martes, 2 de noviembre de 2021

El Taichi

Conviví muchos años con el Taichi… pero no por dedicarme a la ejecución de este noble arte, sino como simple ‘consorte oyente’. Y resulta que tanto por haber oido hablar muchas veces del tema, como por mi propensión personal a, por un lado, informarme de las cosas y hacerme un esquema mental del concepto, y, por otro, que a resultas de haber practicado, con apreciable nivel, bastantes deportes, a tener un cierto sentido de la coordinación y del ‘ritmo y la armonía’… hoy me ha apetecido hacer unos ‘apuntes tácticos’ sobre el tema... en honor al mismo.

Por supuesto, me orgullezco también de otra habilidad, la de saber buscarme la vida documentándome un poco (impronta, seguramente, de mis tiempos de consultor… y de aquella práctica teoría de los ‘5 brillantes minutos’), así que voy a esquematizar aquí los conceptos ‘nucleares’ de esta antiquísima disciplina derivada de las viejas artes marciales orientales.

Centremos ideas: hablando de 'lo oriental', las tradicionales artes marciales chinas son el kung fu (que es la más famosa), y otras, menos conocidas, como el bajiquan y el sanda (o sanshou) del que posiblemente deriven muchas luchas ‘full contact’… mientras que, por parte de los japoneses (que parece, en este aspecto, más polifacéticos), conocemos el jiu jitsu, el judo, el karate, el sumo… y alguna más.

La vieja medicina tradicional china se apoyó en esas artes marciales para derivar técnicas (o artes) de terapia física, de control mental y de propiciamiento de la afamada espiritualidad oriental, como son el taichi y el chi kung (aquello de ‘los 8 brocados de seda del monje Shaolin’). Los japoneses, posiblemente (en mi opinión) más ‘retorcidos’, solo tienen, como mucho, en este campo, el ‘aikido’ que es un arte marcial (de los llamados ‘internos’), por cierto bastante moderno, que busca luchar y vencer sin hacer daño al contrincante, basado en promover al máximo el autocontrol mental. Por eso digo que son como más retorcidos...

Pero centrémonos en el Taichi: el taichí, dejando a un lado todos sus aspectos filosóficos y espirituales, se practica, físicamente, a través de una sucesión de ‘técnicas’, que son acciones, posturas y cánones de respiración relajadas (‘tocar la luna mientras acaricias al tigre’, ‘la grulla blanca extiende sus alas’, ‘separar la melena del caballo salvaje’, ‘abrazar al mundo y hacerlo rodar a tu lado…) que se enlazan coordinada y, sobre todo, fluidamente, según una ‘pauta establecida’ en lo que se llama ‘la forma’, que es, por decirlo así, ‘la unidad de trabajo’.

Naturalmente, hay varias formas, cada con su ‘estructura argumental’, que pueden contener entre 20 y más de 100 secuencias (‘técnicas’) de movimientos individuales, y que pueden durar desde unos minutos hasta más de una hora ('Forma Pekin de 24 movimientos', 'Forma abreviada de 37', 'Forma larga del estilo Yang'…).

Y también hay una rama del taichi que mantiene aún más vivas las reminiscencias de arte marcial, y usan técnicas de ataque y defensa con ‘armas’ como el abanico (con el que, en su día, y bien afilado, rebanaban gaznates), sables, bastones o lanzas, patadas en las partes bajas, etc. Pero, en el fondo, se mantiene su carácter de autocontrol y relajación, y la fluidez y coordinación de los movimientos, practicados bien de modo individual, o bien por parejas.

Y es que, para el practicante de Taichi (o taichi chuan), los fundamentos (principios fundamentales) sobre la actitud corporal y mental son muy claros: básicamente hay que conocer, y practicar automatizadamente, estos conceptos...
- Saber tener erguida la cabeza, de manera relajada, y mantener el pecho atrás, y la espalda recta.
- Relajar la región lumbar y la cintura, y distribuir muy correctamente el peso sintiendo lo ligero y lo pesado del cuerpo. Relajar, igualmente, hombros y codos.
- Aplicar la mente, y no la fuerza física. Saber coordinar ‘lo de arriba con lo de abajo’. Tener armonía entre el interior y el exterior.
- Y hacer que el movimiento fluya ininterrumpidamente… pero ‘sentir que se mantiene estable’ durante el movimiento.


Y esto es lo que se ve practicar todos los días a miles de chinos, en parques y jardines, en una coreografía realmente relajante, que apetece copiar. De hecho, ya asistí, esporádicamente, a alguna exhibición pública en mi propio Oviedo.

El caso es que, poniendo los pies en el suelo, todo esto ya es, ahora, para mi, tiempo pasado, pero, al concluir, me llega el recuerdo del final de una vieja (e inolvidable) película de Elia Kazan ('Esplendor en la hierba') que terminaba con estos versos de un conocido poema del romántico inglés William Wordsworth: «Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo...»

Pues algo de esto me pasa con este noble arte del Taichí, que nunca practiqué… pero que lo considero muy intimado… y al que le doy una gran importancia a efectos de alcanzar relajamiento y paz espiritual… siquiera ‘acariciando al tigre mientras, con la otra mano, sostienes la luna’.

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