Por más que fuese el propio Jorge Manrique quien lo enunciara, aquello de que ‘cualquiera tiempo pasado fue mejor...’ es un pensamiento que se
puede prestar a mucha controversia… aunque lo que si es cierto es que todos (o casi todos) afloramos un punto de nostalgia, y hasta esbozamos una sonrisa, al recordar cosas de nuestra infancia. Y a quienes nos coincidió, esta infancia, con años de escasez, y de desarrollo del país… creo que más, porque rememoras años donde tenías que ingeniártelas para salir adelante, por ejemplo para entretenerte, o jugar, en un entorno
con muy pocos recursos a tu alcance.
Todavía mantengo entre mis recuerdos nuestras grandes ‘batallas navales’ en la playa, creando ‘flotas de barcos’ modelados en arena en cuyas ‘torretas’ pinchábamos pequeños palos (eran los ‘cañones’) para luego, desde la distancia, lanzando alternativamente ‘cantos rodados’ al estilo de jugar a los bolos (bolos ‘nacionales’, no ‘bowling’), tratar de desmantelarlos y ganar la batalla.
Y esto de que la gente tenía que aguzar su ingenio enlazaba con múltiples aspectos de la propia vida y del desarrollo personal, se fortalecía la comunicación, y hasta los valores humanos, hasta el punto de que éramos una generación de ‘supervivientes’ en un mundo ‘escaso’, educados en la magnífica escuela del ‘tener que arreglártelas como pudieras’, lo cual estimula las neuronas. Así (dicen...) no es raro que esas generaciones produzcan muchas mentes preclaras que permiten despegar a un país.
Uno de los juegos, con nuestros padres, que recuerdo, se refiere al mundo de las adivinanzas, que ahora ensalzan los educadores porque (lo copio de un artículo) “Se ha demostrado que las adivinanzas son un ejercicio excelente para estimular el pensamiento abstracto, el aprendizaje y la inteligencia infantil. También la inteligencia emocional. Además les ayuda a desarrollar su lenguaje, su capacidad para resolver problemas y les ayuda a apropiarse de los conceptos con mayor rapidez”.
Y se añade que, aparte de promover el ser extrovertido, las adivinanzas también "son un buen ejercicio para potenciar la memoria y la atención, los niños quieren recordarlas para contárselas luego a sus amigos en el colegio, etc". Y (también dicen…) se debe a que este juego activa diferentes circuitos cerebrales, especialmente el área prefrontal de la corteza y el hipocampo, dos regiones del cerebro que participan en el desarrollo del pensamiento y el lenguaje, la decodificación de conceptos y la fijación de la memoria.
Casi nada… Por eso, cuando leí hace unos días una relación de ‘aquellas’ adivinanzas, me hice el firme propósito de incluir, algunas, en mi Blog, como homenaje y recuerdo de algo muy infantil, que, aunque bastante ‘kitsch’, te embarga en un aire de nostalgia… que siempre es bueno.
Hombre, todos recordamos aquello de...
Todavía mantengo entre mis recuerdos nuestras grandes ‘batallas navales’ en la playa, creando ‘flotas de barcos’ modelados en arena en cuyas ‘torretas’ pinchábamos pequeños palos (eran los ‘cañones’) para luego, desde la distancia, lanzando alternativamente ‘cantos rodados’ al estilo de jugar a los bolos (bolos ‘nacionales’, no ‘bowling’), tratar de desmantelarlos y ganar la batalla.
Y esto de que la gente tenía que aguzar su ingenio enlazaba con múltiples aspectos de la propia vida y del desarrollo personal, se fortalecía la comunicación, y hasta los valores humanos, hasta el punto de que éramos una generación de ‘supervivientes’ en un mundo ‘escaso’, educados en la magnífica escuela del ‘tener que arreglártelas como pudieras’, lo cual estimula las neuronas. Así (dicen...) no es raro que esas generaciones produzcan muchas mentes preclaras que permiten despegar a un país.
