No, no me refiero al filósofo y matemático René Descartes, o (por
ejemplo) a su afamado ‘discurso del método’ sino a la (también
interesante) teoría de 'la cultura de los descartes', que oí esta mañana
en una muy buena entrevista, en la COPE, de Carlos Herrera al papa
Francisco (de nombre secular (que es como se dice) Jorge Mario Bergoglio
Sívori que - ¿’no e sierto’…? - lo identifica absolutamente)
Y esta teoría es muy sencilla, y muy profunda: simplemente dice que ahora vivimos en un mundo donde prevalece el concepto del descarte. Es decir, que nuestra cultura actual es la de que si algo no funciona, o no nos es útil, o ha quedado obsoleto, o simplemente ya no nos gusta, la solución es clara: se prescinde de él. Se descarta. Y, como mucho, se repone.
Yo recuerdo, en mis años mozos, que los electrodomésticos se arreglaban. Y, en los talleres de coches, se hurgaban sus tripas para tratar de resolver una avería. Hoy ya apenas se desmonta nada: se cambia todo (se descarta y se repone), y en paz. Un recuerdo que no me abandona es que, hace al menos 25 años, presencié cómo se arreglaba el carburador de un ‘ultraligero’ (que volaba empujado por el motor de una Vespa)… ¡Con un alambre…!
Bueno, no es que entonces fuésemos todos unos ‘intrépidos’, es que veíamos la vida así: las cosas tenían un valor y, antes de cambiarlas o tirarlas, se trataba de poder recuperarlas. Aunque, en el caso del ultraligero… no se pensase mucho en el riesgo potencial.
Pero, como digo, hoy optamos directamente por el descarte. ¿Que la ‘minipimer’, o el propio microondas, parece que funciona mal…? Pues ya no se lleva a reparar, simplemente se tira, y se compra otro. Yo, que siempre he sido bastante ‘manitas’, soy reacio a ello y siempre me gusta, de momento, desmontar el aparato averiado, aunque debo decir que muchas veces es por puro interés por conocer sus tripas… aunque también lo es por ver si se trata de una tontería que puedo arreglar o ‘chapucear’.
Y así, en casa hemos llegado a la siguiente conclusión: que la próxima lavadora que compremos deberá ser lo más sencilla posible, sin programador automático ni historias de esas que permite docenas de planes específicos de lavado, que nunca usas… y que siempre acaba estropeándose, porque es muy sensible, y que repararlo (reponerlo) cuesta tanto como la propia lavadora.
Por poner mi último ejemplo: hace cuatro días rompí mi silla de playa. Me explico: yo ahora ya bajo a la playa con silla (¡y alta…!) y sombrilla, incluso este año con un sombrero panamá que me hace parecer un ‘decadente viscontiano’… pero es que, después de estar toda la vida tumbado (durante muchas horas) al sol, ahora me he convertido en ‘heliófobo’… y con la edad y los kilos en un ser muy poco habilitado para incorporarme con cierta agilidad (y estética) ‘desde el suelo’.
Pues lo dicho, que como a estas alturas del verano no me apatecía comprar otra silla, la arreglé, con un poco de ingenio, buscando un pasador ‘ad hoc’ en una ferretería, costándome la reparación el módico precio de 90 céntimos de euro… cantidad que incluía dos pasadores más, de repuesto, por si los precisase algún día.
Y bien, el caso es que se concluiría que la vida puede ser alegre y realizadora sabiendo estimular nuestra imaginación si, conociendo que el consumismo nos ha llevado a ser prisioneros de la teoría del descarte, tratamos de agudizar nuestra mente para encontrar otras alternativas… de modo que, llegados hasta aquí, esto pediría un bonito ‘happy end’...
...si no fuese porque la maldita teoría del descarte tiene una terrible cara oculta… que no es otra que la de la pérdida de valores de nuestra sociedad, aferrándose, en todo, a la muy cómoda ‘Cultura del Descarte’ que pudiera dañar aspectos 'nucleares' de la convivencia.
¿Pongo ejemplos…? Pues, sin ir más lejos, las parejas, que han pasado de pensar en un matrimonio más o menos insoluble, o a cuidar (‘la familia tradicional’), a entender que es algo de quita y pon. Pura aplicación de teoría del descarte… por sustitución.
Como también son pura aplicación de esta ‘Cultura del Descarte’ cuestiones tan importantes como la normalización del consentimiento del aborto, o de la eutanasia y, a nivel de un importante colectivo, el de ‘los abuelos’… a pensar en cómo poder prescindir de ellos (excepto si pueden aportar una pensión, claro). Porque, seamos sinceros: en esta civilización actual (y ya empezó en la famosa época de los ‘yuppies’) los viejos sobran. O sea… sobramos.
Y, al paso que vamos, aumentando, como aumenta, la esperanza de vida, no me extrañaría que alguien empezase a pensar no ya que con los viejos se podrían fabricar muchas hamburguesas para paliar el hambre del Tercer Mundo (que a lo mejor también…) sino que, al menos, se podría ahorrar una buena cuantía en los Presupuestos, que se dedica a ellos, y se empezase a hablar soterradamente, pero cada vez a menudo, de ‘triajes’ sanitarios (o eutanasias encubiertas), abandonos familiares, o cualquier otro 'invento'… para irse desembarazando de ellos.
Vamos, que estamos en un trance donde la Cultura del Descarte nos está desbocando, no se si es cosa del 'new reset', del déficit cultural de 'las masas', o vete tu a saber de qué... pero mucho cuidado con dónde nos estamos zambullendo en estos momentos... Y si no, al tiempo.
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