Tanto me he ‘zambullido’ en la recién inaugurada campaña estival, la de mi famoso ‘far niente’ que, para mantener ‘vivo’ el Blog voy a tener que empezar echando mano de alguna ‘serpiente de verano’, o sea a recurrir a escribir cosas intrascendentes, o insospechadas, un poco para cubrir las formas a fin de que, a falta de noticias que me impacten (o de ganas de meterme en berenjenales o, más sencillamente, por pura galbana...) no dejar pasar excesivo numero de días sin escribir algo en el Blog. Y me temo (al menos por sus comienzos…) que este verano en Llanes va a ser, desde el punto de vista de mi actividad bloguera, poco productivo. Bueno, en mi descargo… esto suele ser muy habitual por estas épocas. Las vacaciones, vamos...
Así que hoy me vino a la mente una vieja historia, con moraleja, que me parece interesante recopilar. Desconozco la fuente, que suelo ponerla, así que, en este caso, tendré que atribuirla a aquel famoso ‘Cide Hamete Benengeli’). Aunque a mi más bien ‘me suena’ a ‘pensador’ hispanoamericano.
Pues bien, la historia trata de una chica que se queja a su padre de que estaba cansada de luchar, porque (le decía) cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre la pidió que le acompañase a la cocina. Allí llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre el fuego. En uno colocó zanahorias, en otro unos huevos y en el último echó un par de cucharadas de café molido.
Tras hervir veinte minutos, el padre apagó el fuego, sacó las zanahorias y las colocó en un plato, sacó los huevos y los colocó en otro y, finalmente, coló el café en un tazón.
Mirando a su hija le dijo: “Querida, ¿qué ves?”
- ”Zanahorias, huevos y café”, fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro.
Finalmente le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Y entonces comenzó su lección: le explicó que aquellos tres elementos se habían enfrentado a la misma circunstancia, el agua hirviendo; pero habían reaccionado en forma muy diferente.
Así que hoy me vino a la mente una vieja historia, con moraleja, que me parece interesante recopilar. Desconozco la fuente, que suelo ponerla, así que, en este caso, tendré que atribuirla a aquel famoso ‘Cide Hamete Benengeli’). Aunque a mi más bien ‘me suena’ a ‘pensador’ hispanoamericano.
Pues bien, la historia trata de una chica que se queja a su padre de que estaba cansada de luchar, porque (le decía) cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre la pidió que le acompañase a la cocina. Allí llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre el fuego. En uno colocó zanahorias, en otro unos huevos y en el último echó un par de cucharadas de café molido.
Tras hervir veinte minutos, el padre apagó el fuego, sacó las zanahorias y las colocó en un plato, sacó los huevos y los colocó en otro y, finalmente, coló el café en un tazón.
Mirando a su hija le dijo: “Querida, ¿qué ves?”
- ”Zanahorias, huevos y café”, fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro.
Finalmente le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Y entonces comenzó su lección: le explicó que aquellos tres elementos se habían enfrentado a la misma circunstancia, el agua hirviendo; pero habían reaccionado en forma muy diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura... Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua bastante frágil, su fina cáscara protegía su interior líquido... Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
El café sin embargo era único; después de estar en agua hirviendo, seguía igual. Y era él quien había cambiado al agua.
El huevo había llegado al agua bastante frágil, su fina cáscara protegía su interior líquido... Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
El café sin embargo era único; después de estar en agua hirviendo, seguía igual. Y era él quien había cambiado al agua.
“¿Cual eres tú?” le preguntó a su hija.
¿Eres una zanahoria, que pareces fuerte, pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿O eres un huevo, que comienza con un interior flexible y fluido, pero después de verte afectada por un hecho significativo te vuelves dura y consistente?
¿O eres como el café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.
¿O eres un huevo, que comienza con un interior flexible y fluido, pero después de verte afectada por un hecho significativo te vuelves dura y consistente?
¿O eres como el café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.
Si quieres ser como el grano de café, que cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, entendiste el ejemplo… y la vida.
Porque -concluyó...- el ‘cómo serás en el mundo que te toca vivir’ dependerá de cómo te afectan los avatares de la vida.
Así que el cómo eres... solo depende de ti..
‘Gonito’, ¿no?
Porque -concluyó...- el ‘cómo serás en el mundo que te toca vivir’ dependerá de cómo te afectan los avatares de la vida.
Así que el cómo eres... solo depende de ti..
‘Gonito’, ¿no?
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