jueves, 11 de abril de 2024

Cualquiera tiempo pasado...

D

icen que fue mejor. Bueno, dejémoslo en ‘casi siempre’. La cuestión es que, en este ‘impasse’ mental/intelectual que tengo actualmente, hasta que empecemos a ver las resultados de las elecciones vascas, catalanas y europeas de esta primavera, estaba yo pensando sobre qué escribir, me acordé de una vieja promesa... y he pensado que este puede ser un estupendo momento para ponerme a ello, y recrearla.


Aunque aclaro que lo de que no sabía sobre qué escribir se debe a que me da mucha pereza meterme con el tema de la mujer del Presidente del Gobierno español, y sus turbios negocios ‘públicos’ (públicos porque es tan tonta (o son, tanto él como ella, tan ‘narcisistas’) que va dejando huellas por todas partes.

Si hombre, me refiero a la sin par Begoña Gómez ('bego.fundraiser@gmail.com' que, si lo traducimos al español... sería algo así como ‘bego.conseguidoradefondos@gmailcom’… que manda huevos...) y sus asociados (en la intermediación (ante el ‘Jefe’) para la adjudicación y reparto de dineros públicos) Koldo, Aldama, Barrabés... que me parece a mi que ésto debería acabar, como en el Nuevo Testamento, con aquello de... A ver... ¿A quien queréis indultar, a la Bego o a Barrabés…?.
Pues eso.

Pero venga, al asunto de hoy... que hablaba yo de una vieja promesa, y es la de describir algunos juegos infantiles que practicábamos en mi querido Llanes a principio de los 50 del siglo pasado (o sea, hace más de 70 años). Y, en aquellos viejos cuadernos de hule donde escribía yo ‘mis diarios’, como recordaba aquí, decía, por ejemplo…

«…La farola, y casi debería escribirlo con mayúsculas, era un único poste de luz situado en el centro de ‘La Plaza’, con su pedestal y todo. Allí nos reuníamos, era el centro de operaciones de las pandillas que retozábamos por aquel barrio. Y allí nos dedicábamos, en las tardes de invierno, a fabricarnos estridentes silbatos de hueso de melocotón o ciruela, a base de friccionarlos en el pedestal de la mencionada farola, previa demarcación de la zona de frotamiento por un certero escupitajo. Una vez llegada a la amarga semilla, se extraía con mucho cuidado, por considerarla extremadamente venenosa (corriéndose, incluso, terribles historias al respecto). Y, colocado el hueso así manipulado a la altura del labio inferior, estaba presto a emitir estridentes pitidos que hurtaban el apacible silencio de la sosegada villa.»

«...Nuestras aficiones melómanas también abarcaban la fabricación de artilugios sonoros a base de peines y papel de seda, que tenían su versión de lujo sustituyendo el peine por una caña hueca y agujereada con un hierro de cocina (de cocina de carbón, claro, aún no se había oído hablar de las eléctricas, y menos del butano) previamente puesto al rojo».

«Nuestros entretenimientos, aparte de esto, reducíanse a insultarnos de un extremo a otro de la Plaza, con ridículas variaciones de nuestros nombres de pila (yo era ‘Julín, Julangas, Julitín, Julitangas…’) y a jugar a las canicas (¡Qué envidia producían los poseedores de ‘canicas de acero’ (de rodamientos a bolas) con las que, materialmente, arrasaban el ‘pote’) enfrente de la escuela de las Mantilla o detrás del Teatro Benavente.»

«Y, en primavera y verano, nuestros juegos se trasladaban a la Plaza de las Barqueras. Allí, el juego ‘oficial’ era el del escondite, que llamábamos 'jugar a guardias y ladrones’ o a ‘alzo la malla’ (nosotros decíamos ‘alto’ por ‘alzo’, pero nos entendíamos perfectamente).»

