Ahora que se ha ido definitivamente el primer presidente de nuestra todavía joven democracia española, el hombre que murió 3 veces, en frase muy aguda de Jimenez Losantos, me apetece reflexionar un poco sobre estos casi 40 años de democracia que, por razón de edad, he
vivido en mi plenitud intelectual... aunque, naturalmente, como ciudadano liso y laso.
Suárez realizó la Transición. Nunca fuí acérrimo defensor del Presidente Suárez, un joven y muy ambicioso alto cargo del Movimiento, que se aupó al poder de la mano del Rey y de Torcuato Fernández-Miranda (Tato Miranda, del que contaba mi madre, de su edad moza en Gijón, que era algo cortito... y un verdadero plasta) y realizó una gran maniobra de desmontaje del franquismo y de construcción de nuestra actual democracia.
En mi opinión, su mérito fue enorme, convenció, impulsado por su
ambición, su encanto personal y su capacidad de trabajo, a todo el
mundo, negoció hasta la extenuación todo lo negociable, supo
'pastelear' todo lo 'pasteleable', ... y por ello también tuvo
grandes deméritos, particularmente en lo referente a las famosas (y
malditas) Autonomías y a su 'cesarismo', que le creó grandes
enemigos dentro de su propio partido, que acabaron acuchillándole,
en connivencia con el emergente PSOE felipista... y el propio Rey
Juan Carlos.
Mi mejor recuerdo de aquella época fue, sin embargo, el de que los
politicos, que 'estrenaban' cargo, eran 'puros' (no se hablaba de
corrupción, ni de enriquecimientos), tenían una buena preparación
intelectual (no había 'mindundis' en los escalafones de los
partidos) y sobre todo un gran sentido de Estado, o al menos un interés
común en que prevaleciesen los grandes acuerdos nacionales.
Luego Suárez, acosado por todos lados, dimitió,
pasamos por Leopoldo Calvo Sotelo, del que lo único que puedo
recordar es que, si Suárez fue Don Pelayo... Leopoldo fue Favila, del
que la Crónica Sebastianense refleja que 'no hizo nada digno de la
historia'... y solo reino 2 años... y la Democracia Española empezó
a caminar.
Llegó el socialismo de Felipe González. Al principio acogido como
algo necesario para culminar la Transición, pronto descubrimos que
el arribismo de la izquierda, la picaresca andaluza, la falta de
escrúpulos (eso que 'quien de servilleta pasa a mantel... ¡Líbrenos Dios de él!') nos llevaron a la
corrupción y al desastre. Y es que, como dijo el Ministro
Solchaga, España es el pais donde más rápido se puede llegar a rico. O sea que el que no daba un buen pelotazo... era gilipollas.
Siguiendo el simil de la Reconquista, el poder pasó al Reino de
Castilla y León: Volvió la derecha, con Aznar, que recuperó a
España... pero de nuevo sucumbió por su cesarismo y por la ambición
(y malos modos) de la izquierda por volver a tocar el Poder. Y vino
otro castellano, el nefasto socialista Zapatero, mindundi máximo que, rodeado
de mindundis (y 'mindundas'), se cargó la Transición... y el Estado
y la economía nacional... y ahora tenemos de nuevo a la derecha, con
el 'blandiblu' e inane Rajoy, que trata de enderezar el pais... sin
ningún carisma de lider y sin el mínimo atisbo de querer dar la cara, asediado por 'lobbies' dispuestos a sacar tajada de decisiones políticas interesadas, y con una izquierda en manos de equipos dirigentes poco cultos y nada instruidos, ansiosa por volver al mangoneo, agitando las masas
y queriendo ganar en la calle el poder que perdió en las urnas.
Patética (y peligrosa) la situación a la que ha llegado nuestra Democracia. Recuerdo muchas
veces un viejo refrán español: 'padre tendero, hijo caballero... y
nieto pordiosero'. Y es verdad: los políticos actuales no son lo que
eran, son absolutamente vulgares arribistas que se han enseñoreado de la nación y lo único que buscan es
satisfacer su propio interés personal, o partidista, llevando a la miseria al
pueblo llano.
Y, con la muerte (la tercera, y definitiva, después de 11 años de
Alzheimer) de Adolfo Suarez, la gente le añora: aquellos eran
tiempos 'puros', donde todos teníamos objetivos comunes, no había
(excesiva...) corrupción, ni mamandurrias, ni gente sin preparación
ostentando cargos públicos, ni encono, ni colectivos agitadores, ni
otras banderas que la española...
Recuerdo, con nostalgia, la emblemática canción de aquellos tiempos, del grupo Jarcha...
Libertad, Libertad, sin ira... ¡Libertad!
...porque, si no aparece otro Suárez, incluso con sus luces y sus sombras, que lidere una nueva
Transición... los españolitos, la clase media, lo vamos a tener muy crudo.
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