jueves, 1 de julio de 2021

Todos, todas, todes...

Menudo lío se está armando con la impulsión de la tramitación de la Ley Trans (Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Transgénero) que, francamente, siendo indiferente... no está dejando indiferente a nadie por lo esperpéntico de muchos criterios que pretende validar, por las sobre-actuaciones de la ‘ministra ministro ministre’ de Igualdad, por el cabreo de las feministas, por los privilegios de los que se quiere dotar a los LGTIB y, sobre todo, por el maldito postureo de esta Sociedad, capaz no solo de pervertir el raciocinio sino, además, es capaz de convertir en ‘trend topic’ cuestiones muy peregrinas.

Porque, vamos por partes: es irracional que un problema menor, como es la tendencia sexual íntima (o la elección de género), que es una cuestión, en todo caso, de índole personal, se convierta en un problema de estado, y nos encontremos, por ejemplo, con que los políticos del ‘stablishment’ europeo critican fuertemente al presidente de Hungría (llegando, incluso, a amenazar con expulsar a este pais de la U.E) por prohibir, por Ley, que se hable de la cultura LGTBI en las escuelas.

O que un estadio de fútbol, en el actual curso de la Fase Final de la Copa de Europa de Selecciones Nacionales, se vista con los colores arco iris, en homenaje al colectivo LGTBI.

Y ya, puestos a rizar el rizo, que en España el propio Gobierno tome partido por la promoción de esta ideología través de las propias Instituciones del Estado que, evidentemente, pertenecen al pueblo español, en su conjunto, y no a un colectivo. 

Ya lo hizo, en año pasado, con Correos, pero este año se ha superado ampliamente y ahora los mandos políticos actuales han involucrado… ¡A la Guardia Civil…!

Por cierto, parece ser que ya han retirado esa imagen del perfil, en twitter, de la Benemérita, tras cursarse varias querellas por prevaricación contra la directora (civil) de la Guardia Civil.

Postureo… y ganas de revolver y de involucrar con nimiedades a más del 99% de la población (parece ser que el problema del transgénero solo puede afectar al 0,3% de las personas). O ganas de politiquillos de perra y media de querer ser progres, incluso transcendentes… o simples narcisistas que se les sube el poder a la cabeza.

Yo tengo una opinión muy clara: entiendo perfectamente que en la especie humana pueda haber un mínimo colectivo ‘que pueda sufrir una desviación hormonal respecto a los niveles estandar de la especie’. Entiendo también que esto hace que puedan existir ‘hombres encerrados en un cuerpo de mujer’ y, viceversa, ‘mujeres encerradas en un cuerpo de hombre’. Y que esto solo es una desviación estadística, no una lacra. Y que tienen que tener todo el respeto, e igual consideración, que es resto de los seres humanos. Pero ni más... ni menos.

Pero por donde no paso, de ninguna manera, es por tres tópicos muy acentuados: Uno, por el tradicional consentimiento del exhibicionismo grosero de las gentes de ese colectivo. Otro, por aceptar como ‘politicamente correcto’ el supremacismo de los lobbies LGTBI (como el de otros lobbies ‘de género’) y, sobre todo, en tercer lugar... por tratar de convencernos que consideremos normal tanto que se promueva esta cultura transgénica, como que se pueda adoctrinar en las escuelas sobre ello. Por no hablar de los privilegios en el trato (incluso en materia de permisividad legal) respecto al resto de los mortales.

Hombre, y a propósito, hablemos también de las ridículas e incultas tentativas de promover ‘el lenguaje inclusivo integral’, que si empezó con el mantra feminista del ‘todos y todas’, ahora ya quieren hablar de ‘todos, todas y todes’… que no se donde puede acabar, van a faltar vocales porque seamos claros, es completamente distinto el género de un ‘hombre-mujer’ que el de una ‘mujer-hombre’.

Y es que también tengo muy claro que el muy progre (y de moda) deseo de diferenciación en el lenguaje (amigos y amigas, trabajadores y trabajadoras…) va a llevar, contra lo que piensan, a una mayor desigualdad, no ya por las Leyes de Género (claramente anticonstitucionales) sino porque marcan la diferenciación. Y, de ahí, pasaremos al corporativismo más egoista.

Así que centrémonos en este concepto: que cuánto más sencillo (y fluido) sería aceptar que todos somos seres humanos, y todos somos iguales, que el querer dividirnos en “humanos, humanas, humanes… y humanoes y humanaos”. 

Que, si se quiere en femenino, pues vale, no hay problema, todos somos personas (no personas, personos, persones…). Vamos que nadie discute que tenga que hablarse de artistas, artistos, artistes… o de dentistas, dentistos y dentistes.

Así que ya está bien de tonterías y demagogias, ínclita, inculta y podemita ‘ministra’ de Igualdad, doña Irene Montero: ‘todos’ somos todos, y punto. O va a acabar haciéndonos pensar que en Asturias tomamos leche transgénica… porque es que aquí ¿sabe usted? la obtenemos de ‘les vaques.

Y, dejando a un lado las bromas, háganme el favor, que eso de que la Ley Trans va a permitir que los niños de 12 y 13 puedan elegir su sexo… y cambiárselo a los 16 sin necesidad de permisos, pruebas psicológicas o testigos… es, simplemente, una aberración. Y el promocionarlo como derecho fundamental… aún mucho más.

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