El título nace de una vieja frase muy manida, incluso ‘forjadora de opinión’… que nos induce a estar siempre ‘del lado’, o ‘de acuerdo’ con lo que dice el médico… porque es que el profesional de la medicina (doctor, médico, facultativo… o ‘matasanos’) es una de las profesiones con más ‘halo dignificador’ que existe, desde el principio de los tiempos, en nuestra sociedad. Creo que todo pudo empezar cuando aquellos ‘curanderos’, o
‘hechiceros’ de la tribu, con misteriosos sortilegios (antecesores del críptico lenguaje ‘mediqués’… y de su no menos críptica caligrafía), sanaban a los pobres mortales… y ello les hacía estar en un pedestal superior.
Pero, no dudando de su importancia y sus valores… convendría poner un poquito ‘en solfa’ (o al menos echar un vistazo crítico) al posicionamiento de estos profesionales en los esquemas vitales de los ciudadanos, normales, que somos. Y de momento, como usuario (no como analista especializado, claro…), yo veo que los médicos tienden a aproximarse a alguno de estos tres perfiles ‘puros’:
El primero es el del clásico ‘médico familiar a la antigua usanza’: los del ojo clínico, los que saben ‘más por viejo que por diablo’, los ‘médicos del cuerpo y del alma’… vamos, los que (los que tenemos cierta edad) reconocemos como ‘el médico que venía a casa’. Es, ciertamente, lo más parecido al hechicero o chamán de la tribu… pero está en claro proceso de extinción.
El segundo es el del (en general) joven facultativo, muy al día en las técnicas de su especialidad, y gran dominador de métodos y equipos de alta tecnología, que diagnostican y prescriben basándose, principalmente, en los resultados de pruebas o análisis y en baremos poblacionales. En general al paciente se le encuadra según su posición en un dato estadístico… y, también en general, se nos considera (a los pacientes) como una maquinaria que hay que afinar, o mantener, según estrictos cánones vigentes… de los que son significados defensores.
Y el tercer gran perfil puro (por supuesto, como los anteriores, extremo, o utópico) es el del doctor en medicina que se considera, como tal, provisto de un conocimiento superior que quiere siempre que aflore en primer término, incluso aunque nadie lo ponga en duda, lo que le hace expresar un ‘palpable supremacismo’ ante el paciente, al que, ciertamente, considera inferior, y subestima, tratándole con poca delicadeza… por decirlo delicadamente.
Y me parece que todos nos hemos topado alguna vez con ‘especímenes’ en los que predominaban caracteres cercanos a alguno de estos tres ‘arquetipos’. Lo que sigue sería preguntarnos cómo actuamos (o deberíamos haber actuado) en cada caso...
A mi el que, psicológicamente, mejor me hace sentir, en el primero. Vamos, es el médico que te dice claramente que “hombre, a estas alturas, no pretenderás tener los amortiguadores, o el motor, de un coche nuevo ¿no…?” y te aporta algunas ideas para mejorar pero (por decirlo así) sin ‘reñirte’ por estar gordo, por tomar algún whisky, etc. Aunque reconozco que me tocó alguno demasiado ‘laxo’. Tirando a pasotilla, vamos… y tampoco es eso.
El siguiente, el ‘tecnológico,’ puede ser muy positivo… si no fuese porque actúan como los mecánicos de Fernando Alonso. Es decir, te tratan como si fueses un coche ‘fórmula uno’ (o, por lo menos, un coche de rallies) y quieren ‘ponerte a punto’ para competir. Esto significa que cualquier tontería (unas décimas de presión arterial, un ‘rozar el límite’ en urea, o glucosa, o triglicéridos...) les parece un mundo… cuando la única verdad es que el cuerpo humano es una máquina absolutamente flexible y adaptable. Una máquina perfecta, vamos, que si no se coloca en 'situaciones extremas', no se va a ‘desencuadernar’ por unas ‘decimitas’.
Y es que esta maquinaria humana dispone de muy amplios márgenes de maniobra. Por ejemplo, funcionamos bien en entornos que van desde los 30ºC bajo cero hasta los +50ºC, bajo una presión atmosférica que va desde 0,5 bares (a unos 5000 metros) hasta 5 bares (a 50 m bajo el mar), entre el 30 y el 95% de humedad relativa, con el corazón que ‘tira bien’ desde 50 a 130 pulsaciones por minuto, podemos estar sin comer 2 (o 3) semanas… o comernos una vaca en un par de sentadas, sin beber durante 4 o 5 días… o bebernos 20 cervezas en una mañana… (etc, etc). Así que menos lobos, Caperucita.
Y me queda el tercer arquetipo: el del médico supremacista. Que los hay, y que son capaces, por su cara bonita, por ejemplo, no ya de hablarte (y reñirte) como a un niño, sino poder recibirte ‘impunemente’ con varias horas de retraso, o tratarte como si fueses un 'paria'… etc.
Yo los sufrí, y debo decir que en mi conciencia está el que a uno, muy famoso, que nos citó a las 4 y nos recibió cerca de las 9 de la noche para despedirnos con una ‘larga cambiada’, sin entrar en solución alguna… le dije que nos pasase la minuta por correo... y nunca le pagué. Y a otro, que 'le puse firme' diciéndole a la cara que un poco de respeto, que si él era doctor en medicina… yo lo era en ingeniería.
Pero todo esto sucedió cuando yo era joven… y fogoso, que yo creo que ahora no me atrevería… aunque también espero que, con las mismas, ‘ellos’ tampoco se atrevan a tratarme mal. Entre otras cosas porque, en estos tiempos que corren hoy en día, también hay que decirlo, por cualquier cosilla se puede rifar, y no sabría decir en qué proporción, bien una demanda judicial… o bien un par de ostias.
Así que me quedo con el título: intentemos que el médico sea nuestro amigo y, en el trato, exhibiendo mutuamente, como estandartes, el civismo, la empatía, y la buena educación, confiemos en que se suavicen las eventuales asperezas…
¡Y tutti contenti…!
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