Con esto de la ideología de género, se está llevando a cabo una manipulación del lenguaje, introduciendo incorrecciones, que consideramos normales… y que están dando cuerpo (junto con algún otro tipo de incorporación léxica) a un nuevo lenguaje, o jerga, que algunos llaman 'el politiqués’. Y puestos a hablar de esto, mi recuerdo, como claro exponente del tema, a la sin par ministra 'de la Igualdad' Bibiana Aído (aquella de ‘miembros y miembras’…), que abofeteaba a la cultura.
Y así, desde hace un tiempo, aún sin llegar (desde el punto de vista cualitativo porque, cuantitativamente, el uso es bastante exagerado) a los excesos de Bibiana, se ha puesto de modo lo de ‘ciudadanos y ciudadanas’, ‘amigos y amigas’, etc, etc.
Vayamos por partes: siempre se ha dicho que, en español, el plural masculino es genérico, abarca (y expresa) ambos géneros, así que esta moda ‘progreta’ actual es, desde la ortodoxia, una simple redundancia. Pero es que ahora la norma académica se considera machista y, a falta de existir palabras diferenciales para referirse a ambos géneros (hombres y mujeres, damas y caballeros, toros y vacas…), se recurre a la iteración: ingenieros e ingenieras, asturianos y asturianas, andaluces y andaluzas, aceituneros y aceituneras, altivos y altivas, etc, etc.
Buceando por los ‘internetes’, me entero de que hay, o hubo, una movida (originada, al parecer, en Argentina, en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner) sobre si era correcto, o no, llamarla ‘presidenta’. Y se debatió, particularmente, basándose en las palabras derivadas de ‘participios (verbales) activos’, que, en español, se forman añadiendo el sufijo ‘ente’ (que procede del participio del verbo ser… ‘ente’ o sea, 'el que es').
Porque, en nuestro idioma, añadiendo la terminación ‘ente’ queremos indicar que la persona, o cosa, tiene la capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo.
Por ejemplo, el participio activo de atacar es ‘atacante’, el de estudiar, ‘estudiante’ y tendremos que hablar, en general, de participantes (y no de ‘participantas’), de ponentes (que no ‘ponentas’), de cantantes (y no de cantantas), y por lo tanto no debemos decir, sobre todo ahora que no está Bibiana, ‘adolescentes y adolescentas’, ‘presentes y presentas’, ‘comerciantes y comerciantas’… como, evidentemente, no debemos decir ‘capilla ardienta’.
Pero entonces… ¿por qué es tan común oir lo de ‘la presidenta’? Mi teoría es clara, y bien simple: hay palabras que ‘prenden’, y como suenan bien, se quedan.
E insisto en lo de ‘sonar bien’ porque la RAE, a veces, recurre a infumables cagadas, como aceptar en el idioma ‘palabros’ procedentes de una incultura supina. Una cosa es aceptar, por ejemplo, ‘pompis’, o ‘culamen’, pero… ¿almóndiga? ¿toballa? ¿asín? ¿norabuena? ¿albericoque? Vamos, hombre… y menos mal que (al menos por el momento, no se admite ‘cocreta’)
‘Asín’ que seamos claros: aceptemos lo que suene bien, pero sin pasarnos. 'Presidenta', no suena mal. 'Médica'... no tanto. Y un puntual 'amigos y amigas...' tampoco rechina, si se trata de reforzar el discurso, porque expresa cierta cercanía. Pero la insistente repetición de la cantinela de diferenciar los plurales, ya no es de recibo. Y es que 'canta' la intención de apoyar trasnochados objetivos feministas. El último... ¡¡¡Exigir que se admita el vocablo 'portavoza'...!!!
Porque, como siempre he dicho, podría empezarse a hablar, 'igualitariamente', de turistos, dentintos, artistos, juristos, astronautos, fisiotetapeutos… y, por supuesto, ‘machistos’.
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