sábado, 14 de diciembre de 2024

La nueva cocina...

Hoy no pretendo (a pesar del título) hablar de la ’cocina de vanguardia’, esa que comenzó hace unos años con Juan Mari Arzak y Pedro Subijana (por cierto, coetáneos y coincidentes (conmigo) en los Jesuitas de San Sebastián) y que (creo...) alcanzó su culmen con la ‘escuela catalana’ de los Ferrán Adriá y compañía… sino que voy a aprovechar el concepto como argumento (e introducción) a una inquietante cuestión sobre el orden político mundial actual que me viene a la mente.

Porque voy a referirme a la ‘desestructuración’, ese concepto que inventó Adriá, en su ‘El Bullí’. Vamos, aquello de (por ejemplo) la ‘tortilla de patata desestructurada’, que consistía, básicamente, en extraer (separar) los componentes de la tortilla de patata tradicional, darles a cada uno un tratamiento (culinario) distinto, juntarlos de nuevo y presentárselo al cliente en un entorno muy cuidado asegurando que esa era la nueva tortilla de patata.

O sea que, según los cánones de la nueva modernidad culinaria, así es como debería ser, y así tenía que saber, lo que siempre fue un tradicional pincho de tortilla.

Bueno pues la teoría (y práctica) política del ‘nuevo orden mundial’, eso del globalismo, el great reset, la agenda 20-30, etc, a la que se apuntan los nuevos progretas, se basa en el mismo concepto: coges una idea 'clásica', la desestructuras, la 'cocinas' a tu manera (a la manera de las nuevas ideas rompedoras)... y lo presentas a la gente como el nuevo y moderno concepto de lo que siempre se entendió como 'lo tradicional'.

Y encima, como en el El Bulli… aprovechas para meterles un buen un ‘clavo’ por ‘el invento’ y les dejas con el bolsillo vacío. Y, a menudo, dependientes de ti.

Pongamos un ejemplo claro: el ser humano. Siempre hemos sido niños y niñas, hombres y mujeres, machos y hembras… pero ahora las nuevas ideologías dominantes desestructuran, y recomponen, el concepto, y hay una ‘teoría queer’ que dice que aquello era una noción antigua, y superable, y que ahora hay asexuales, pansexuales, transexuales, heterosexuales, cisgénero, transgénero, binarios, no binarios… y toda la retahila de los LGTBI+ y compañia. O sea, chicos, chicas, chiques, chiquis y chicus.

Pues qué bien… porque en esas estamos (y, lo que es peor, nos hacen estar)... cuando supongo que la mayoría de la gente, en el fondo, sigue prefiriendo el pincho de tortilla de toda la vida, y como mucho poder optar por que la tortilla sea con cebolla o sin cebolla.

Porque lo malo de esta moda de ‘la nueva cocina política’ es que se la intenta imponer en todos los ámbitos de la vida: y así, se rediseña el género, el empoderamiento de la mujer, las bases de la paternidad y de la educación de los hijos, la familia, el matrimonio (que si hetero, que si mono, que si libre, que si poliamor…), la cultura occidental, los ciclos climáticos, los combustibles fósiles, la descarbonización, las energías renovables, los coches del futuro inmediato, la alimentación, las nuevas plataformas animalistas y ecologistas, etc, etc....

Todo (con lo que siempre hemos convivido) hay que mirarlo bajo esta 'vanguardista' lupa, y extraerlo de sus contextos tradicionales, para luego darle la forma que ellos quieran, vestirlo a su modo y manera… y presentárnoslo de nuevo como la nueva tendencia… que por supuesto es más cara, e incluso elitista, que el concepto tradicional.

En el plano político, los ‘conservadores’ siempre fueron quienes ponían el contrapunto para evitar ideas muy desviadas, o descalabros, pero ahora resulta que, en Europa, nos se si por ‘presiones’ de grupos lobísticos, o por pijerío centroeuropeo, manda un pacto entre populares y socialdemócratas, donde se unen tontitas como la Úrsula ‘Von der Ponny’ con sectarias como la Teresa Ribera, y mucho político gris, y ‘domesticable’… que a ver donde nos llevan.

Y en la España del Partido Popular de Núñez Feijoó, con su núcleo duro de pijos genoveses (los Cuca Gamarra, Borja Semper, Bendodo, ‘Dulors’ Monserrat, Esteban Pons…) siguen con sus ‘maricomplejinos’ y con su modelo político de bipartidismo alternante, tratan de parecer progres… y tratan disimuladamente de hacer el caldo gordo (posiblemente para que en su día se lo hagan a ellos) a la pandilla de Pedro Sánchez Castejón, Begoña Gómez… y la cueva de Alí Babá en pleno.

Y hasta ‘en provincias’, los ‘baroncetes peperos’ quieren emular a la izquierda progreta, trincona y nada preparada, que nos gobierna, que aceptan, con el ‘federalismo’, la ‘desestructuración de España’... y algunos ya quieren promover y oficializar sus lenguas propias, diferenciadoras, aunque haya, como el euskera en su tiempo, y ahora ‘el bable’, que disgregarlo para volverlo a crear ‘a su manera’. ¡La ‘nueva cocina’ ataca de nuevo…!.

Porque ya surgen peticiones, desde la derecha, para aflorar el extremeñu (o el castúo), el andalucí y sabe dios cual más, igual hasta el panocho murciano. Menos mál que en Madrid la Ayuso mantiene el tipo. Porque el día en que a un dirigente del PP madrileño se le ocurra mencionar que haya que oficializar el ‘cheli’… estaremos ante la definitiva caída del Imperio Romano. Y todo es un ‘déjà vu’, ya tuvimos, hace 1000 años, los famosos ‘Reinos de Taifas’… y solo duraron unos 50 años. O sea, dos generaciones.

Menos mal que, por otro lado, están emergiendo ‘los nuevos conservadores’, una derecha sin complejos… y ‘nacionalista’. O sea, por un lado la italiana Meloni, cada vez más lideresa europea, y por otro los ‘patriotas’ de Vox, Marine Le Pen y compañía… y ahora, al otro lado del charco, pero con una gran influencia en el orden mundial, el argentino Javier Milei y el americano Donand Trump, con sus principios de ‘primero, nosotros’ y ahora ‘hagámonos grandes… otra vez’). Y el menos importante, pero también significativo, presidente Nayib Bukele, de El Salvador.

Porque yo lo que espero es que se ponga freno a esta moda de tanta desestructuración y nueva recomposición, que se mantengan los valores considerados ‘tradicionales’ (que si han perdurado en el tiempo, por algo sería...) y que arranque una era de menos brindis al sol con ocurrencias rompedoras (y económicamente interesantes para algunos colectivos). O sea, el fin del ‘wokismo’ y de todas estas tendencias progretas que nos atufan.

Así que, desde mi punto de vista, pudiendo aceptar, como buen liberal (pero conservador…), probar algunos platos de la cocina de vanguardia, me gustaría pensar más en lo satisfecho que quedas, la mayor parte de las veces, con un sencillo pincho de tortilla, o hasta con un buen bocata de rabas… de los de toda la vida.
Y menuda teoría politico-culinaria que me he montao...

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