lunes, 23 de mayo de 2022

Burjassot

Hace unos días salió en la prensa la noticia de que en Burjassot, una población del cinturón industrial de Valencia de más de 38.000 habitantes, hubo una violación grupal a dos niñas de 12 y 13 años, que vivían en un pueblo cercano y que habían quedado, por Instagram, con dos chicos de ese pueblo, en una casa abandonada. Y los chicos, también menores, se presentaron con varios compañeros, y perpetraron una agresión sexual ‘en manada’.

Esta es la noticia escueta, y ya da mucho que pensar sobre la formación y ‘valores’ de estos niños y niñas de hoy… y, por cierto (es algo que lo pienso hace mucho) qué pasa, en particular, con los valencianos que (soy consciente que tendría que pedir perdón por generalizar) me da la sensación de que son muy especialmente ‘rijosos’, no se si por el clima, o por la mezcolanza existente en la sangre levantina.

Pero lo que me llamó muy poderosamente la atención fue el ver por televisión que, cuando el Juez decretó la puesta en libertad de 4 de los chicos detenidos (y, por cierto, en contra del criterio de la Fiscalía de Menores)… fueron recibidos, a las puertas de los Juzgados, con grandes gritos y aclamaciones, por sus familiares y amigos.

Viendo las imágenes, a mi se me retorció el alma, viendo las carreras, gritos de alegría, abrazos, y poco menos que el sacarlos en volandas, aquello parecía más bien el recibimiento de los Campeones de Liga… que no se yo si hasta se oyó algún ‘ohé... ohé, ohé, ohé…’

Hoy, al fin, un periodista, Luis del Val, extraordinario editorialista, y mejor persona, baturro él, y casi de mi edad, hizo el comentario ‘ah hoc’ en su inserto radiofónico ‘La fotografía de Luis del Val’ y, como coincido plenamente, no me duelen prendas, en su homenaje, citar alguno de sus pensamientos.

Que los inició con la frase «Reconozco que soy un mal periodista porque me cuesta mucho abandonar las emociones y encadenarme a la actualidad…». Porque, explicaba, no era capaz de borrar de su mente el espectáculo de ver salir entre aplausos, casi a hombros, y jaleados por sus madres, a 4 chavales de 15 a 17 años a los que el juez puso en libertad siendo presuntos violadores de dos niñas mucho menores, lo que le parece el producto de un deterioro social mucho más perverso que el recibir con el ‘ongi etorri’ a los etarras, al salir de la cárcel.

Y es que, así como quien homenajea a un asesino es, en el fondo, partidario de sus asesinatos, ¿Qué pasa con quienes homenajean a estos presuntos violadores en manada a niñas mucho menores, e indefensas? ¿Acaso es que esos padres, y madres, son partidarios de que sus hijos vayan en pandilla a violar a niñas…?

¿A esto ha llegado la educación cívica? ¿A tomar claro partido, es decir, en el fondo… a aprobar que unos niñatos se entretengan violando a chiquillas varios años menores? ¿Y a sacarlos a hombres, como los toreros?.

Vamos que pienso que, culturalmente, hay un extenso sector social español que ha perdido el Norte. Yo no se la culpa que puedan tener, en ello, las actuales televisiones y sus programas ‘populistas’ (para mi… bastante) pero hay un gran déficit de lo que siempre se han llamado ‘valores’, y prima el visceralismo irracional.

Y primario e irreflexivo. Porque estas madres, cuarentaañeras, que vi, alborozadas, abrazando a sus hijos, presuntos culpables de un delito execrable, tenían que pensar también en las dos niñas, que fueron las víctimas, y en sus propias madres y, por lo menos, ser lo suficientemente sensibles (y también didácticas) para no dar el espectáculo ofrecido.
Pero mucho me temo que, en la cultura actual, su pensamiento no era otro que el de que ‘pobre hijito mío, que en vaya berenjenal le han metido esas (por ser fino…) pelanduscas…’

De lo único que me alegro (es un decir) es que, en el famoso reportaje de la puesta en libertad de los chavalotes, yo creo que solo se veían, en las carreras y los abrazos, a mujeres y a algún chaval. Porque, si se viese una mayoría de hombres (los padres)… me temo que los colectivos feministas clamarían al cielo, atacando al machismo gremial… y la acabaríamos de armar.

Acabo con las frases con que remata Luis del Val su editorial:
«Porque si el delito se demuestra, y los que les tienen que educar parecen partidarios, y forofos, de la violación en grupo, entonces lograrán, con su actitud, que unos adolescentes de mierda se conviertan en una mierda de adultos. ¿Necesitan ayuda estos ‘presuntos’…? Pues claro. Pero también necesitan mucha más ayuda esas niñas de 12 años que, de pronto, descubren que una cita por internet se había convertido en la peor y más nauseabunda de las pesadillas.»

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