C
omo uno ya es bastante viejuno, identifico ‘Remember when’ (Recuerda cuando…) con The Platters (y su extraordinario ‘bajo profundo’, Herb Read) y con su conocido éxito (de 1959). Si hombre, aquel que empezaba con un “Remeeeember when (dah-doot-doo-doo), / I first met you (dah-doot-doo-doo)...” que, por cierto, quien quiera una versión ‘absolutamente vintage’, aún la encuentra por Youtube. Aquel año de 1959 (donde yo cumplía 16 añitos...) empecé a escribir ‘Mi Diario’. Como dije el otro día, me apeteció ponerme a buscar aquellos viejos cuadernos de tapa negra de hule, que sabía que guardaba por algún lado, donde volcaba mis juveniles pensamientos… y los encontré.
Patético… cuando les eché un primer vistazo, aquello me pareció absolutamente patético. A pesar de que yo ya, por entonces, escribía bastante bien y, cómo no, me enrollaba bastante escribiendo. Y es que, por entonces, yo era un absoluto ‘pipiolo’ (por cierto, de pipio, -ōnis… polluelo) eso si, bastante culto, que leía desde a Rabindranath Tagore, pasando por El Quijote, que me lo metí entre pecho y espalda varias veces (por ‘imperativo legal’, o mejor dicho, ‘educacional’, era una asignatura de mi PREU), y no me resisto a contar que, en aquella disciplina de ‘comentarios de texto’, fue muy aplaudida una redacción mía explicando mi teoría de una relación cuasi-freuduliana entre la historia de Alonso Quijano y la vida del propio Miguel de Cervantes)… hasta, volviendo a las lecturas, la ejemplarizante novela ‘Edad prohibida’ de Torcuato Luca de Tena (Brunet), entonces recomendado por padres y curas. Como también ya dije, entonces eramos pipiolos carcas, ñoños y jesuíticos.
Y claro, hasta paso vergüenza releyendo, para tratar de volcar aquí, algunas de mis ‘sensibilidades’ de entonces. Por más que, rebuscando, se podría encontrar algún relato curioso, como por ejemplo el de mi primer ‘pedo’… planificado, donde, en unas fiestas de la Magdalena, en Llanes, y con ‘la Popi’ Gavito (gran amiga, con quien me carteé bastante, desde Bilbao, la pobre murió muy joven, de VIH), fuí ingiriendo sucesivamente coñac, vodka, sidra, hasta acabar, en casa, trasegándome medio porrón de vino tinto (¿de dónde lo habría sacado…?) Y, tras ‘dormirla’, y despertarme con una gran resaca, comentar, en el Diario que «...la principal razón por la que cogí la mandanga fue por saber lo que pasaba. Quería experimentar. Y, por lo tanto, moraleja: si la vuelves a coger eres idiota. Porque se pasa bastante mal»
Por eso de momento voy a tomarme con calma lo de transcribir al Blog esas vivencias personales recogidas entre, según veo, octubre de 1959 (es decir, recién cumplidos 16 años) hasta marzo de 1961 (en mitad de mis 18 años, y primer año que fui a estudiar la carrera en Bilbao).
Posteriormente abrí otro cuaderno, idéntico, sobre mis Memorias, que veo en su última página un interesante cronograma donde, aparentemente, indica que lo empecé en 1968, con 79 páginas manuscritas (aunque tengo claro que no las escribí ‘de tirón’), en cuya primera lo intitulaba así:
Patético… cuando les eché un primer vistazo, aquello me pareció absolutamente patético. A pesar de que yo ya, por entonces, escribía bastante bien y, cómo no, me enrollaba bastante escribiendo. Y es que, por entonces, yo era un absoluto ‘pipiolo’ (por cierto, de pipio, -ōnis… polluelo) eso si, bastante culto, que leía desde a Rabindranath Tagore, pasando por El Quijote, que me lo metí entre pecho y espalda varias veces (por ‘imperativo legal’, o mejor dicho, ‘educacional’, era una asignatura de mi PREU), y no me resisto a contar que, en aquella disciplina de ‘comentarios de texto’, fue muy aplaudida una redacción mía explicando mi teoría de una relación cuasi-freuduliana entre la historia de Alonso Quijano y la vida del propio Miguel de Cervantes)… hasta, volviendo a las lecturas, la ejemplarizante novela ‘Edad prohibida’ de Torcuato Luca de Tena (Brunet), entonces recomendado por padres y curas. Como también ya dije, entonces eramos pipiolos carcas, ñoños y jesuíticos.
