jueves, 15 de junio de 2023

El bable de los astures

Me doy cuenta de que, desde hace varias semanas, no se si por soterrada influencia de mi ‘famoso’ libro de ‘Crónicas socio-políticas…’ o porque, verdaderamente, los tiempos andan muy revueltos y se presiente que ‘se avecina el turbón’ (por cierto, en ‘asturiano normalizado’, torbón, y en castellano, turbión), ...este Blog se está volviendo muy poco ‘variopinto’, porque solo etiqueto artículos sobre Política y Sociedad. Así que es hora de salir, aunque sea un momento, del carril optado. Y hoy voy a hablar de lo que dice el título. Que, aunque también puede ser un tema ‘socio-político’, lo integraré en la etiqueta de ‘Pensamiento’… porque me apetece filosofar un poco.


Para ello, empezaré poniendo el título en cristiano: ‘el habla de los asturianos’. Porque bable significa eso: habla (o fabla). Así que hoy toca hablar sobre nuestra (o nuestras…) hablas.

De toda la vida, al habla de los asturianos se le llamaba, genéricamente, el bable. Que, en la época en que los españolitos empezamos a dejar de estudiar francés, en el bachiller, y se imponía el inglés, algunos llamaban, y con cierto deje despectivo, el ‘beibol’. Yo entonces decidí llamarlo ‘el asturiano’ y así, en mi intimo pensamiento, lo identifiqué desde entonces.

Lo que pasa es que, en estos momentos, el asturiano (‘el asturianu’) parece ser que es la nueva denominación del idioma que se quiere imponer, como lengua regional oficial, en nuestra tierra. Y me han roto mis esquemas, porque esto es una cosa que no estoy digiriendo fácilmente. Y es que yo soy ferviente defensor de nuestro idioma regional, y me encanta usarlo… pero solo ‘coloquialmente’, ‘para andar por casa’.

Me encanta decir, por ejemplo, lo de quedar fartucu, echar un pigacín, reirme a esgaya, pasear por les caleyes y, por supuesto, hablar de tener los pies abrasaos, decir que hace un fríu criminal o que, 'a lo tontu, no díme cuenta y estrapallé el cacharru’… pero jamás se me ocurriría usarlo para hacer una tesis doctoral, o un discurso genérico, ni pediría traducción simultánea para comunicarme con el resto del orbe, por aquello de asegurarse entender y/o ser entendido con exactitud.

Así que por lo que no paso es por lo de oficializar su uso. O sea, por eso de que todos los asturianos tengamos (como diría el Decreto habilitante) el deber de conocerlo y el derecho a usarlo’.
Porque esta frase magna... la puede cargar el diablo. Vamos, que si alguien aduce su derecho a usarlo... te podría obligar a conocerlo (y a tener que utilizarlo).


Digo más, en realidad no paso por dos temas: primero, por lo de ‘la normalización, que no es más que el aprisco, redil o corral donde se producirá el agrupamiento (para mejor control) del rebaño, y luego por lo de ‘la oficialización… que sería el objetivo final. Bueno, o ‘semifinal’… que me parece que puede haber gente con otros objetivos ocultos, en esto del ‘asturianismo’.

Lo primero, lo de la normalización, lo tengo muy claro: El bable (el habla…) de los asturianos es muy plural, es el habla de cada comarca, no es lo mismo el habla de Llanes, y del Oriente, con su hache aspirada (jornu, jatu, jambre, jelechu…), sus frecuentes terminaciones en '_i', y su específica tonalidad, que el de la Asturias central y/o el eonaviego del occidente. No insisto en ello, que ya lo he comentado en más de una ocasión: ‘normalizando’ el asturiano conseguimos, solamente, capar la riqueza del lenguaje ancestral, y crear un idioma ficticio para ‘globalizarnos’… y justificar otras cosas.

Y respecto a la oficialización… pues es claro. Se trata de un elemento perturbador, de un paso innecesario (necesario solo para otros intereses… espurios) que no tiene nada que ver con el apego a nuestra vieja lengua y con el empeño en mantener un desarrollo y protección a un elemento cultural que nos es muy propio.

Y voy a aclararlo con un ejemplo: Yo, que soy, evidentemente, ‘de ciencias’, en mis años mozos (porque en aquellos tiempos el Bachiller ‘era otra cosa’)… estudié latín. Y a lo que voy: estoy encantado de haberlo hecho, y de conocer, siquiera rudimentariamente, este idioma, que está en el origen del español. Y me gustaría que todos los bachilleres de hoy estudiasen, como yo hice, el latín.

Porque, entre otras cosas, nos ayuda a entender que, por ejemplo, ‘procrastinar’ es ‘dejar las cosas para mañana’… ya que en latín, mañana (en su acepción ‘temporal’) es ‘cras’. Y a que (como se decía en una vieja anécdota de la posguerra), a los naturales de Cabra les podamos llamar, mucho más finamente... egabrenses.

Pero voy al caso: en España tenemos, sin la menor duda, importantes razones culturales para fomentar el estudio del latín, para promover su protección, para poder tener centros de interpretación del latín... pero a nadie se le ocurre hacer del latín una lengua oficial, o de obligarnos a expresarnos en latín. Aunque tampoco sería una cosa tan extraña, de hecho ya fue, durante muchos siglos, la ‘lingua franca’ de Europa.

Por lo tanto, y por lo que hoy toca, bienvenido sea el bable de los asturianos (o, mejor, ‘los bables de los asturianos’). Pero eso de crear un habla ‘normalizada’ haciendo un pastiche basado en nuestras hablas raíces, eso de ’tunear’ la ancestral lengua asturleonesa (emparentada, igualmente, con el ‘extremeñu’) y anular sus variantes, y eso de decir que este es ‘el asturianu’, la lengua oficial de nuestra región con la que los asturianos tendremos que convivir (y, muy presumiblemente, saber usar)… pues va a ser que no (al menos, en lo que a mi respecta).

Que es que no acabo de ver este ‘salto conceptual’ que dan algunos de pasar de un fondo, o ‘acervo cultural’, como individuos, cuyo conocimiento claramente hay que promover y proteger… a tratar de ‘normalizarlo’, reinventándolo y sobre todo… oficializar su uso.

Repito: hagámoslo, que no lo hemos hecho, con el latín. Que mira, siendo la ancestral lengua común de asturianos, gallegos, leoneses, castellanos, extremeños, valencianos, aragoneses, catalanes… e incluso portugueses… a lo mejor hasta ayudaba a frenar la tentación de seguir creando… reinos de Taifas.

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