lunes, 12 de marzo de 2018

Pescaíto...

G abriel Cruz es un niño de 8 años. Guapo, listo y simpático como solo lo pueden ser los niños a esa edad, vivía con su madre, separada, y se cuenta de él que le atraía tanto ver cómo nadaban los peces, verlos en su ambiente, imaginarse jugar con ellos... que, con la candidez de su edad, decía, empeñado en esta idea fija, que de mayor quería ser biólogo marino. Por eso todo el mundo le llamaba, cariñosamente, ‘Pescaíto’.

Hace unos quince días desapareció de casa. En Nijar, Almería. Todos nos aferrábamos a la idea de que pudiese aparecer vivo. Pero hace apenas 24 horas apareció su cuerpecito, asesinado por la novia de su padre. En este intervalo, se movilizó toda España, buscándolo. Recuerdo una frase de su madre, en los primeros días cundo, en un mar de lágrimas, se dirigía a todos diciendo... 'ayuden a buscarlo, miren la foto, tiene una cara tan guapa que no se puede olvidar…'

Y así era: ocho años es una edad en la que ya se empieza a ser un personaje, un niño lleno de alegría, con vitalidad explosiva, que interactúa, con plena inocencia, con todo el mundo que te rodea, que quiere conocer todo, que experimenta, que haces travesura... y que está íntimamente unido con tus padres, que le dan su cariño a chorros.

Puedo aproximarme a saber lo que es esto, tengo nietos pequeños y he vuelto a vivir, con ellos, la ilusión de verlos crecer y desarrollarse, hasta el punto de que han llenado, en muchas ocasiones, mi vida.

Pienso en la pobre madre, la vida que le queda por delante, sin poderse quitar de la cabeza las mil y una escenas de cariño que recordará haber tenido con su ‘Pescaíto’, los recuerdos de su voz, el tacto de sus manos, los besos que sin duda le daba… y me entra un profundo desasosiego. Yo también he tenido, alguna vez, densos nubarrones despertándome con la idea de que le ha pasado algo a alguno de mis nietos, o nieta… y a duras penas consigo tranquilizarme pensando que solo era un sueño.

Pero lo del pobrecito Gabriel no es un sueño, y ha conmovido a toda España. Yo, desde ayer, no hago más que pensar en el pobrecito niño, que encima era, efectivamente, guapísimo, con una carita que lo decía todo. Me niego a verlo en los telediarios, que estamos con el morbo de ver sus fotos, y comentar los detalles de su muerte. ¡Maldita seas, asesina…!

Necesitaba explayarme. Y dejar en el Blog, como vivencia personal, el recuerdo de ese niñín. Parece mentira lo que puede influirnos algo, que nos afecta tan de lejos, todos los días mueren muchos niños… pero que llega a tocar un nervio muy sensible del corazón, o de la cabeza… o de ese espíritu que tenemos dentro.
Dudaba, y dudo, si acompañar su foto, o solo un dibujo de un pez. No se, lo dejo, a lo mejor algún día lo quito, por la pena que me da aflorar la imagen de este hecho tan antinatural.

En un par de días, tomo la decisión: dejo solo el pez. Pobrecito mío, su imagen me acongoja. Adiós, Gabriel, adiós, Pescaíto. Mira, lo tengo muy claro: tu avatar ya habrá dejado tu cuerpo. Y se habrá alojado en el cuerpo de un joven delfín, que surcará los mares jugueteando con las olas, calándose en sus aguas y retozando en la proa de los barcos. Acércate a las playas, a lo mejor algún día ves a tu madre, y puedes volver a jugar con ella. Y cuando vea un delfín, sabrá que eres tu.

Y los demás que, sin conocerte, llegamos a hacerte tan nuestro, también. Y te tiraremos un beso.

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