Una falacia es, según la RAE, un engaño, un fraude… o el propio
hábito de emplear falsedades. En las discusiones (y no digo... en
las discusiones políticas) se emplean muy a menudo muchas falacias
para ‘arrimar el ascua a tu sardina’. Este es el terreno de la
‘dialéctica’. Ya comenté, alguna vez, en este Blog, que hay un
viejo tratado de Arthur Schopenhauer (murió en 1860) llamado
‘Dialéctica Erística’ o ‘El Arte de tener razón’, donde
se explican prolijamente 38 estratagemas retóricas para facilitar lograr el objetivo de vencer
en una discusión. Y, empleando, si llega el caso, oportunas falacias. Pura estrategia, claro.
Pero, antes de entrar en materia, me voy a pegar
'un lujo' porque, aunque soy 'de ciencias', me encanta la etimología. Y así...
- Dialéctica proviene del griego διά (diá), 'a través de', y λεκτός (lectós), un participio del verbo λέγω (légo), que significa 'conversar’.
- Y erística, de ἐριστική (eristiké), está relacionado con Ἒρις (Eris), que es la diosa de la discordia, y con τέχνη (techné), ‘técnica, arte’.
- Por cierto, rizando el rizo: discordia proviene del latín, de dis- (prefijo que indica separación) y de cor, cordia (corazón) o sea... ‘separación de corazones’.
- Falacia, evidentemente, lo origina la raiz latina ‘fallax’ (mentiroso, falsario)
- Y Retórica, de ρητορική τέχνη (rhetorike techne) o sea 'arte del orador'
Bien, pues dice el viejo Schopenhauer (que, a pesar de que tener fama de sabio, debió ser un buen 'hijoputa' porque para él la dialéctica erística no era otra cosa que 'el arte de discutir y acabar, lícita o ilícitamente, teniendo razón') que el andamiaje
esencial de toda dialéctica está formado por ‘el modo’ (es decir, cómo se enfoca el debate) y por ’las
vías’ (cómo se lleva a cabo el argumentario).
Respecto al modo, puede ser ‘ad rem’, es decir, argumentando (y/o contra-argumentando) refiriéndonos a la propia cosa, u objeto, de la discusión, o ‘ad hominem’, o sea, enfocándolo hacia nuestro propio interlocutor, o hacia las concesiones que haga, o le hagamos hacer (‘ex concessis’).
Respecto al modo, puede ser ‘ad rem’, es decir, argumentando (y/o contra-argumentando) refiriéndonos a la propia cosa, u objeto, de la discusión, o ‘ad hominem’, o sea, enfocándolo hacia nuestro propio interlocutor, o hacia las concesiones que haga, o le hagamos hacer (‘ex concessis’).
Y respecto a ‘las vías’, pueden ser directas
(es decir, atacando la tesis en sus propios fundamentos) o indirectas
(atacando sus consecuencias), Y, en las indirectas, podemos utilizar
el ‘apagoge’ (es decir, partiendo de aceptar la tesis contraria
como verdadera, exponer conclusiones que la hagan ver como falsa) o
‘la instancia, o exemplum in contrarium’, donde se deduzca la
falsedad de la tesis por ejemplos puntuales que la contradigan.
Pero (olvidándome por un momento de los Perry Manson americanos, que tanto la utilizan) voy a poner unos cuantos ejemplos de 'estrategias falaces’:
Hombre, la más directa, 'ad hominis', es la laminación del contrincante con un…
Hombre, la más directa, 'ad hominis', es la laminación del contrincante con un…
¡Tu calla, que no
tienes ni puta idea…!
... pero seamos más sutiles para
poder llevarnos el gato al agua: Podemos, por ejemplo…
- ‘negar la mayor’ (no aceptar, por principio, la discusión)
- demostrar hábilmente la incompetencia de nuestro interlocutor
- sacar de sus casillas a nuestro adversario, para que se descontrole y desbarre
- argumentar que una autoridad (o pretendida autoridad) abona nuestra teoría
- apelar al miedo (por los efectos de la no aceptación de nuestras tesis)
- interrumpir, desviar la atención, para dispersar la argumentación contraria
- hacer preguntas que fuercen respuestas favorables a nuestra tesis
- hacer aceptar partes para promover la admisión del todo
- simplificar, o relativizar, o reconducir a términos favorables, cambiando palabras duras por otras, más ambiguas (‘no faltes a la verdad’, contra ‘no seas mentiroso’). La política está llena de estos ardides.
- Apoyarnos en contradicciones del oponente, o de su tesis, exagerarlas, deformarlas...
- negar un todo refutando solo una parte del mismo
- poner el auditorio a nuestro favor, introducir diversiones, desconcertar...
- identificar la tesis contraria con algo moralmente rechazable
- Bueno, y etcétera.
Me consta que en círculos políticos (y no me
extrañaría que, en su tiempo, en eclesiásticos) se estudia, o estudió, a
Schopenhauer. El problema es que, además de estudiarlo, hay que tener la cabecita
despierta, y rápida, y el pico de oro, para aplicar con eficacia estas
técnicas.
Cosa que yo, en particular, nunca he conseguido.
No soy un buen dialéctico, me va más la pluma… (uy, perdón… el
teclado) que la labia… y además tampoco me suele gustar ser falaz. Y además creo que las personas que son buenas en la dialéctica... lo traen de nacimiento. Qué le vamos a hacer...
No hay comentarios:
Publicar un comentario