viernes, 9 de diciembre de 2022

La Revolución Industrial (II)

Hablaba ayer de la gran revolución (en mi criterio personal, considero es la verdadera versión ‘Industria 3.0’) que, para las empresas (entonces, muy manufactureras) supuso la Racionalización y Optimización del desempeño en el Trabajo. Es decir, la mejora de métodos, el trabajo en cadena, la optimización de costes… la búsqueda de la eficacia y de la eficiencia, en suma… que incluía la medida científica del trabajo, y su aplicación a un racional sistema de incentivos, que sustituyó al famoso ‘destajo’.

En una palabra, lo que inició Taylor, y su ‘taylorismo’, desarrolló prácticamente Henry Ford, en la fabricación del popular, por asequible, modelo Ford T (que en 1918 suponía el 50% de los coches que circulaban por EE.UU) y que consolidó, con su ‘estudio de movimientos’, la pareja Frank y Lillian Gilbreth, y sus famosos ‘therblig’, o movimientos básicos para analizar y mejorar la productividad, que sin duda fueron los precursores del análisis por MTM (Methods Time Measurement) de Maynard y compañía, desarrollado hacia la mitad del siglo XX)

(Por cierto: eran tan famosos que en 1950 se hizo una película (bueno, una comedia bastante rancia, me la acabo de descargar con el aMule) que aquí se llamó ‘Trece por docena’, basada en los Gilbreth. La recuerdo porque se comentaba, entre otros, el ejercicio de ‘como bañarse científicamente en menos de 3 minutos’ (o la optimización del tiempo de abrocharse un chaleco… empezándolo a hacer desde abajo) que fueron ‘anécdotas’ a menudo comentadas en las charlas de Mejora de Métodos de Bedaux Española, donde yo me desteté profesionalmente).

Porque Charles Bedaux (en realidad Madame Bedaux, el hombre murió en 1944), con su muy famoso ‘Método Bedaux’ de medida del trabajo, revolucionó, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, la industria, con sus técnicas de Medida del Trabajo, Mejora de Métodos, Racionalización… y Retribución variable (primas a la producción). Y en este mundo, ya desde 1965 (como ‘becario’) y desde el 70, como Ingeniero de Aplicaciones de Bedaux Española S.A me moví yo, entre cronómetros, escala Bedaux de medida de la Actividad humana, coeficientes de descanso, diagramas de actividades simultáneas… llegando a ser un buen experto.

Eran tiempos (digamos que desde el 1960 al 80 y pico años) en que los salarios de los ‘ejecutantes’ estaban complementados por una ‘prima de producción’, y el trabajo (y el método) se analizaba minuciosamente, para definir la producción/hora exigible, y la óptima… y premiar por los logros obtenidos… todo bajo principios absolutamente objetivos.

Y así (con iniciales incrementos de la Productividad de un 30, 40… y hasta el 100%, o más, introduciendo las ‘Mejoras de Método’, progresó grandemente la industria, de manera que creo que esta fue la tercera Revolución Industrial. La versión Industria 3.0 vamos.

Luego, a partir de 1990 (y también lo viví en primera persona, en mi regreso, post-San Claudio, a la ahora multinacional de Organización Empresarial Roland Berger-Bedaux), fue decayendo la dedicación personal de los consultores de Organización. Hasta entonces, se trabajaba, mayormente, en casa del cliente, y se cobraba ‘por horas de dedicación’. ‘Como las putas’, bromeaba alguno. ‘Y más o menos al mismo precio’, terciaba alguien más...

Fueron tiempos gloriosos para el mundo del Consulting. El España, a partir de Bedaux, comenzaron a crecer primero varias, luego muchas, empresas de consultoria. Y es que el enfoque de la ‘Consultoría de Organización’, en general, era muy sencillo: ¿Qué hacía un consultor…? Pues dedicar sus horas, específicamente, a resolver un problema de una empresa (e implantar una solución ‘que aportaba al beneficio’)... como persona altamente especializada y como persona que ‘eventualmente’ podía dedicar todo su tiempo a un solo problema. Perfil profesional del que las empresas, normalmente, no disponian, y que además, permitía acortar enormemente el proceso de implantación de una mejora.

Más tarde se vieron otras ‘ventajas’. Muy típica, el apoyarse en la Consultoria (en el análisis ‘de alguien de fuera’) como aval o excusa de decisiones ‘políticas’, al hacerlas 'alguien de fuera’. Y así, por ejemplo, éramos muy útiles para cambiar funciones, organigramas y responsabilidades o, muy habitual, crear una eficaz ‘calificación de puestos de trabajo’ (y establecer más justos y racionales niveles retributivos, en suma). Vamos que, en estos casos, para los disconformidades el ‘malo’ era… el consultor externo.

Pero (desde mi perspectiva personal) a partir del 85 (1985), más o menos cuando en España se empezó a hablar de ‘pelotazos’, empezó a desarrollarse la ‘Consultoría de Dirección’ (el ‘coaching’, vamos) y los estudios minuciosos fueron sustituidos por ‘bla-bla-blas’ y ‘presentaciones Power Point’, emergieron nuevos 'palabros' (apareció el idioma ‘tecnológico’ del consultor, que creció junto al ‘mediqués’ y el ‘politiqués’) como el 'throughput' y la Teoría de las Restricciones, el Just in Time, el Ishikawa, el DAFO… y, junto con el desarrollo de la informática, de los PCs y de Internet, iniciaron un cambio en la organización industrial. Pero a este nuevo enfoque yo lo llamaría… Industria 3.5, y será la antesala de la Industria 4.0 (y 5.0) de las que hablaré pronto.

Así que esta Organización y Racionalización del Trabajo, y su apoyo por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en el periodo que va desde la segunda Guerra Mundial hasta finales de siglo XX si que creo que fue la verdadera 'Industria 3.0, y no lo que dicen (por ejemplo la Wiki, como comenté en la entrada anterior) de que la Tercera Revolución Industrial fue la ‘revolución científico-tecnológica’, la de las energías renovables, las fuentes de energía recargables, la red eléctrica inteligente, etc.... que avalan los tecnócratas del Parlamento Europeo. O sea, la 'piji-pandi' política del mundo Occidental, vamos.

Pero caramba, como siempre, ya me he enrollado bastante más de la cuenta, así que concluiré hablando de Industria 4.0 e Industria 5.0 en una próxima entrega…

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