jueves, 7 de julio de 2022

El kintsugi

H oy me apetece sacar a colación un invento japonés, el kintsugi, que acabo de conocer, y que me va a dar pie para un bonito pensamiento, o reflexión. Y es que en esta vida es importante sacar conclusiones personales de pequeñas buenas cosas, de manera que, como le sucedía al ‘pequeño Saltamontes’, las podamos convertir en lecciones aprendidas que contribuyan positivamente en tu propio desarrollo personal.
Y, ‘dicho_sto’... hablemos del kintsugi.

El kintsugi, o kintsukuroi, (cuya traducción puede ser ‘carpintería o reparación de oro’) es un arte japonés ancestral que consistía en reparar las fracturas de las piezas de cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino.

Parece ser que, a finales del siglo XV (o sea, en la época de Colón y del descubrimiento de América), cuenta la Wikipedia que ...”el shōgun Ashikaga Yoshimasa, envió a China dos de sus tazones de té favoritos para ser reparados. Los tazones volvieron reparados con unas feas grapas de metal, que los volvían toscos y desagradables a la vista. El resultado no fue de su agrado, así que buscó artesanos japoneses que hicieran una mejor reparación, dando así con una nueva forma de reparar cerámicas, convertida en arte”.

Y es así porque, con el arte, o técnica, del kintsugi, se consigue que la cicatriz del objeto pase a formar parte de su propia esencia, y le aporte un valor añadido estético. Es decir, embelleciéndolo. De esta forma, la pieza rota adquiere un nuevo sentido, por el que uno puede sentirse orgulloso, y presumir de ella, así reparada, como objeto singular, y meritorio.

Se trata, pues, en el fondo, de buscar satisfacción en el tratamiento dado a un fallo, o defecto, de enorgullecerse de lo conseguido, y de poder exhibirlo como un logro artístico nuevo, y único.

Y, a través de esa idea, mi pensamiento ser enfoca a si, a los seres humanos, no nos convendría adoptar esa filosofía del kintsugi y pensar que los fallos, o defectos, tanto propios como de nuestras personas cercanas, los podemos reparar de tal forma que, incluso, aporten más valor, o apreciación. Y que, tras esa reparación, nos sintamos muy orgullosos de lo conseguido, porque la apreciamos más al haberla reconstruido ‘con nuestro propio oro, y esfuerzo’.

Cierto que los humanos somos más complicados que una taza de cerámica… pero es bonito pensar en intentar hacer kintsugi… cuando se nos rompa algún vínculo personal.

Y cierto también que no debemos caer en la tentación de probar hacer añicos todas nuestras ‘tazas’, para jugar a repararlas y añadirles valor, que es lo que, al parecer, sucedió más de una vez en Japón… porque eso condujo a desvirtualizar el Arte, al tratar de convertirlo en un negocio.

Así que quedémonos con el concepto puro del kintsugi que, como aquel de Adolfo Dominguez de ‘la arruga es bella’, entiendo que está para ser usado ‘en pequeñas diócesis’, y nunca para pecar por exceso... ni de las arrugas, ni del polvo de oro. Vamos que lo bueno, si breve… dos veces bueno.
Pero la idea, como valor de conducta humana, es guapa y tiene ‘su aquel’ ¿no?
Y, por cierto... qué 'retorcidos' (de mente) son los shogunes japoneses, carayo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario