Como la leche que llevo es de buena calidad -se dijo-, me pagarán buen precio por ella. De inmediato compraré un canasto de huevos, los incubaré y sacaré cien pollitos, que me rodearán en el estío. Venderé los cien pollitos -siguió pensando- y luego compraré un robusto lechoncito que cebaré con esmero y, cuando esté grande y gordito, lo venderé por buena suma de dinero. Luego compraré una vaca con un ternerito que correteará travieso por el campo, desde el monte a la cabaña...
Brincó de alegría, entusiasmada con estos pensamientos y, por desgracia, resbaló. Soltó el cántaro y éste ¡pum! se hizo trizas en el pavimento. ¡Pobre lechera!… ¡Adiós leche, dinero, huevos, pollitos, lechón, vaca y ternerito!
La imaginativa lechera miró desolada que la tierra absorbía el blanco líquido y que un perrito hambriento lamía complacido lo que aún quedaba en el suelo.
Y la fábula termina así:
Ya no habría nada de cuanto pensó. Todas sus ilusiones se habían esfumado en un instante.¡Oh, loca fantasía! ¡Qué hermosos palacios de cristal fabricas, insensata, en tu fecundo vuelo!
¿Por qué no moderaste, linda lecherita, tu desbordante alegría? ¿No imaginaste, siquiera por un momento, que saltando de alegría, al contemplar ilusionada tu nueva vida, se rompería tu esperanza? ¡Soñaste demasiado, lecherita ingenua, y por eso viste rotas tus más caras ilusiones!
MORALEJA: No anheles impaciente el bien futuro: mira que ni el presente está seguro.
Pero vamos a mirarlo desde el punto de vista actual porque... vaya mierda que éramos los españoles siglo XVIII… ¿Y esa fue la Época de la Ilustración…? Menuda actitud más negativa teníamos: esta niña era un emprendedora nata, su idea del negocio era muy clara, y tenía todos los visos de poderse llevar a cabo, y muy presumiblemente arreglarle la vida. Solo un contratiempo impidió arrancar el proceso.
Así que... ¿Qué historias son esas de paternalista condolencia… ‘Soñaste demasiado, lecherita ingenua...’? Esta chica merece otra oportunidad, el plan de negocio planeado era viable, y no siempre va a tropezar con la misma piedra. Y, en todo caso, la moraleja no debe ser la de las lamentaciones por la ilusión rota, sino la de que hay que luchar por conseguir los objetivos pretendidos, y no desanimarse ante cualquier adversidad.
En una palabra. el cuento tenía que continuar con nuestra protagonista yendo, la semana siguiente, con más leche, a aquel mercado, y esta vez estando atenta a los peligros. Vamos, que lo único que echo en falta es que hubiese creado un cuadro DAFO (Debilidades-Amenazas y Fortalezas-Oportunidades) para asegurarse alcanzar y desarrollar el Plan Estratégico planteado.
O, en todo caso, si tuviese un buen asesor, tras el incidente debería haber buscado obtener una compensación bien por ser una accidentada ‘in itinere’, bien presentando una demanda al ayuntamiento de turno por la no señalización de peligros potenciales en las vías peatonales de común uso. Y relanzar, reinvirtiendo lo obtenido, su proyecto
Así que, de esta forma... ¿Es, o no es, un cuento mucho más 'positivo'...?
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