(aquí obvio una larga descripción del juego, por ser hoy, aún, muy evidente)

«…Las técnicas empleadas por los ‘ladrones’ para el sorpresivo asalto al tamarindo (que hacía de base, o 'cárcel') eran muy variadas, desde la táctica envolvente de, yendo todos a esconderse ‘en dirección al puente’) dar algunos un rodeo por ‘el Benavente’ para salir por ‘La Calzada’ (es decir, por el otro lado del tamarindo), hasta la de camuflarse entre los grupos de personas que, tranquilamente, paseaban por la calle, y poder aproximarnos así, subrepticiamente, a la ‘base’, sin que nos viese el ‘Guardia’ de turno para, tocándola antes que dicho guardia, poder liberar a los prisioneros al grito de '¡Alto (alzo) la malla por todos mis compañeros y por mi el primero…!'»

«...Teníamos grandes discusiones sobre las obligaciones del ‘guardia’ de turno. Había 'guardias' que, confiando en la velocidad de sus piernas, se arriesgaban a salir lejos del tamarindo-base, lo que aumentaba las emociones del juego, al crecer la posibilidad de ser ‘pescado’ (cuando el guardia te veía y, en la carrera hacia el tamarindo, lograba tocar la base, y dar tu nombre, antes de que tu llegases…), pero también la de poder sorprenderlo, llegar corriendo antes que él y, con el consabido ‘alto la malla...’ liberar a compañeros apresados anteriormente.
Pero había otros que se alejaban, a lo sumo, 15 metros de la base y el juego, en estas condiciones, se hacía eterno...

«Mención especial merece una enorme discusión que tuvimos Ramonín ‘el del Siglo’, hoy honesto padre de familia y uno de los fundadores del afamado CIT (Centro de Iniciativas Turísticas de Llanes) y yo. Yo era el único ‘ladrón’ que quedaba en libertad y todos mis compañeros esperaban, anhelantes, mi aparición con varios cuerpos de ventaja sobre Ramonín. Y salí corriendo (desde un grupo de mocitas paseantes), pero con la corta ventaja de ‘una cabeza’, Tanto que, de la frase mágica ‘Alzo la malla por todos mis compañeros y por mi el primero’ solo pude (antes que llegase él) entonar la primera parte.»

Y entonces comenzó un interesantísimo debate sobre si el ladrón que solo hubiese podido gritar ‘alzo la malla por todos mis compañeros’ merecía su libertad personal o solamente eran sus compañeros los que habrían de considerarse liberados.

La sentencia concluyo que, con mi altruista gesto, todos quedaron liberados, excepto yo. Y, siendo el último, me tocó hacer de ‘guardia’ en el siguiente juego. Naturalmente, influyó mucho el hecho de que Ramonín tenía cuatro años más que yo….

«Y el caso debió sentar ‘jurisprudencia’ ya que yo, al menos, recuerdo el formulismo con una rara redundancia, porque me viene a la mente que el grito era (¿Quizás desde entonces…?)… ‘¡Alzo la malla por mi y por todos mis compañeros, y por mi el primero…!’»

Bueee...no, pues vale, voy a terminar aquí, que como siempre (y -cielos...- verdaderamente, es cierto) me enrollo bastante. Así que tendré que dejar al margen otras viejas historias infantiles ‘de pueblo’, como las guerras de pandillas (algunas a pedradas, otras (desde las murallas de ‘El Cercado’) con manzanas podridas, los ‘estiragomas’ (que exigían disponer de una rueda de bicicleta con la cámara destrozada o, al menos, muy pinchada, para obtener las gomas… y la lengüeta de un viejo zapato para obtener la ‘badana’) y las menos cruentas batallas navales, en la playa, una mezcla de juego de bolos, con cantos rodados y palos imitando cañones, que ya comenté hace un mes.

Así que O tempora, o mores…

(y, por cierto, es obligado anotarlo: los árboles que, en Llanes, siempre llamamos ‘tamarindos’ (Paseo de San Pedro, etc) son, en realidad, ‘tamariscos’ (Tamarix gallica) según me comentó, hace unos años, otro viejo compañero de juegos en aquellos tiempos, hoy catedrático (emérito) de Fisiología Vegetal, y gran amigo).

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