Y claro, hasta paso vergüenza releyendo, para tratar de volcar aquí, algunas de mis ‘sensibilidades’ de entonces. Por más que, rebuscando, se podría encontrar algún relato curioso, como por ejemplo el de mi primer ‘pedo’… planificado, donde, en unas fiestas de la Magdalena, en Llanes, y con ‘la Popi’ Gavito (gran amiga, con quien me carteé bastante, desde Bilbao, la pobre murió muy joven, de VIH), fuí ingiriendo sucesivamente coñac, vodka, sidra, hasta acabar, en casa, trasegándome medio porrón de vino tinto (¿de dónde lo habría sacado…?) Y, tras ‘dormirla’, y despertarme con una gran resaca, comentar, en el Diario que «...la principal razón por la que cogí la mandanga fue por saber lo que pasaba. Quería experimentar. Y, por lo tanto, moraleja: si la vuelves a coger eres idiota. Porque se pasa bastante mal»
Por eso de momento voy a tomarme con calma lo de transcribir al Blog esas vivencias personales recogidas entre, según veo, octubre de 1959 (es decir, recién cumplidos 16 años) hasta marzo de 1961 (en mitad de mis 18 años, y primer año que fui a estudiar la carrera en Bilbao).
Posteriormente abrí otro cuaderno, idéntico, sobre mis Memorias, que veo en su última página un interesante cronograma donde, aparentemente, indica que lo empecé en 1968, con 79 páginas manuscritas (aunque tengo claro que no las escribí ‘de tirón’), en cuya primera lo intitulaba así:
MIS PRIMEROS 25 AÑITOS
Apuntes a vuela pluma sobre la vida y milagros del primogénito de los Bengoa, escritos en decúbito lateral sobre el lecho, mientras Morfeo paséase, aburrido, a la puerta de mi alcoba.
Apuntes a vuela pluma sobre la vida y milagros del primogénito de los Bengoa, escritos en decúbito lateral sobre el lecho, mientras Morfeo paséase, aburrido, a la puerta de mi alcoba.
Y este es su inicio...
«Cumplí mi primer cuarto de siglo el 5 de septiembre, y no setiembre, a pesar de lo que, desde el año 66, digan los de la Real Academia, de 1968, lo cual significa que aquel mismo día del año 1943 los conspicuos llaniscos que prefiriesen el paseo por la céntrica calle de Mercaderes en vez del cine, escucharían mis, digamos, berridos, dos horas antes que los amantes del arte de los Alfredo Mayo y demás galanes de aquel entonces.»
(Ciertamente, me debería referir a la sesión nocturna, porque más tarde, para un estudio de mi Carta Astral, conocí con exactitud que había nacido a las 20:45)
Pero prosigo…
«Hacía pocos años, otro 5 de septiembre, había sido la liberación de Llanes, en nuestra guerra civil. Quizás pueda servir este dato inédito para aquel estudioso que intente demostrar el carácter cíclico de los grandes acontecimientos. Pero en fin, hagamos constar simplemente que el 5 - y es lástima que tenga que decir “desde entonces”, parece que desvirtúa mi aserto – es mi numero favorito (y el que más odio, el 6). Cuando, de niños, rifábamos algo a “di un número del 1 al 10” yo siempre decía “5”. Generalmente salía el 7, por aquello de que es un número universal, ya se sabe, los siete sabios de Grecia, las siete maravillas del mundo, los siete pecados capitales, las siete novias para siete hermanos, etc, etc, aunque siempre fue para mi motivo de cavilaciones el pensar que ningún niño tenía que saber esas cosas puesto que, en todo caso, siempre era el siete el número de la suerte.
Y, aun sabiéndolo, si me pedían un número del 1 al 10 yo siempre contestaba “5”. Fanatismo. U oculto deseo de encontrar un alma gemela...»
Bueno, y así seguía… Echando un vistazo general a esas 79 páginas manuscritas, me ratifico en dos cosas. Una, que no escribía del todo mal y otra, a la vista de cómo iba hilando y pormenorizando los recuerdos aflorados... que por entonces ya me enrollaba muy fácilmente. Ahora entiendo a esos autores capaces de escribir una novela de 600 o 700 páginas, debe ser tendencia natural… y perseverancia, cosa que a mi me cuesta mantener (y a las pruebas me remito, el cuadernillo en cuestión se convirtió en un ‘scripto interrupta’, solo llega hasta mis 12 años…).
Lo de la falta de perseverancia es un defecto que siempre he reconocido, se ve que me acabo aburriendo de mis propias iniciativas. Incluso, además, con el paso de los años (y/o la ‘deformación profesional’…) me he vuelto hasta bastante más ‘conceptual’ y esquemático, y me gusta 'ir al final' lo antes posible.
Aunque confieso (de hecho lo he confesado en más de una ocasión) que ‘se me ve el plumero’. O sea, que sigo tendiendo a enrollarme más que las persianas. Como ahora, vamos… Así que ya acabo. Quizás más adelante siga ‘aireando’ este cuadernillo. He encontrado, por ejemplo, unos pasajes deliciosos sobre los juegos infantiles que practicábamos en aquel Llanes de los años 50, que merecería la pena aflorar.
Pero con calma… lo usaré como ‘repositorio’ para cuando no tenga ningún tema actual sobre el que escribir.
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