El título debo reconocer que puede parecer excesivo, pero es producto de una verdad que todo el mundo parece querer ocultar, seguramente porque es ‘políticamente incorrecta’: que esto de la democracia es un puro cachondeo. O, por decirlo de otra manera, lo que es un cachondeo es la caterva de políticos que la sustentan… ya que, en realidad, la inmensa mayoría de ellos se escudan en algo tan pomposo como ‘la democracia’ para defender, pura y llanamente… sus propios chiringuitos.
Voy a poner, como ejemplo, lo que leo, hoy mismo, en la prensa asturiana: «la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana (XDLA) ha mostrado hoy su rechazo a la posibilidad de que, tal y como plantea Foro, la futura ley de uso del asturiano y del eonaviego que desarrolle la cooficialidad que impulsa el Gobierno regional requiera, como la reforma estatutaria, de una mayoría parlamentaria de tres quintos (27 diputados) para su aprobación».
Y lo argumentan con este racionamiento: «esa condición equivaldría a conceder capacidad de vetar cualquier desarrollo posterior de la oficialidad a una minoría de 19 de los 45 votos de la Junta General, un estorbo inaceptable para el avance en cualquier otro derecho social y también para los derechos lingüísticos».
Claro... pero si que se debe permitir que una mayoría simple, de 23 diputados (o sea, solo 4 más de los que 'ellos' no aceptan), que se inscribe (¡Ah, caramba...!) dentro de una orientación política determinada, se arroguen, en el santo nombre de la democracia parlamentaria, el derecho a representar a la total voluntad popular en cuestiones de gran transcendencia, cuando quizás (o mejor… presumiblemente), en el caso, no representan el sentimiento de la mayoría real de todos los ciudadanos asturianos.
Yo la cuestión la veo clarísima: en el caso de cambios estructurales (y ‘la oficialidá del asturianu’ es, sin duda, un cambio estructural importante, hace 4 años ya lo comentaba aquí) una de dos, o se aprueba en sede parlamentaria por acuerdo muy significativo (es decir, por consenso ideológico, y no por ‘pasteleo partidista’) lo que significa, sencillamente, que debe hacerse a partir de una relevante mayoría (yo, desde luego, optaría por ‘la aclamación’ o, al menos, por el voto favorable de los tres cuartos de la Cámara)... o se aprueba por referendum popular.
Pero ojo con los refrendos populares, que aquí también hay que librarse del ‘pasteleo’: en mi opinión (y esto es algo que, por ser lo racional, yo tengo muy claro, pero los políticos ‘interesados’ no…) las reformas estatutarias (‘estructurales’), por la importancia de sus efectos, deben aprobarse, o ratificarse, si es por referendum, solo cuando se acepte por un democrático ‘la mitad mas uno’… pero NO ‘de los votos válidos’ obtenidos, sino del conjunto de los ciudadanos con derecho a voto.
Porque claro, a ver si resulta (como por cierto, pasó en Cataluña) que solo se presentan a votar el 30% del censo electoral, o aun menos, una opción obtiene una mayoría del 70%, y sus partidarios se apropian del ‘gran éxito democrático’… cuando la realidad ‘real’ es que apenas 1 de cada 5 ciudadanos ha expresado su aprobación… mientras que casi 4 de cada 5, por activa o por pasiva, lo que han expresado es su desaprobación, o su poco interés por el tema.
Porque seamos honrados: lo racional es aceptar que, o bien lo que demuestran los que no van a votar es que no ven ningún interés en el tema suscitado (o sea, en el cambio que se origine)… o bien los que deben promover el referendo no se han preocupado en provocar el interes por ir a votar (muy posiblemente por intereses espurios). Que vamos, está muy claro que cuando quieren… por supuesto que saben movilizar a los ‘ciudadanos de a pie’ para que acudan masivamente a las urnas (achicharrándonos de publicidad institucional y de campañas de prensa)
Así que vuelvo al título de la entrada: maldita democracia, que quiere hacernos comulgar, muchas, muchísimas veces... con ruedas de molino.
Y es que, en el caso del ejemplo asturiano, dejando bien claro que nadie pone en tela de juicio el interés que debemos tener todos en proteger y cuidar nuestra
entrañable habla (o ‘bable’)… por ejemplo como se hizo, tradicionalmente, con el
latín), esta anécdota de ‘la oficialidá del asturianu’ que nos quieren meter con calzador es un ejemplo palpable del 'cachondeo', de la 'dictadura democrática' que algunos pretenden defender, sin más que preguntarnos… ‘qui prodest?’ (o, aún más claro... ¿Qué beneficio obtendríamos con ello (con 'la oficialidá') los asturianos de a pie…?)
Y como esto puede hacerse extensivo a todo el panorama político nacional, toca ya 'hacérselo mirar', porque este 'cachondeo' se repite en infinitos ejemplos. Y así tenemos también, por ceñirnos solo a la rabiosa actualidad, el caso de las concesiones del gobierno a sus socios ‘frankenstein’ para que le voten los Presupuestos Generales: de la prensa de hoy… «ahora Esquerra Catalana condiciona su voto a que se legisle excluir totalmente el español en la enseñanza impartida en toda Cataluña»).
O el caso de los tiros en el propio pie que se da el Partido Popular con el asunto de ‘Isabel Ayuso y un señor de Murcia’, negándole la Secretaría General de su partido al derecho (por ser norma habitual, y por clamor popular) a presidir el mismo en su ámbito de la Comunidad Madrileña, donde arrasó en las recientes elecciones autonómicas, poniéndole, desde la sede central de Génova, toda suerte de trabas, retrasos... y haciéndole ‘la cama’ con candidatos 'oficialistas', etc, etc..
Así que lo dicho: puros intereses espurios de los malditos políticos… o de la maldita democracia, que en el fondo, es el vehículo que usan 'nuestras èlites' para medrar a su antojo.
Y, como cuestión mollar, que sin duda requiere una profunda refexión… puro importante déficit cultural y cívico del españolito de a pie… cuestión que (también es una verdad cierta) la política (y los políticos en el gobierno) promueven, para poder gobernar a borregos. Pais...
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