En visión simplista, hay dos formas de que el gobierno de un país enfoque sus políticas destinadas a paliar los efectos de una crisis económica, cuando ésta ya afecta sensiblemente al bolsillo de sus ciudadanos:
Una buscaría contener los precios en base a aflojar la presión impositiva sobre ellos, recaudando menos (y, en consonancia, debiendo gastar menos) de forma que no sean "solo los ciudadanos" quienes deban apretarse el cinturón para llegar a fin de mes…
...Y la otra se orienta hacia que el Estado gaste más, subvencionando al ciudadano parte de sus costes (sus desembolsos), de manera que éste, con esa ayuda, pueda aguantar las subidas del IPC y el aumento de la carestía de la vida.
Y además se trataría no solo de equilibrar las economías particulares, sino de poder propiciar una mejora en la ‘liquidez’ que permita mejorar el consumo, aumentar, por consiguiente, la producción y salir de la peligrosa espiral de la deflación, que puede convertirse en apocalíptica ‘estanflación’ no llegando a ser paliada, como defensa del consumo, con el engaño de la ‘reduflación’ (o shrinkflation, palabra que se ha puesto de moda, que parece un invento americano pero que conocemos de toda la vida: vamos, que aquí nunca la barra de ½ kilo de pan pesó 500 gramos…)
O sea, en ‘roman paladino’, ir a mayor coste de la vida, con menor consumo y más desempleo… o mantener (ficticiamente) los precios cobrando lo mismo por cada vez menos cantidad de producto.
Pero al grano: refiriéndonos al caso español, lo que caracteriza a nuestro actual gobierno ‘sanchista’, además de su sectarismo, es su rancio ‘populismo’, que se traduce en un enorme crecimiento del gasto público, por despilfarro o ineficiencia del gasto. O por el creciente aumento de 'chiringuitos'. Vamos, que se apunta claramente a 'tirar la casa por la ventana', gastando mucho en el pago por ‘servicios prestados’, en ‘compra de voluntades’ o en simples (y caras) ‘ocurrencias’, incrementando grandemente los gastos del estado (y el déficit). Y todo ello lo tiene que mantener, evidentemente, el ciudadano, con sus impuestos.
Y en éstas estamos cuando sucede que la luz y el gas suben un 200 o un 300%, y la gasolina el 80%, y los transportistas, y la flota pesquera no pueden más, y los agricultores tienen que pagar más por sus suministros (o les llegan mermados), y la cesta de la compra se encarece grandemente, y resulta que, habiendo poco trabajo, los precios siguen subiendo... y si encima los rusos son malísimos y atacan Ucrania (creando la coartada perfecta para justificar los aumentos de los precios)… la presión social naturalmente debe obligar a cualquier gobierno a hacer algo, porque lo del ‘Estado del Bienestar' ya suena a clara tomadura de pelo.
Y, en esta tesitura, nuestro gobierno, en España, de las dos opciones que enunciaba al principio, ha optado NO por bajar los impuestos (y reducir el gasto público ineficiente) sino por 'la subvención', es decir, por gastar más, regalándonos unos ‘caramelitos’ para que la gente vea que se hace algo por ellos.
Porque, en el fondo...’subvenciona, que algo queda’. Y es que la subvención, que sale, evidentemente, de los impuestos… es como un favor que te hacen. Y que, 'ladinamente', se te insinúa que debes.
En esto España (el gobierno español) está actuando de manera contraria a los gobiernos de otros países europeos, que ayudan a sus ciudadanos a superar la crisis... apretándose solidariamente el cinturón, o sea reduciendo impuestos... para frenar el incremento del coste de la vida.
Pero la trampa está en que, si suben los precios, los impuestos directos también aumentan y el Estado se encuentra con un incremento en la recaudación… sin el menor refuerzo. O sea, que le llueve del cielo, o como si les tocase la lotería. Y con eso ‘compra los caramelitos’… y puede seguir gastando, tan ricamente el presupuesto en bicocas u ocurrencias varias.
Es claro: si yo, este año, tengo que pagar un precio doble por los metros cúbicos (o kwh) de gas que consumo para calentar mi casa… el Estado recauda el doble de ese 21% de IVA de grava al gas… mientras que yo, gastando los mismos m³ de gas, obtengo la misma prestación de calefacción que el año pasado.
O el caso de las gasolinas, donde al parecer el 50% de su precio son impuestos: yo hace hace un año cargaba el gasoil por poco más de 1 euro el litro… y ahora está llegando a los 2 euros. O sea que por cada litro echado al depósito el Estado recauda… ¡Casi 1 euro más que el año pasado…!
Por ir a grandes números: en España, en un año, por el IVA, el Estado recauda (porque el consumidor paga) del orden de 75.000 millones de euros. Pongamos que el coste de la vida suba un 10%. Pues bien, el Estado recaudará, ‘by the face’… 7.500 millones de euracos más. Que si no se dice en pesetas (1.247.895.000.000 ptas) no parecen abultar mucho pero pensemos, para hacerlos una idea, que el presupuesto del Ministerio de Sanidad es de 5.500 millones de euros, el de Educación (y Formación Profesional) de 5.600… y el del Ministerio de Asuntos Exteriores (y U.E y Cooperación), de 2.500.
¿Qué quiero decir con esto…? Pues que estamos ante un claro trilerismo político: te baldo a impuestos (parece ser que somos la quinta nación con más alta presión fiscal), y luego te doy unas migajas, en forma de subvención, para tenerte contento… y para que, ingenuamente, me demuestres tu agradecimiento por haber subvencionado parte de tus gastos… con parte del dinero que previamente te había quitado.
Con lo cual seguiremos empobreciéndonos, porque el gasto seguirá disparándose… y además convirtiéndonos en deudores dependientes de papá Estado. Y la gente… contenta. Vamos, una versión más de la vieja historia de ‘cómo domesticar cerdos salvajes’ de la que ya hablaba yo hace tres años.
O sea… cómo fomentar la sumisión. Porque, lo dicho: no bajes impuestos, no elimines gastos inadecuados, no adelgaces la maquinaria del estado para hacerla mas ligera y eficiente. Tu solo… ‘subvenciona… que algo queda’ (desgraciadamente...)
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