viernes, 4 de noviembre de 2016

La prueba del algodón

Hoy me apetece hablar de algunas de mis utopias. En cristiano, me apetece ‘sacar la lengua a pacer’, que es un ejercicio muy sano para el desarrollo de la imaginación, para mi uno de los más importantes catalizadores (y catalizadoras, que dirían los progretas) del intelecto y, por tanto, de la vida misma.
Y me voy a referir al uso de la racionalidad, o la tecnología, para solventar algunas situaciones globales que llenan de confusión y que, muy habitualmente, no permiten tomar decisiones ‘lógicas’.

Para abrir boca: normalmente, en toda estructura orgánica se establecen niveles de decisión que ‘filtran’ los ‘inputs’ de manera que solo pasan al nivel siguiente aquellas decisiones que correspondan, por su importancia, al mismo. Precisamente por ello, en cualquier empresa hay encargados, jefes de sección, jefes de departamento, directores de área, gerentes… de manera que (teóricamente) el ‘ser superior’ solo toma decisiones sobre temas realmente trascendentes. (Lo que puede incluir la marca del café de las cafeteras de la empresa, claro)

Pero esto no pasa en la medicina y, por ejemplo, en la Seguridad Social, el ‘jefe’ (o sea, el médico) atiende todo, desde un vulgar catarro, o una simple infección de un dedo hasta un cólico nefrítico agudo, o un conato de peritonitis. Y tiene que acabar hasta las narices, las colas le obligan, sin duda, a dedicar muy poco tiempo a cada paciente, se harta de ellos, éstos acaban cabreados de tanta espera y, en resumen, todo el mundo está muy insatisfecho.

Una utopía que supongo que acabará siendo factible es que se pueda pasar un filtro previo, no se si con un escaner en la puerta de entrada, o con qué, que deriven al paciente bien a un simple ATS, para recetar paracetamol, bien a un ‘perito médico’, con conocimientos medios, para cuestiones baladíes, etc, etc, de manera que al ‘docto doctor’ solo le lleguen los casos importantes y pueda optimizar su tiempo, y justificar su superior sueldo, tomando calmadamente las decisiones importantes.

Bueno, pues hoy voy a hablar de otra utopía: la de las promesas electorales y los programas de gobierno. Decía ‘el viejo profesor’ o sea Tierno Galván, esa especie de ‘podemita’ de hace 40 años, propulsor de ‘la izquierda divina’, que 'las promesas electorales están para no cumplirlas'.
Y claro, así nos luce el pelo, votando a gente que lo único que pregonan son demagogias u objetivos bonitos… pero inviables.

Pues bien, desde hace mucho tiempo existe la ‘Teoría de los Juegos’ y, en las mas importantes Escuelas de Negocios (ESADE, IESE, etc) se hacen ejercicios de simulaciones de empresas, introduciendo eventuales parámetros de mercado, o geopolíticos, o sabe dios qué (o sea, las mayores ‘perrerías’ que se les ocurra), para ver si, al final, las decisiones tomadas son correctas, la empresa simulada obtiene beneficios… o quiebra.
Hombre, y algo similar se hace en la Unión Europea con las famosos ‘test de estrés’ de los Bancos.

Entonces yo digo… ¿Por que no se reúne al ‘equipo de gobierno’ de cualquier partido político, delante de una maquinita superpotente, y se hace una simulación de su programa electoral? Es decir examinarlo en función de la introducción de parámetros variables que afecten a la marcha de la Nación… y a ver cual es el resultado final más probable.

O sea, una especie de polígrafo. Vamos, la prueba del algodón de sus promesas electorales, y de las capacidades de un partido político para conducir el Pais.
Y luego, conocidos y publicados los resultados, votamos.

Que es la forma de convertir la Política no en un Arte (el arte de embaucar al electorado), sino en una Ciencia. Porque, al final, somos los ciudadanos los que nos jugamos el cocido, claro. Y si los políticos venden burras y luego fallan, nos las comemos con patatas y ellos se van de rositas.

Pues eso… otra de mis utopías...

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