No es la primera vez que comento aquí que yo ya no leo nada (vista cansada, libros con cientos de páginas de largos párrafos, 'deformación profesional' por extractar y concluir…), pero que, por supuesto, me niego a ser considerado un inculto. Porque lo que pasa es que el libro es un invento viejo, y yo, que soy ‘modelno’, enriquezco mi acervo cultural frecuentando medios audiovisuales ‘ad hoc’. De uno de ellos, y de una filóloga (Judith González, de Onda Cero, que me encanta escuchar), viene mi entrada de hoy, referida a los ‘estilos de texto’ y que son, muy simplistamente, estos cuatro: el estilo (o género) narrativo, el descriptivo, el argumentativo y el expositivo.
Creo que los cuatro son muy claros de entender: el narrativo es el típico de las novelas y los cuentos, presenta el relato de unos hechos, o unos acontecimientos, a través de la figura (directa o indirecta) de un narrador, que cuenta lo que ve o percibe. El argumentativo es un tipo de redacción que tiene como finalidad tratar de convencer al lector acerca de una idea, o tesis, sustentándola con razones o motivos comprobables, mientras que el estilo expositivo es un texto que ofrece al lector un concepto o una información explícita sobre un tema puntual, de manera objetiva, o neutral, es decir, sin que medie en ningún momento la opinión del autor o sus posicionamientos.
Y el estilo descriptivo es el usado cuando se trata de detallar o explicar cómo es, ha sido o será ‘algo’ (una persona, un objeto, un fenómeno...), más o menos como una ‘pintura, hecha con palabras, de una situación percibida’
Por supuesto, una cosa es el concepto ‘purista’ y otra, mucho más real, el habitual mestizaje de estos estilos o géneros, de manera que puede haber tipologías de texto ‘narrativo-descriptivas’, ‘expositivo-argumentativas’, ‘descriptivo-expositivas’, etc. Y, en general, este mestizaje enriquece el contenido y la finalidad del texto. Por ejemplo, creo que, ahora, yo estoy tratando de narrar de forma descriptiva una exposición y argumentación de una tesis lingüística.
Y la tesis es que, con la modernidad (y quizás hasta en linea con mi alternativa a la lectura), estamos abandonando el género descriptivo. Porque, como decía al principio, en vez de describir cosas con palabras, y textos, como se ha hecho toda la vida, ahora tendemos muy a menudo a usar los modernos medios audiovisuales para comunicar una descripción de ‘un objeto, hecho o fenómeno’ a otros a quien queremos hacer participes del tema.
En una palabra: cada vez es mas raro escribir una carta (bueno...o e-mail) contando un viaje de vacaciones, o una excursión…,etc. Vamos,que lo normal es un… ‘te mando unas fotos y unos videos, mira qué guai’ …cuando no nos limitamos a ir haciendo una crónica a base de whatsapps. Bueno, y si tenemos que contar lo bien que lo pasamos en el cumpleaños de la abuela… ¡Lo pasamos pipa, te mando fotos…!
Claro, en estos tiempos, la ‘descripción’ (léxica, o verbal) está de capa caída, parece que no compensa perder el tiempo eligiendo qué palabras utilizar para describir algo. Vamos, que hasta se abrevian los textos de los -ya, cortos- whatsapp…
Y es que no compensa (o la mente se vuelve más simplista) ni para cosas ‘oficiales’, como podría ser un ‘parte de accidentes’. Nada de describir “un golpe en la aleta delantera izquierda, que afecta a la óptica de ese lado y que extiende el rayonazo hasta parte de la puerta del conductor”. Se manda un par de fotos y que lo mire alguien…
Y digo esto porque el texto, las palabras, aún son la base de la comunicación para una argumentación ‘incluso’ legal. Pero es que -item mas- también somos cada vez menos propensos a exponer nuestras razones, en un contexto ‘argumentativo’, por medio de un desarrollo de ideas y razones concretas (y bien argumentadas). Cuántas veces tomamos decisiones ‘subjetivas’ razonadas en que ‘es que me lo pide el cuerpo’ (cuando no… ‘por mis perendengues’) en vez de discurrir y exponer… y cuantas veces, por eso, hay muchos menos debates intelectuales y muchas más ‘discusiones viscerales’ para discernir quien tiene razón.
Pero bueno, tampoco trato, con esta tesis, de llegar a una moraleja, sino solo a constatar (¡con palabras… incluso enrollándome…!) un aspecto de estos tiempos: que la gente ‘de a pie’, en general, cada vez tiene menos riqueza en la comunicación escrita, e incluso también en la verbal… si exceptuamos, en este caso, a la gente que le gusta el largo ‘cotilleo’ o (todavía quedan estos especímenes) a la gente que les gusta enrollarse con gran facilidad de manera que si, por ejemplo, les pides la hora, a lo mejor te agarran del brazo y empiezan explicándote que…
... ya en tiempos de los egipcios (y posteriormente griegos y romanos) usaban el agua, y la arena, para fijar periodos de tiempo. A estos relojes de arena, y clepsidras, siguieron, durante la Edad Media, los relojes de péndulo. Más tarde aparecieron los relojes mecánicos, con muelle y, desde mediados del siglo pasado, se emplea para crear relojes las propiedades vibratorias del cuarzo y otros elementos… y dicho esto, mira, contesto a tu pregunta: ahora deben ser las siete y cuarto.
Vamos, el estilo típico de las novelas de amor y sufrimiento de 700-800 páginas, donde se cuentan insulsas historias paralelas, o colaterales para que el editor (digo yo…) pueda vender más cara la obra.
El problema es que tengo la íntima impresión de que, frente a un papel (o, mejor dicho, frente a un ordenador), yo soy de estos. Del rollo verbal, no, ya he dicho también en varias ocasiones que soy absolutamente negado para la dialéctica argumental… por (curiosa paradoja) ser, como dije, excesivamente conceptual, o concreto.
Y bien, pues hasta aquí... el caso es que ya he metido mi rollito de hoy, en esta primera entrada desde mi lugar de veraneo… y de ‘dolce far niente’. Porque es claro que esto de 'lucubrar'... también es una de las 'actividades típicas' en periodos de ocio...
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