recomienda su uso cuando no se puede mantener una distancia social de 2 metros’.

Aunque quizás el Gobierno también cambie esa Ley, obligando a usarlas. Pero a ver cómo lo redactan, porque una cosa es obligar llevar mascarilla en los espacios públicos (la puedes llevar en la mano), otra obligar a llevarla puesta (la puedes llevar puesta... colgada de una oreja),  y otra el obligar a llevarla... adecuadamente posicionada.

Por cierto, varias cositas: una, sobre esta distancia social, a ver si nos ponemos de acuerdo, aquí son 2 metros, pero en otros paises europeos es otra (al parecer, 1 metro en Francia, 1,5 en Alemania…).
He oido una teoría, al respecto, con la que estoy muy de acuerdo: que aquí es muy normal la 'querencia' a la dictadura, o a la tiranía, y a confundir el ‘mando’ con la ‘dominación’, por lo que 'al que manda' le gusta mucho eso de apretar las clavijas para ver cómo la gente ‘pasa por el aro’. Creo en esta teoría, que incluso llegué a tocar cuando, en una entrada del mes de abril, hablaba de los 'dictadorzuelos'.

Como también parece claro que muchos españoles tienen, en el fondo de su alma, un atavismo de estricto inquisidor… que ahora, con el miedo al coronavirus, en muchos ha aflorado, y se dedican a criticar, incluso a denunciar, a vecinos.

Y la otra cosita, finalmente, es mundo de las mascarillas. Como digo, me parece muy bien que se obligue a usarlas, que todavía se ve mucho insolidario, sobre todo en la juventud.

Se ven mascarillas de tres tipos: las buenas son las FPP2, o KN95 (más conocidas como las de 'pico de pato', o, últimamente, de 'pico de frailecillo'), que protegen a los demás, de tus ‘efluvios’, y te protegen a tí, en un alto porcentaje, de los ‘efluvios’ de otros. Tienen una variante insolidaria: las que tienen válvula, que facilita una mejor respiración, porque éstas, al parecer, te protegen a ti de los demás… pero, por la puñetera válvula de escape, tú puedes contaminar a los otros.

Y los otros dos tipos son las típicas mascarillas quirúrgicas, de un elegante 'azul quirófano', de las que se ven muchas, y las mascarillas higiénicas, que empiezan a verse ‘de diseño’, o conjuntadas con el pañuelo, o vestido, con motivos infantiles, para los niños… Vamos, que entramos en el mundo del presumir por vestir bien.

Pero la cuestión de fondo es que todas éstas, vale, protegen a los demás de tus potenciales virus… lo cual es muy bueno, y sería suficiente, si todo el mundo las llevase… pero tienen un filtraje mínimo respecto a los virus que te pueden transmitir, exhalando en tu proximidad, los demás.

Hasta el punto de que yo, cuando llevo alguna 'quirúrgica' (son más cómodas, para dar largos paseos) si eventualmente me cruzo con alguien que no lleva nada, a veces me la quito, a ver si entienden la indirecta de que, si esa/esas personas no tienen la actitud solidaria de proteger a los demás… tampoco tenemos por qué tenerla los demás, protegiéndoles a ellos con nuestras mascarillas. ¿O no…?

Acabo: dicen que estas costumbres (o como la de llevar, también, un pequeño spray desinfectante, en el bolsillo, para echártelo en la mano, o en el dedo, cuando tocas (por ejemplo) la barandilla de una escalera, el teclado del cajero, un botón del ascensor, etc.) vienen para quedarse una temporada larga, y que, como el respeto de mantener una cierta distancia social, nos va a condicionar.

Otras van desapareciendo, cada vez desinfectamos menos (al menos yo) las compras que hacemos, de la puerta de mi casa ya ha desaparecido una bandeja con una disolución de lejía, para limpiar las suelas de los zapatos… porque, en el fondo, parece ser que las posibilidades de contagio con el ‘cogonavigus’ son menos intensas que las iniciales, cuando era un ‘acojonavirus’.
O, como siempre, nos vamos quitando el miedo cerval, que posiblemente era exagerado, y relajándonos.

Yo, desde luego, mantengo la teoría de que no haciendo el tonto, actuando siempre con sentido común, siendo precavido y no frecuentando los sitios potencialmente peligrosos, y manteniendo una actitud solidaria con el prójimo… es suficiente para tener bajo control la transmisión del virus. Vamos, que pasa como con los virus informáticos, de los que siempre se ha dicho que el mejor antivirus es… el propio usuario.

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