martes, 6 de noviembre de 2018

Google y yo

Hoy me puse a reflexionar sobre la irrupción de Google en nuestras vidas y vale, acepto toda esa teoría conspiranoica de que nos espía, de que condiciona nuestra intimidad y nuestra capacidad de libre decisión, de que puede propiciar, recomendando cosas ‘bien posicionadas en las búsquedas’, el que te estafen y, en fin, todo lo que se pueda decir de malo sobre esta aplicación que tiende a monopolizar la información (y no hay más que buscar con Google… bueno, o con Bing, Ask, DuckDuckGo, Yahoo Search, etc) para encontrar críticas).

Pero caramba, yo soy un ciudadano normal que ni busco cosas raras, ni me considero fácilmente mediatizable (incluso tampoco me preocupa enormemente caer, a veces, en ‘el opio de las masas’), ni, en el fondo, me importa mucho que me espien porque no tengo nada que ocultar. Y con lo que me quedo es con el gran servicio que presta Google, como herramienta imprescindible para tener rápido acceso a cualquier información... concepto que está relacionado con el viejo dicho de que ‘tener la información es tener el poder’.

Vamos que ya es, para mi, un gesto típico el que, ante cualquier cosa que dude, o que no recuerde, o que quiera saber algo de ella... tomar mi smartphone y pulsar el micrófono de Google para preguntar, a viva voz, cuando aparezca los de 'Escuchando...' sobre mis ‘dudas existenciales’. Como, por ejemplo...
¿cual es la capital de Eslovaquia?
¿qué edad tiene Jamie Lee Curtis?
¿cuantos litros tiene un barril de petroleo?
¿cuanta gente vive en Washington?
Y así poder hablar con propiedad de cualquier tema.

O, por supuesto, por la misma vía, invocar a la Wikipedia preguntando por cualquier cosa, como, por ejemplo, diciéndole al micrófono de Google... ‘Gobekli Tepe Wiki’(o 'Nevali Çori', o 'Gunung Padang')... para saber que ya pasaba algo por el mundo mientras aquí estabamos, todavía, en cuevas, en el período magdaleniense... y todavía faltaban unos 6000 años para que naciesen Keops, Kefren y Micerino (que es más tiempo del transcurrido desde estos faraones a nuestro actual siglo XXI...)

Y, por todo ello, igual que me gusta consultar a menudo el Diccionario de la R.A.E, para profundizar en el exacto significado (e incluso etimología) de las palabras, tengo a Google como mi principal herramienta de búsqueda de información. A mi siempre me gustó tratar de ser ‘ortodoxo’ y ‘didáctico’, y para eso se necesita acopiar información… y luego de entenderla, exponerla ‘a mi manera’ Esto lo hago mucho, por ejemplo, en mi Blog sobre Debian.

Y esto me lleva a acordarme de Leopoldo Abadía, que es un conocido divulgador de temas económicos, que los explica con enorme claridad, y muy didácticamente… y que yo creo que es porque es ingeniero. Claro, porque la Economía es un Arte, y las Artes son proclives a la fabulación, y a la poesía… mientras que la Ingeniería es una ciencia y aquí priva la racionalidad, y cuanto mejor se entienda que al pan, pan y al vino, vino… mejor.

Asi que al Sr. Abadía se le entiende estupendamente… y a mi espero que también. Porque creo tener la habilidad de saber extractar (o estructurar) los conceptos, e incluso explicarlos, con claridad. (Y la habilidad de enrollarme, claro…)

Y a lo que iba, Google es, para mi, una herramienta de primera magnitud, porque lo que tengo claro es que no estoy dispuesto a ‘empollarme y memorizar’ unos libros para saber de un tema.

Recuerdo que una vez un amigo, alto funcionario en Asturias, me animó a que me presentase a unas oposiciones de su Departamento… y que lo único que tenía que hacer era estudiarme un montón de cosas, algo así como el Reglamento de Eficacia Energética, el Reglamento de Redes Electricas, la Ley de Aguas, etc, etc.… A lo que le dije:  
- Oye pero ¿Todos estos Reglamentos, y Leyes, no se pueden tener en la librería de tu despacho, y solo necesitar saber donde poder buscar cada cosa… si alguna vez la necesitas?
(Ahora diríamos... o usar Google).

Y, naturalmente, desistí de presentarme...

Asi que lo dicho:

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