sábado, 23 de mayo de 2020

Pacta sunt servanda

Es decir, en cristiano, ‘lo pactado obliga’ que es latinajo de rancio abolengo, principio básico del derecho civil, e incluso del internacional, según se explica incluso en la Wikipedia. Y la frase viene a cuento porque, sin encomendarse ni a dios, ni al diablo, este gobierno que nos han traido (no se si el primero, o el segundo…), acaba de firmar un pacto para derogar ‘inmediata, e íntegramente’, la actual Ley de la Reforma Laboral.
Y así se lo exigen, perentoriamente, las otras partes contratantes.

El problema es saber que quienes firmaron ese pacto 'con nocturnidad y alevosía' fueron ‘de lo más selecto de la clase política’: la analfabeta Adriana Lastra, por el PSOE que, medrando desde las juventudes socialistas, nunca debió trabajar, y por no tener no tiene ni título de bachiller (lengua viperina... eso si), el menguado y amargado Pablo ‘Dominga’ Echenique, famoso por ser más retorcido por dentro que por fuera, maestro de la desestabilización revolucionaria a través del bulo interesado, y una tal ‘Merxte’ Aizpurua, ‘neska’ de Usúrbil, una pura raza baskona, corte de pelo ‘a hacha’ incluido, como portavoz de Bildu.

Claro, firmar este pacto, que es un evidente paso a atrás para la creación de puestos de trabajo (incluso, gracias a él, existen los ERTEs (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), con obligación de retorno al puesto, en la tesitura económica actual, ha levantado una enorme polvareda, los políticos 'normales' claman al cielo, la patronal CEOE ha roto todas sus relaciones con el gobierno, incluso los sindicatos, que han quedado descolocados al no haberse contado ni con ellos, callan como muertos, no atreviéndose (oficialmente) a 'gurgutir'. Tal 'movida' hay que el gobierno se ha visto obligado, ahora, a tratar de 'vender’ la idea de que es un error, que se ha rectificado, que si, incluso, la Lastra no sabía lo que hacía…

… pero los otros ‘abajofirmantes’ han dejado muy clarito (‘cristalino’, en boca de Pablo Iglesias) que ‘pacta sunt servanda’ y, por más que diga ahora el gobierno, ‘lo escrito, escrito queda’, y nadie, verdaderamente, ha puesto 'negro sobre blanco', en otro documento posterior, firmado, nada que derogue o suavice las  condiciones de ese pacto.

Así que este maldito gobierno no solo nos marea con su ‘estado de alarma’ sino que, en consonancia con su probada inexperiencia, o frivolidad, ha firmado, a espaldas de todo el mundo, un pacto de estado con dos socios que, claramente, tienen como objetivo, y cada uno a su manera, destruir España.

Un pacto con el diablo, vamos. Que nos va a conducir, bien vía ejecución de lo pactado (por sus consecuencias), o bien vía su desestimación (porque, a estas alturas a nadie le importaría, ni asustaría, que Pedro Sánchez mienta, o engañe, una vez más) a grandes movimientos desestabilizadores, unos por sus consecuencias dentro de la crisis económica, y otros por las algaradas revolucionarias que se prevén, si ahora el gobierno se lo salta.

Y lo malo es que, cuando se presente Mefistófeles a cobrar su prenda… la prenda no la van a pagar estos ‘infaustos’ políticos que nos han metido en el lío… sino, como siempre, los españolitos de a pie.

Y acabaré esta entrada con un curioso (por lo cultural) bulo que está circulando por las Redes Sociales, y que acabo de recibir, que atribuye a José Espronceda un largo verso que se inicia con un… “Oigo, patria, tu aflicción, y no entiendo por qué callas, viendo a traidores canallas despedazar la nación”…,

...cuando son una parodia (ahora diríamos 'un meme’) del poema ‘Oda al Dos de Mayo’, de su coetáneo Bernardo López García (“Oigo, patria, tu aflicción y escucho el triste concierto que forman, tocando a muerto, la campana y el cañón”…) … y que además no es de Espronceda, en realidad fue pergeñada hace unos años por el ingeniero, y escritor, Luis Molinos (y que tituló, reconociendo la parodia, ‘Oda al Uno de Octubre’), haciendo referencia al ‘referendum’ catalán de 2017.

Pero, independientemente de la autoría... ‘procede’. Como también es procedente rematar con el comienzo de un (este, genuino) soneto del gran Francisco de Quevedo…
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

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