La razón ‘oficial’ es que me lo pedía el cuerpo. Porque, rememorando aquello de que ‘cuando el grajo vuela bajo... hace un frío del carajo’, estos días ya no es que vuele bajo, es que va… caminando. Y que, como razón adicional, no me pareció buena la alternativa, evidentemente funcional, de tener una de esas gorrillas que tanto usa la gente en invierno, que siempre me parecieron de señorito de dehesa extremeña y que, para que queden bien, hay que tener pinta de señorito, es decir, ser alto, delgado y si es posible con la melenilla algo rizada... que no es el caso. Porque, caso contrario, te pareces más bien... al capataz de esa hipotética finca, claro.
El caso es que estoy feliz con mi ‘chapela’, que me parece una prenda que, sabiéndola llevar, tiene más ‘clase’. Clase de viejo español, claro. Y, por supuesto, cumple perfectamente su misión de mantener calentita mi 'despejada' cabeza.
Y decía lo de la ‘razón oficial’ porque no hago más que darle vueltas a un pensamiento: que, al comprármela, el frío solo ha sido la excusa y, en el fondo, terció un hecho psicológico para empujarme a hacerlo: y es que, tras la reciente muerte de mi hermano (y, hace algo menos de 3 años, la de mi madre), acabamos de desmontar y abandonar, definitivamente, nuestra casa de San Sebastián, de manera que, en estos momentos, he roto todos los puentes que me unían a esa ciudad, y a Vasconia, en general. Puentes internamente significativos porque, aunque nacido en Llanes, e hijo y nieto de asturianos, yo me eduqué en San Sebastián, cursé gran parte de mi carrera en Bilbao, pasé muchos años profesionales en el Pais Vasco, allí estaba la casa de mis padres… y de ahí conservaba muchas vivencias... independientemente de que siempre me consideré absolutamente asturiano.
Y digo yo que el hecho de comprarme la boina está ligado a querer conservar, inconscientemente o subliminarmente, algún recuerdo…
En fin, lo que sea, la cuestión de fondo es que mis contactos con una importante época de mi vida han quedado... reducidos a una boina.
Que, eso si, la llevo, por supuesto que solo cuando proceda, con cierto orgullo… y el hecho de calármela, cara al espejo, al salir de casa, es para mi una especie de rito.
E incluso me paso el día canturroneando aquello de
Que no somos de aquí,
que somos de Bilbau
y por eso llevamos
chapela a medio lau...
que somos de Bilbau
y por eso llevamos
chapela a medio lau...
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