Uno de los juegos, con nuestros padres, que recuerdo, se refiere al mundo de las adivinanzas, que ahora ensalzan los educadores porque (lo copio de un artículo) “Se ha demostrado que las adivinanzas son un ejercicio excelente para estimular el pensamiento abstracto, el aprendizaje y la inteligencia infantil. También la inteligencia emocional. Además les ayuda a desarrollar su lenguaje, su capacidad para resolver problemas y les ayuda a apropiarse de los conceptos con mayor rapidez”.
Y se añade que, aparte de promover el ser extrovertido, las adivinanzas también "son un buen ejercicio para potenciar la memoria y la atención, los niños quieren recordarlas para contárselas luego a sus amigos en el colegio, etc". Y (también dicen…) se debe a que este juego activa diferentes circuitos cerebrales, especialmente el área prefrontal de la corteza y el hipocampo, dos regiones del cerebro que participan en el desarrollo del pensamiento y el lenguaje, la decodificación de conceptos y la fijación de la memoria.
Casi nada… Por eso, cuando leí hace unos días una relación de ‘aquellas’ adivinanzas, me hice el firme propósito de incluir, algunas, en mi Blog, como homenaje y recuerdo de algo muy infantil, que, aunque bastante ‘kitsch’, te embarga en un aire de nostalgia… que siempre es bueno.
Hombre, todos recordamos aquello de...
Blanca por dentro, verde por fuera. Si no sabes, espera.
Pero había muchísimas más. Por ejemplo…
- Soy bonito por delante y algo feo por detrás, me transformo a cada instante, ya que imito a los demás. (el espejo)
- Oro parece, plata no es. Abran las cortinas y verán lo que es. (el plátano)
- Me llegan las cartas y no sé leer y, aunque me las trago, no mancho el papel. (el buzón)
- En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio. Si sucio, me ponen limpio, y si limpio, me ponen sucio. (el pañuelo)
- ¿Qué cosa es? ¿Qué cosa es? Que corre mucho y no tiene pies. (el viento)
- Te la digo, te la digo, te la vuelvo a repetir, te la digo veinte veces y no me la sabes decir. (la tela)
- Soy ave y soy llana, no tengo ni pico, ni tengo alas. (una avellana)
- Camino sin tener patas, a cuestas llevo mi casa. Y dejo hilos de plata, por donde mi cuerpo pasa. (el caracol)
- Nace en el mar, muere en el río. Ese es mi nombre, ¡Pues vaya lío...! (Mario)
- Tiene dientes y no come, tiene cabeza y no es hombre. (el ajo)
- Desde el lunes hasta el viernes soy la última en llegar, el sábado soy la primera y el domingo a descansar. ¿Quién soy? (la letra S)
- Soy un mes de vacaciones y evoco a un emperador. A veces refresco el rostro, otras doy mucho calor. (el mes de agosto).
- Agua pasa por mi casa, cate por mi corazón. Espero con lo que he dicho, que sepas la solución. (el aguacate)
- Me abrigo con paños blancos, luzco blanca cabellera y por causa mía llora, hasta una cocinera. (la cebolla)
- Una señorita muy señoreada, lleva capa verde y blusa colorada. (la sandía)
- Pi pi, cantan los pájaros. Miento y digo la verdad. Pero por listo que seas, ésta no la acertarás. (el pimiento)
- Todos me quieren para descansar. ¡Si ya te lo he dicho! No lo pienses más. (la silla)
- La gente pasa por mí, y yo no paso por nadie. Todos preguntan por mí, y yo no pregunto por nadie. (una calle)
- Y lo es, y lo es, y no me lo adivinas ni en un mes. (el hilo)
- En mí se mueren los ríos, por mí los barcos se van. Muy breve es el nombre mío, tres letras tiene, no más. (el mar)
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