Hoy me puse a reflexionar sobre la irrupción de Google en nuestras vidas y vale, acepto toda esa teoría conspiranoica de que nos espía, de que condiciona nuestra intimidad y nuestra capacidad de libre decisión, de que puede propiciar, recomendando cosas ‘bien posicionadas en las búsquedas’, el que te estafen y, en fin, todo lo que se pueda decir de malo sobre esta aplicación que tiende a monopolizar la información (y no hay más que buscar con Google… bueno, o con Bing, Ask, DuckDuckGo, Yahoo Search, etc) para encontrar críticas).
Pero caramba, yo soy un ciudadano normal que ni busco cosas raras, ni me considero fácilmente mediatizable (incluso tampoco me preocupa enormemente caer, a veces, en ‘el opio de las masas’), ni, en el fondo, me importa mucho que me espien porque no tengo nada que ocultar. Y
con lo que me quedo es con el gran servicio que presta Google, como
herramienta imprescindible para tener rápido acceso a cualquier
información... concepto que está relacionado con el viejo
dicho de que ‘tener la información es tener el poder’.
Vamos
que ya es, para mi, un gesto típico el que, ante cualquier cosa que
dude, o que no recuerde, o que quiera saber algo de ella... tomar mi
smartphone y pulsar el micrófono de Google para preguntar, a viva voz, cuando aparezca los de 'Escuchando...' sobre mis ‘dudas existenciales’. Como, por ejemplo...
¿cual es la capital de Eslovaquia?
¿qué edad tiene Jamie Lee Curtis?
¿cuantos litros tiene un barril de petroleo?
¿cuanta gente vive en Washington?
Y así poder hablar con propiedad de cualquier tema.
O,
por supuesto, por la misma vía, invocar a la Wikipedia preguntando por
cualquier cosa, como, por ejemplo, diciéndole al micrófono de Google... ‘Gobekli Tepe Wiki’(o 'Nevali Çori', o 'Gunung Padang')... para saber que ya pasaba algo por el mundo mientras aquí estabamos, todavía, en cuevas, en el período magdaleniense... y todavía faltaban unos 6000 años para que naciesen Keops, Kefren y Micerino (que es más tiempo del transcurrido desde estos faraones a nuestro actual siglo XXI...)
Y, por todo ello, igual que me gusta consultar a menudo el Diccionario de
la R.A.E, para profundizar en el exacto significado (e incluso
etimología) de las palabras, tengo a Google como mi principal
herramienta de búsqueda de información. A mi siempre me gustó tratar de
ser ‘ortodoxo’ y ‘didáctico’, y para eso se necesita acopiar
información… y luego de entenderla, exponerla ‘a mi manera’ Esto lo hago
mucho, por ejemplo, en mi Blog sobre Debian.
Y esto
me lleva a acordarme de Leopoldo Abadía, que es un conocido divulgador
de temas económicos, que los explica con enorme claridad, y muy
didácticamente… y que yo creo que es porque es ingeniero. Claro, porque la
Economía es un Arte, y las Artes son proclives a la fabulación, y a la
poesía… mientras que la Ingeniería es una ciencia y aquí priva la
racionalidad, y cuanto mejor se entienda que al pan, pan y al vino,
vino… mejor.
Asi que al Sr. Abadía se le entiende
estupendamente… y a mi espero que también. Porque creo tener la habilidad de saber
extractar (o estructurar) los conceptos, e incluso explicarlos, con
claridad. (Y la habilidad de enrollarme, claro…)
Y a lo que
iba, Google es, para mi, una herramienta de primera magnitud, porque lo que tengo claro es que no estoy dispuesto a ‘empollarme y memorizar’ unos libros
para saber de un tema.
Recuerdo que una vez un amigo, alto
funcionario en Asturias, me animó a que me presentase a unas oposiciones
de su Departamento… y que lo único que tenía que hacer era estudiarme
un montón de cosas, algo así como el Reglamento de Eficacia Energética,
el Reglamento de Redes Electricas, la Ley de Aguas, etc, etc.… A lo que
le dije:
- Oye pero ¿Todos estos Reglamentos, y Leyes, no se pueden tener
en la librería de tu despacho, y solo necesitar saber donde poder buscar cada
cosa… si alguna vez la necesitas?
(Ahora diríamos... o usar Google).
Y, naturalmente, desistí de presentarme...
Asi que lo dicho:
No hay comentarios:
Publicar un comentario