sábado, 6 de marzo de 2021

La gran aventura de la Lengua Española (I)

Parangonando al gran José Javier Esparza, titularé así esta entrada al Blog, entrada que me está pidiendo el cuerpo generar y publicar, tras oir la campaña que podemitas y separatistas están iniciando sobre considerar el español (el ‘castellano’) como una lengua impuesta (les faltó decir ‘por el franquismo’) que, como derivada, les lleva a pedir acabar con la discriminación lingüistica y equiparar las lenguas regionales en cuanto a la oficialidad de su uso, en todo el territorio español.
O sea, además de tragar con las taifas de las autonomías, ahora... la torre de Babel.

Así que adentrémonos en ‘La gran aventura del idioma español’, de la mano del ilustre (e ilustrado) filólogo Rafael Lapesa que, por cierto, fue Premio Principe de Asturias, junto con Mario Vargas Llosa… allá por 1986.

Veamos: antes de la llegada de los romanos (que fue hacia el 200 a.C.), las principales lenguas que se hablaban en la península ibérica eran, por el Norte, el vascuence, o euskera, al Oeste, el celta, por el Centro el de los ligures (pueblo protohistórico que, expulsado por los celtas galos, al parecer se refugió aquí), hacia el Este, el ibero y, por el Sur y la franja mediterranea, el idioma de los tartesos, con sus influencias de etruscos, fenicios, griegos y cartagineses, que nos visitaron.

Pero, ‘en llegando’ los romanos, y en dos siglos, unificada Hispania, se adoptó el latín vulgar (porque vulgares eran los colonos y la soldadesca que nos invadieron) como ‘lingua franca’ y solo nos quedó el vascuence… y alguna que otra palabra prerromana, de origen incierto, como barro, lanza, charco, cabaña, perro, conejo

La caida del Imperio Romano tiene fecha, fué en el 476 o sea, muy cerca de empezar el siglo VI. En los 200-300 años siguientes, esa lengua común, el latín vulgar, adoptada, en principio, por los invasores bárbaros, se fue mezclando con sus propias lenguas ‘germanas’. Hoy, nuestro español, con una base de un 70%, al menos, procedente del latín, está enriquecido con ‘germanismos’ muy comunes, como pueden ser guerra, robar, guardar, dardo, albergue, bandido, embajada, orgullo, ropa, ganso, aspa, guardia, espía…, el sufijo –engo (abolengo, realengo), y nombres como Álvaro, Fernando, Rodrigo, Gonzalo, Alfonso, Ramiro...’

Pero el caso es que la disgregación (y la disminución de los flujos de intercambio y comunicación a través de los grandes ejes (vías) que generaba el Imperio Romano) hace que, a partir del siglo VIII, empiecen a tomar cuerpo por Europa, por 'perversión' (o derivación) del latín, las lenguas romance: el provenzal, el francés, el italiano, el sardo, el romanche, el rumano y el dálmata.
En España (aún Hispania) pasó algo parecido, las invasiones de suevos, vándalos y alanos, posteriormente unificados en el reino visidodo, fueron conformando ámbitos territoriales, mal comunicados, y se perfilan el aragonés, el astur-leonés, el castellano (en la meseta), y el gallego, el portugués, el catalán…, que van adaptando cada uno de ellos el latín a sus modismos locales.

Y, para acabar de liarla, en 712 nos invaden los árabes y cae el reino visigodo, que había heredado, por decirlo así, la ‘primogenitura’ centralizadora romana, y que (porque, al parecer, eran ‘menos bárbaros’) mantenía como lingua franca ese idioma común, el viejo latín, con los ‘adobos' indicados.

Así que, a partir de ese 712, en Hispania se habla, al Sur, el árabe. Aunque en sus territorios de influencia nace el mozárabe (que es también una lengua romance, un latín evolucionado con muchas palabras árabes), que lo hablan los ‘cristianos’ (y los judíos, y muchos musulmanes). Y, en ‘zonas fronterizas’, al Norte, las adaptaciones locales del latin van conformando el gallego-portugués, el astur-leonés, el castellano (desde Cantabria hacia la meseta), el navarro-aragonés y el catalán. A los que hay que sumar el vascuence, que se mantiene aislado, e inalterable, en los valles eúskaros.

Precisamente, muy a finales del siglo X (o sea, cerca del año 1000) aparece documentadas las ‘jarchas’, poemas árabes que se escriben (me imagino que muchas) en mozárabe y que se consideran los primeros documentos en lengua romance hispánica. Por cierto, una dice así… «¡Tant'amare, tant'amare, habib, tant'amare!/ Enfermiron uellos nidios, ya dolen tan male». Y viendo la traducción, mira, como el asturianu, eso de los ‘uellos’... son los ojos. Por cierto, y 'ojo', en francés, es... «œil»

Nos adentramos en la Edad Media. Nace el castellano, precisamente en la zona Este de la actual Cantabria (recordemos las ‘Asturias de Santillana’), condado que pertenecía al Reino Astur-Leonés, y que fue por donde se inició la Reconquista, adentrándose y poblando las tierras del valle del Duero.

