A
hora que ya he vuelto a mis cuarteles de invierno, en Oviedo, vuelvo a reencontrarme con mi fiel acompañante nocturno, mi radio digital, con sus memorias, mi ‘mono-auricular’ y mi ‘alargador del cable de audio’, para poder dormir de lado e incluso darme vueltas en la cama, y que es donde puedo oir, alternadamente, y a mi gusto, a ‘mis Tres Tenores’ (Carlos Herrera, Carlos Alsina y ‘Fedeguico’ Jimenez Losantos) que en mi Llanes estival hay muy poca cobertura, y los echaba de menos.
Tres tenores que, como en los Tres Mosqueteros, en realidad son cuatro, porque también oigo siempre, el fin de semana, a Luis del Pino, y su ‘Sin Complejos’. Y precisamente de éste último mosquetero tomo prestado el título de su último libro, ‘La dictadura infinita’, que estoy ojeando (que ya creo haber dicho que los libros en papel ‘se hojean’, pero los libros digitales… en todo caso ‘se ojean’).
Pero, como primera impresión, me parece que lo que yo quiero decir sobre ‘la dictadura infinita’ no tiene excesiva ligazón con lo que presenta del Pino en su libro… que es un plausible ensayo filosófico-periodístico, así que solo me permitiré usar su título, porque me parece extremadamente sugerente para lo que quiero lucubrar hoy… moviéndome dentro de las limitaciones de una simple entrada de blog, donde solo debes escribir en plan ‘conceptual’.
Si, porque yo también quiero referirme a las ‘cadenas’ que nos han echado encima con esto de ‘la democracia’… y lo difícil que puede resultar desprenderse de ellas, porque pueden ser ataduras ‘infinitas’.
Que yo no quiero ser revolucionario, yo solo quiero ser (y sentirme…) una (utópica…) persona libre, pero ya dije hace tiempo que esto de la democracia es un cachondeo, que ‘demós’ en Grecia, eran ‘los ciudadanos’, que eran los que tenían derecho a asistir al Foro, esto es, en general varones, con algún título de propiedad, y residentes en la ‘polis’. O sea, ‘los señoritos’. O sea, lo que hoy son… los políticos y sus adláteres.
Porque el pueblo llano era el ‘laós’. De ahí el término, culto, de ‘la Laocracia’. De ahí proviene, etimológicamente, y sin ir más lejos, eso de ‘los laicos’ que originalmente distinguía ‘al pueblo’ de la dominante clase clerical.
Bueno, decía que usaría solo el título... pero voy a trascribir unas líneas de Luis del Pino, que encontré entreveradas en su relato de aconteceres de la historia mundial del siglo XX (en mi opinión, demasiado exhaustivo: el tributo a tener que ofrecer al editor un atractivo argumento… pero en un libro de ‘X’ páginas), porque esto si que lo asumo, y firmo, como tesis propia… porque describe muy claramente el ‘fondo de la cuestión’:
«Este libro pretende ser la crónica de una perplejidad. La de alguien, yo, que a punto de cumplir sesenta años, ve cómo todo lo que le parecía positivo, lógico e inevitable se derrumba. La de alguien que ve que el liberalismo democrático, lejos de triunfar, está perdiendo la partida frente a todo tipo de totalitarismos, de nuevo y de viejo cuño.»
Porque de esto se trata: que yo también temo, y grandemente, que nos han metido (los políticos) en un montaje (‘la democracia’) que, invocando su santo nombre, se puede utilizar para anteponer, y promocionar, las ideas de unos círculos privilegiados (léase lobbies, Agendas, Clubs, principios ideológicos, ocurrencias modernistas, estilos de vida, modas…) a donde nos conducen, indefectiblemente, y por su propio interés, a los comunes de los mortales (o sea, al pueblo llano).
Y es que ha nacido un nuevo totalitarismo: el totalitarismo democrático. Que en nada se diferencia (respecto a la capacidad de poder, si aceptamos que existen ‘cloacas del estado’) del totalitarismo dictatorial… salvo que, en el primer caso, puede ser posible, cada 4 años, cambiar de dictador. Bueno... solo 'puede...', que no hay que despreciar la evidente capacidad potencial de, desde el poder, influir en el voto ‘popular’...
Y a ver quien es el guapo que puede salirse de ese camino… y a donde va, que esa es otra, porque efectivamente ‘ellos’ son el poder, son los que hacen las leyes, manejan a su antojo los caudales públicos, pulsan estados de opinión, dominan la información, y la publicidad, premian y castigan...
Así que nos encontramos encadenados (¿unidos en una yunta…?) a un sistema dictatorial que es la democracia. Bien, aceptaría que podría ser una ‘dictablanda’… o sea estar dirigidos por un gobierno ‘pactista’, pero solo si se me acepta que, dentro del sistema democrático (o en su perímetro) también hay determinados grupos políticos (o ideológicos) que son partidarios de tomar el mando… y establecer una verdadera ‘dura dictadura’ de iniciativas e ideas.
Y aquí se plantea el problema: que, con tan pesadas cadenas con que, al pueblo llano (el ‘laós’) se le maniata, y con una democracia que, en manos de ciertas personas (o a sueldo de ciertas ideologías o intereses económicos globales) se puede convertir en una ‘dictadura infinita’… a ver quien es el 'libre-pensador' que puede desembarazarse de ello.
Francamente… ¿Todo esto no suena ‘bastante’ a aquella historia de castas Alfa… y Delta y Epsilon, de ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley…?
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