Me refiero al circo futbolero, claro. Ya titulé una de mis primeras ‘entradas’ del blog hablando de fútbol, como ‘Panem et circenses’, así que, por no repetirlo, y como hoy también me apetece hablar de fútbol, habrá que decir eso de volver de nuevo al circo.
Y esta vez voy a lucubrar sobre los directores de pista, y las situaciones en que se encuentran, que condicionan tanto la marcha de un equipo como la suya propia.
Tres son los equipos de mis amores: El Real Madrid, el Real Oviedo y el Club Deportivo Lealtad de Villaviciosa. Por parte de madre tendría que decir que también el Sporting de Gijón, pero como hay una incompatibilidad manifesta… dejémoslo estar, y vamos a hablar de la dirección de los tres primeros.
El Madrid tiene de entrenador a Zinedine Zidane. Mi opinión personal es que ‘Zizu’ no da la talla. Es más, considero a Zidane como ‘el Mariano Rajoy’ del fútbol: inmovilista y poco amigo de aventuras, lento de reflejos, y excesivamente cauto (yo diría que para tapar sus carencias) en sus planteamientos, creo que se le ha caido ‘la flor en el culo’ con la que empezó su periplo. Y es que heredó un buen plantel de jugadores, que permitió que el equipo arrancase como campeón de la Champions, de la Supercopa y del Mundial de Clubs y que la gente piense que Zizu es un genio.
Pero el Madrid, últimamente, ‘no va’, y aunque sigue primero, con cierta ventaja, en la Liga, acaba de ser eliminado en la Copa y todavía tiene que afrontar una muy difícil eliminatoria de octavos de final en la Champions. ... y me temo que este año va a acabar ‘a cero’. Lo que significará su automática sustitución, claro.
El Oviedo está entrenado por otro antiguo jugador: Fernando Hierro. Despertó enormes expectativas entre la afición, que pensaba que con él seguro que se subía a Primera… pero la verdad es que su liga trascurre sin pena ni gloria (o con mucha pena y poca gloria, sufriendo grandes derrotas fuera de casa). Y solo hay una razón: que como entrenador es mediocre, o directamente, malo, porque solo un buen entrenador es capaz de sacar partido de jugadores vulgares, sabiéndoles posicionar bien, con una buena táctica, etc... y no es el caso.
Y es que estamos en lo de siempre: una cosa es haber sido un gran jugador… y otra el ser buen entrenador. Con el agravante de que Hierro ha venido a Oviedo con vitola de triunfador... pero desgraciadamente sospecho que solo ha venido a aprender, es una de sus primeras experiencias dirigiendo un equipo y es penoso verle, a estas alturas del campeonato, aún probando nuevos esquemas, sin saber claramente cómo enfocar los partidos aunque, eso si, todavía rodeado de un halo de héroe victorioso.
A mi, francamente, no me gustan nada sus planteamientos, y yo lo hubiese sustituido ya en Navidad. En resumen, Hierro tiene mucho que aprender aunque, siendo politiquero, no me extrañaría que acabase no como entrenador sino como director deportivo
Y vamos con el Lealtad de Villaviciosa. Hace cuatro o cinco años era un equipo de Tercera división, lleno de deudas, camino de desaparecer, con la directiva huida… y se hizo cargo del equipo un antiguo jugador, Pedrín Menéndez, que tenía plaza de conserje en el Polideportivo Municipal, donde dirigía la Escuela de fútbol del Lealtad, entrenando a niños de las categorías más bajas: benjamines, alevines, etc.
Y ya que nadie quería responsabilizarse del club, Pedro se embarcó en la aventura de presidir al Lealtad. Asesorado por viejos compañeros del fútbol, algunos hoy famosos, como el entrenador Marcelino García Toral, rodeado de sus amigos, y de las madres de sus alumnos en la escuela de fútbol, montó una joven directiva que, a base de imaginación y de mucho esfuerzo (y múltiples rifas, loterías, jornadas de apoyo, etc. en lo que destacaron mucho esas madres voluntarias), consiguieron primero, ir reduciendo la deuda y segundo, de casi desaparecer, y de casi descender a Categoría Regional… a ascender a Segunda B. Por cierto, no me extiendo, esta historia la cuenta perfectamente la propia referencia al Club Deportivo Lealtad de la Wikipedia.
Como, debo decirlo, me tocó apoyar a este equipo ya que el mayor de mis nietos era uno de esos ‘benjamines’ que empezó entrenando Pedrín, y mi hija una de las ‘voluntarias’ de la aventura, estoy muy orgulloso de ello. Tanto que, en la renovación de la Junta, le comenté a Pedrín que pensase si prefería seguir ‘hasta que lo acabasen echando’, o retirarse ahora y que dentro de unos años el campo de fútbol se llamase ‘Estadio Pedro Menéndez’. Pero ahí sigue… y este año el Lealtad no solo ya no lucha por no descender, sino que pelea por clasificarse para disputar, el próximo año, la Copa del Rey. Y da gusto ver su campo, ‘Les Caleyes’, a tope de vallas publicitarias, cuando hace unos pocos años solo se anunciaba sidra el Gaitero. Y mi nieto Luis ahí sigue, ya como cadete, a punto de pasar a juvenil, entrenado por Pedrín. (y espero que siga, como me pasó a mi, mientras los estudios no se lo impidan)
Bueno, acabo, que esto es lo que me apetecía escribir hoy: mis lucubraciones futbolísticas actuales sobre un entrenador igualico, igualico a Mariano Rajoy, otro que tiene pinta de ser un ídolo de barro… y una historia ejemplarizante, que merece la pena contar.
Tengo curiosidad por saber en qué va a quedar la cosa al final de esta temporada...
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