miércoles, 9 de septiembre de 2020

Células madre (y cerebro)

En la Madre Naturaleza, que es muy sabia, se busca 'perpetuarse'. O, al menos, sobrevivir lo más posible. Por eso, además de con la reproducción, las especies buscan vivir más tiempo, alargar su vida útil. Estoy seguro de que, en este mismo sentido, la dominante ‘especie humana’ (aunque no se yo si, poniéndome transcendente…, en un vano esfuerzo en imitar a Icaro…) ha llegado a alcanzar un nivel tecnológico que permite, ahora, la investigación en busca de la amortalidad, que alguna vez he mencionado. Y entiendo que, en este entorno de cosas, se encuentra el recurso (natural, y universal) de las 'células madre'.


En realidad (para mis humildes entenderes) una célula madre (o ‘troncal’) no es más que una célula diferenciada que está dotada del ‘soplo divino’ de poder reproducirse asimétricamente, generando, a través de la ‘mitosis’, dos células-hijas, una, semejante (es decir, otra célula madre para, así, poder ‘autorenovarse’) y una segunda, con capacidad de diferenciarse, y especializarse ‘según lo pida el cuerpo’ (o la naturaleza). Es, por tanto, el mecanismo previsto para auto-regenerar los distintos órganos y tejidos de nuestro cuerpo (y de otras especies) que sufran algún deterioro, o merma.

En ejemplo muy gráfico, las células madre son como los reponedores del supermercado que, en cada departamento, o sección, se encargan de que no falte lo necesario (la 'intendencia', vamos) y que, por cierto, es otro colectivo invisible, e imprescindible, que apenas valoramos durante la pandemia...

Empezando por el principio, pienso que la Naturaleza es tan maravillosa (y tan misteriosa…) que dota a todos sus seres vivos ‘multicelulares’ de una gran célula madre, el cigoto (o zigoto)… que tiene la singular propiedad de que, a partir de ella, se crean todas las distintas células especializadas (de huesos, de órganos, de la piel o el vello…) de nuestro cuerpo serrano… y de unas células madre (posiblemente de varios tipos) ‘reponedoras’. Algunas, por cierto, más activas que otras (las del hígado, o la piel, por ejemplo, son altamente regeneradoras, y no digamos las de algunos animales, que tienen capacidad de auto-generar partes completas de su cuerpo...)

Con la vejez, estas células madre se van debilitando, o muriendo, disminuyendo en número… y de ahí viene la decrepitud, o falta de funcionalidad, que nos lleva a la muerte. Entiendo que los estudios en conseguir mantener en perfecto estado estas vitales y maravillosas ‘células madre’ es parte del ‘proyecto de la amortalidad’

Y ahora hay que decir que estas células madre también existen en el sistema nervioso y en el cerebro. Y, como tales, actúan también de ‘reponedoras’ de células (neuronas) ‘averiadas... con un matiz importante: que en el cerebro interviene algo más.

Y es que en el cerebro, actuando como un gran ordenador central, las distintas células, a su vez especializadas (área de la escritura, del gusto, del habla, del pensamiento…) requieren un elemento complementario: las conexiones, o ‘sinapsis’. O sea, ‘el cableado’ que permita relacionar todo. Y esto ya no es cuestión de células madres… sino del ‘manitas’ que conexiona los cables. Y ahora viene lo importante: que los manitas somos… nosotros mismos. 

Porque resulta que es a lo largo de nuestra vida, y en base a nuestro propio aprendizaje, y experiencias, cuando vamos creando las diversas conexiones sinápticas. Que son como una red de caminos que nos permiten ir ‘de A a B’ (o sea, conectar cerebralmente dos elementos)... pero  con una gran peculiaridad: que de A a B se puede ir de muchas maneras, y podríamos decir (simplificando) que una persona utiliza mejor su cerebro cuanto más caminos tenga habilitados. O sea, cuanto menos ‘lineal’ sea.

Y viene el corolario. Primero, en una fase de nuestra vida, es prioritario habilitar nuevos caminos. Y en otra fase, hemos de preocuparnos más en mantenerlos en buen estado, para no ‘atascarnos’ en ellos. Hombre, y si, en fases avanzadas de la vida, uno puede tener todavía la capacidad de poder seguir creando nuevos caminos (nuevas conexiones sinápticas) a base de tener la inquietud e ilusión por aprender cosas nuevas, y la imaginación en sacarle utilidad a ello… pues muchísimo mejor.

De ahí que yo esté contento conmigo mismo, porque creo que tengo esa inquietud, y esa imaginación. Respecto al ‘mantenimiento’ de los viejos caminos… la receta, para las personas mayores, es muy clara: hay que mantener una buena actividad cerebral. Hay muchas maneras: leyendo, relacionándose y hablando con gente, practicando ejercicio… o (porque yo no cumplo nada de esto…) haciendo lo que yo hago: estar siempre muy informado, tener gran curiosidad por las novedades tecnológicas, y del conocimiento… y escribir, para estimular la creatividad, tanto en mis Blogs como en los foros que frecuento.

Que mi teoría es que la vida actual no es la de antes, los libros (la imprenta tiene ya más de 500 años de antigüedad) pueden ser sustituidos por medios audiovisuales (igual que ya nadie viaja en diligencia, vamos), y las viejas tertulias, por la relación con otros a través del ordenador, que tiene la enorme ventaja de ser una relación más cerebral, y con menos riesgo de ‘enfrentamientos dialécticos directos’, que eso queda para los que se creen ‘piquitos de oro’ y para los abogados de las películas americanas del ‘no haré más preguntas, Señoría...’)

Digo yo, vamos. Hombre, el único inconveniente de mi teoría 'audiovisual', a través del ordenador… quedarse ciego, claro. Pero nada, seguro que pronto de inventará algo, una conexión mental directa, o un chip implantado, que lleve las imágenes al cerebro sin tener que pasar por la mácula. 

O similar, claro...

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