A
hora que prácticamente acaba de empezar una nueva temporada futbolística, me planteo muy seriamente el seguir viendo los partidos, por la tele, en la cafetería de debajo de casa. Y es que ahí nos reunimos una pandilla variopinta, muy simpática, y el bar es una especie de ‘club social’ donde estamos siempre los mismos. Tan club social es que, cuando el partido acaba tarde, o se alarga la tertulia post-partido, el dueño saca unos ceniceros y se permite fumar (pena que yo lo dejé hace 9 meses). Pero…
...Pero hay una cosa que me molesta bastante: que en estos eventos empieza a haber excesiva pasión… y se llega a exteriorizar demasiado.
Yo, por ejemplo, soy un aficionado tranquilo, me gusta el fútbol como espectáculo, disfruto viendo buen juego, buenos planteamientos, buenos detalles técnicos en los jugadores, buenos goles… y lo aprecio independientemente de quien lo ejecute. Cierto que me gusta que gane el Madrid, y el Oviedo… pero tengo la cabeza fría y, por ejemplo, critico si se hacen las cosas mal.
¡Horrendo pecado…! La gente es excesivamente visceral, y se enfadan por oir críticas contra ‘su’ equipo. Y no te digo nada cuando, el año pasado, dije que, como asturiano, prefería que no descendiese el Sporting de Gijón. Bueeeno… desde entonces tengo que aguantar las bromas de que no soy del Oviedo, sino del Sporting, que no puedo criticar, etc, etc.
Pues lo siento, pero yo no soy un aficionado ‘visceral’, sino racional. Vamos, que no me ciega la pasión, si una cosa es positiva, la aplaudo y si está mal… la critico. En otras palabras, que una cosa es ser partidario de un equipo… y otra que ese equipo (sus jugadores) tengan bula para que se les perdonen fallos clamorosos. Como digo a veces, yo de ‘mi’ equipo busco la excelencia, y si no lo hace excelentemente… no hay que condescender, sino que hay que exigírselo.
Pero en el fondo yo creo que es que a mi no me apasiona (en el sentido literal) el fútbol. Vamos, que me gusta el espectáculo, como me puede gustar el cine. Y en el cine mi objetivo es pasar un rato viendo algo agradable, yo no voy al cine a sufrir. Y, por lo tanto, no voy al fútbol a comulgar con ruedas de molino teniendo que tragarme fallos incuestionables… sin poder cabrearme, si son de ‘mi’ equipo. Un ejemplo típico:
- Pero… ¿no viste lo bien que lo hizo Benzema (o Marcelo, o Cristiano)…?
- A ver, vayamos por partes: remató y… ¿Fue gol?
- ¡No, pero pasó rozando el larguero…!
Bueno, pues como si lo hubiese rechazado el poste, o si hubiese salido cerca del banderín de córner: se incumplen las expectativas, el objetivo es meter gol, y no se ha conseguido. Así que hay que hacerlo mejor.
¿O no...?
Porque caramba, parece que en esta vida no se puede ser ‘liberal’, y tener criterio suficiente para aplaudir lo bueno y criticar lo malo. O pragmático. Aquí, todo es visceralidad, y ceguera pasional. Como pasa (otro buen ejemplo), en política...
Así que me estoy planteado sacarme un abono de ‘pay per view’ por la tele y ver los partidos desde mi casa, disfrutando relajadamente con mi whiskito o mi gin-tonic, sin necesidad de tener la obligación de aplaudir con las orejas a tu equipo, o tener que discutir (porque cabrea mantenerse callado ante comentarios ‘cerriles’) que si fue o no fue penalty, que si Fulanito, aunque haya fallado 5 goles cantados, jugó muy bien, etc, etc.
Que el ‘forofismo’ es mal compañero de mesa. ‘Aurea mediocritas’ (‘dorado término medio’) que decían los clásicos...
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