Es la época (siglos X, XI y XII, entre los 900 y el año 1200) de los juglares, personajes que transmitían verbalmente las historias de entonces (ese era el ‘mester de juglaría’). Eran, generalmente, ‘cantares de gesta’, que se contaban en un idioma que empezó a ser cada vez más común, y que se transmitían de padres a hijos. La expansión de la Reconquista fue acompañada por la expansión de ese idioma común, cuya muestra puede ser el más famoso cantar de gesta, el Cantar del Mío Cid, cuya primera recopilación se data hacia 1140 («Sospiro Myo Çid ca mucho auie grandes cuydados. Fablo Myo Çid bien e tan mesurado: Grado a ti Sennor Padre que estas en alto, Esto me an buelto myos enemigos malos»...)

Y, en paralelo, surgen las primeras muestras de textos escritos de ese nuevo idioma. Son las Glosas Emilianenses (del Monasterio de San Millán de la Cogolla, en la Rioja) y Silenses (del de Silos, en Burgos). La Rioja, Burgos… eran territorios ‘fronterizos’ y en esas glosas (apuntes que los monjes iban haciendo al margen de códices escritos en latín… supongo que para entenderlo mejor) aparecen también algunas en vascuence y en navarro-aragonés.

Y es tiempo, también, del Camino de Santiago. Por esa, y por otras vías de transmisión, esta lengua naciente se va enriqueciendo con galicismos y occitanismos: trobar, salvaje, peaje, ligero, galán, damisela,corcel, coraje, arpa, galope… son algunas de las nuevas adopciones. Por cierto, no dejemos atrás la aportación agarena: alcachofa, acequia, albaricoque, algodón, alcázar, alférez, tambor, jinete, atalaya, hazaña, alcoba, tabique, alcantarilla, azotea, alfombra, taza, almohada, tarima, albornoz, álgebra, alcohol, cifra, jarabe, azufre... por no hablar de los nombres de ciudades, rios, etc.

Pero, volviendo a nuestra historia, si hasta ahora se transmitían textos anónimos, ya empezamos a poner nombres a los impulsores del castellano: el monje Gonzalo de Berceo (también, desde San Millán de la Cogolla) fue quizás el primer poeta en castellano, y el mayor representante del llamado ‘mester de clerecía’, que impulsó la comunicación en esa lengua común a partir, como digo, de 1200 (siglo XIII).
Ya escribía, en sus Milagros de Nuestra Señora, de esta guisa: «Amigos e vassallos de Dios omnipotent/ si vós me escuchássedes por vuestro consiment/ querríavos contar un buen aveniment:/ terrédeslo en cabo por bueno verament./ Yo, maestro Gonçalvo de Verceo nomnado,/ yendo en romería caecí en un prado,/ verde e bien sencido, de flores bien poblado,/ logar cobdiciaduero pora omne cansado...».
Y no puedo menos que añadir una muy conocida cuarteta, que recuerdo de mi bachillerato (por cierto, entonces estudiábamos... hasta latín), escrita, como el anterior texto, 'en cuaderna vía' (o sea, en versos alejandrinos) que decía así:
Mester traygo fermoso, non es de joglaría
mester es sen pecado, ca es de clerecía
fablar curso rimado, por la quaderna vía
a sillavas cuntadas, ca es grant maestría

Otros dos personajes-clave entran en juego entre el siglo XIII y el XIV: Alfonso X el Sabio que, aparte de apoyar incondicionalmente la Escuela de Traductores de Toledo que, en cierto modo, estandarizó el castellano, fue un prolijo escritor en esa lengua, desde cantigas a textos legales (como el Código de las Siete Partidas) y códices variados, hasta de ajedrez y de astronomía. Y el hijo de su hermano Fernando, el infante Don Juan Manuel, que convirtió su ‘Libro de los Enxiemplos…’ o del conde Lucanor, en el primer best-seller en lengua castellana.
Así sonaba el castellano ‘culto’ un siglo después de Gonzalo de Berceo... «Agora, señor conde Lucanor, demás de los enxiemplos et proverbios que son en este libro, vos he dicho assaz a mi cuidar para poder guardar el alma et aun el cuerpo et la onra et la fazienda et el estado…»

Don Juan Manuel murió hacia 1350, en pleno siglo XIV. Quedaban algo más de 100 años para el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna, en 1492 (todavia siglo XV), con la imprenta y el descubrimiento de América… y la conversión del castellano en ‘español’, como lingua franca (ahora diríamos… ‘vehicular’) de una nación emergente consolidada por los Reyes Católicos.

Porque el vascuence, como el gallego, el catalán, y otras variantes romances… quedaron muy confinados, y olvidados, en sus territorios, básicamente como tradición oral, sin soporte en textos literarios, ante al pujanza del castellano/español, como idioma común de relación, en el turno que se nos abría como titulares del nuevo ‘Imperio Prevalente’ que se aproximaba.

Pero me estoy alargando, y la Gran Aventura de la Lengua Española continúa... así que tendré que dejarlo para otra entrada del Blog.

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