jueves, 1 de septiembre de 2022

Ser joven

Dentro de unos pocos días cumpliré 79 tacos. Lo cual quiere decir que (desde el 5 de septiembre, a las 20:45 horas) ya estaré ‘camino de los 80’. Que se dice pronto, pero que... ‘manda huevos’. Y no puede uno librarse de pensar que será tu última década, y de recordar tiempos pasados, cuando eras joven…
Pero ‘and the question is’… ¿Cuando dejas de ser joven…?

Vayamos por partes, como Jack ‘The Ripper’: si nos referimos a la ‘edad biológica’, dejas de ser joven… cuando tu cuerpo serrano deja de ejercer ‘fluidamente’ las funciones o retos para los que se le ha diseñado. Es decir, cuando deja de poder hacerlos, o lo hace limitadamente… o si finalmente lo hace al día siguiente ‘está hecho unos zorros’. (Por cierto, para los más jóvenes: los zorros eran (antiguamente) una especie de escobilla de tiras de badana, o tela, que servían para quitar el polvo a los muebles) y la expresión coloquial ‘estar hecho/a unos zorros’ la contempla el diccionario de la RAE).
Así que, biológicamente, está muy claro cuándo dejamos de ser jóvenes: cuando empezamos con los achaques... y/o cuando nos convencemos que hay que hacer las cosas físicas 'con cabeza', antes de 'con el corazón'. 

Pero luego está la ‘edad mental’, claro. Y si nos referimos a ella, el abanico puede ser muy amplio. Quizás la mejor definición es la que oí (por la radio) a un neuro-psicólogo: ser joven de mente es ‘tener la capacidad para ver la vida, y los retos que te presente, con ganas, y sabiendo que podemos afrontarlos. Y que, si nos enfrentamos al fracaso, pensar que es una nueva oportunidad para aprender y mejorar tu conocimiento’.

Guapo ¿Eh…? En una palabra, que somos jóvenes, sin importar la edad biológica, mientras no dejemos que ‘la vida nos pase’, es decir, mientras mantengamos el vivo deseo de que ‘las cosas pasen por nuestra vida’.


Pero esto no es todo. Y es que aún hay que hablar de la ‘edad cultural… Y, así como mentalmente puedes seguir siendo joven durante muchos años, la verdad es que (y desgraciadamente... sobre todo hoy en día), enseguida dejas de ser ‘culturalmente joven’. La ‘afinidad’, entre diversos entornos de edad, puede ser muy distinta… entre otras cosas porque, con los avances por la tecnología, diez años de diferencia (y qué diez… incluso menos) puede ser un mundo difícilmente permeable. Vamos que, como decía el otro día, las relaciones sociales pasan por las RR.SS… y hay que estar en ese mundo para ser ‘culturalmente joven’.

Pero eso no es todo porque, también, el ‘gap’ generacional en cuanto al pensamiento, la educación, los valores… es cada día más amplio, y estoy seguro de que una persona de 25 años ya no se comunica ‘fluidamente’ con otra de 18. ‘Sic transit gloriae mundi’, que diría el poeta…

Y sigo sin acabar la elucubración, porque también existe… la 'edad aparente. Porque que es bastante común que nos ‘cubramos’ con la capa del ‘stablishment’ para aparentar ser una cosa que, en el fondo, no somos (o 'aún' no somos...). Y es fácil observar que se presenta en una doble vertiente:

Por ejemplo, en un sentido, conocí a un serio director (y dueño) de una fábrica que, por los sanfermines, de camisa y pantalón blanco, y pañuelico rojo al cuello, se pasaba siete días de juerga en juerga, incluso con un bombo, hasta concluir el ciclo y volver, con gran circunspección, a su cargo… o (también es muy típico) a menudo se ve soltarse la melena a ínclitos (y/o ínclitas) altos funcionarios, magistrados, catedráticos, ingenieros… en fiestas, en los carnavales, hasta en el fútbol… muy desinhibidos, y sin pasar la menor vergüenza.

Y, sensu contrario, es de todos conocidos que los padres tenemos que ejercer, muy a menudo, de ‘estrictos gobernantes’ y echar una didáctica bronca a nuestros hijos por algo que, muy posiblemente, también hacíamos a su edad.

Así que esto de 'ser joven' (o del inicial ¿'hasta cuando se es joven'?) es, como puede verse, bastante complicado de definir.

Me quedo con estas reflexiones de hoy (demostrativas de que "Y es que en el mundo traidor/nada hay verdad ni mentira;/ todo es según el color/ del cristal con que se mira" que, al parecer (breve nota presuntamente cultural…) son versos de Don Ramón de Campoamor (1817-1901) incluidos en su poema de 1846 «Las dos linternas» (perteneciente a su obra “Las Doloras”).
Y con lo que escribía yo, hace tiempo, sobre la joie de vivre
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