Esta semana estuve en Portugal. Concretamente en Lisboa, y alrededores. En mi vida, y en general por motivos profesionales, había conocido Francia, Inglaterra, Suecia, Alemania e Italia, pero no visitado a nuestra vecina tierra lusa. Me gustó el viaje y, como siempre, me sirvió para ampliar mis conocimientos en cosas curiosas.
Por ejemplo, que un café cortado se dice ‘um café pingado’, lo cual me parece excelente, porque en España pides un cortado y en muchos sitios te sirven ‘un café con leche pequeño’ cuando en realidad, debe ser eso: un café, con una pinga de leche. En asturianu... 'con una pingarata'.
También descubrí que así como, en nuestra tierra, Extremadura proviene de ‘en el (otro) extremo del Duero’, la famosa región del Alentejo, que por cierto ocupa casi un tercio de la superficie del pais, aunque solo contiene el 5% de la población, significa, literalmente, ‘más allá del Tajo’ (de além, o sea allende).
Y también descubrí Lisboa, que es muy original, con unos barrios antiguos interesantísimos y unas zonas modernas de muy alto nivel. Y, sobre todo, que Lisboa en una ciudad relativamente pequeña, en su casco urbano viven del orden de 550.000 personas… pero tiene una pobladísima área metropolitana, lo que hace que en el entorno de la capital vivan unos 3 millones de portugueses (es decir, entre 5 y 6 veces más que en el núcleo urbano, y casi un tercio de la población total de Portugal)… y los atascos diarios para entrar, salir, o atravesar ese Area, son realmente insoportables.
(Para centrar ideas, Madrid tiene una ‘capacidad’ de 3,1 millones de personas pero, en toda su área metropolitana, que incluye Madrid, Alcalá, Torrejón, Móstoles, Getafe, Alcobendas, Fuenlabrada…) solo viven menos del doble (hablamos, en total, de unos 5,5 millones de madrileños)… y ya son famosos sus atascos).
También conocí, como no, Fátima. Interesante. Creo que recibe más de 7 millones de peregrinos al año, lo que es una gran muestra de marketing eclesiástico, con un enfoque muy alejado de la humildad de Cova da Iria, que es la freguesia (en portugués, parroquia, pedanía…) de Fátima donde vivían los pastorcillos, y por supuesto de la capilla originalmente erigida donde las apariciones. A mi, personalmente, me gustan los dos hermanos Martos (Francisco y Jacinta) que fallecieron, muy niños, solo 2 o 3 años más tarde de dichas apariciones. Y debo anotar que es famosa la teoría de que Fátima es un ‘encuentro en la tercera fase’ y que tanto las primeras descripciones (que luego matizó la Iglesia, convirtiendo, por ejemplo un inicial ‘llevaba pantalones’ por un ‘de sus manos colgaba un rosario’) como el famoso milagro de los ‘giros del disco solar’, apuntan a ello.
(Curiosamente tiene muchos elementos en común con las apariciones, entre 1961 y 1965, en San Sebastián de Garabandal (en Puentenansa, muy cerca del Oriente de Asturias, que frecuento). Recuerdo vagamente el revuelo. La Iglesia nunca quiso promocionar este evento, a pesar de que duró 5 años y, al parecer, quedó bajo control de una organización norteamericana (¿los ‘hombres de negro’…?) que debió, incluso, llevarse a esas chicas. Por cierto que estoy viendo, mientras escribo, una presunta entrevista a una de las chicas, hecha hace bastantes años (claro, ahora deben tener más de 60...), donde habla con acento spaninglish y se dice que están en Long Island (New York). Por lo cual sospecho que el asunto está en manos de una secta de estas Neo-Iglesias americanas. Pero lo curioso del tema es que se habla del ‘Gran Milagro’ de Garabandal que ha de acontecer… el 13 de abril de 2017 o sea, dentro de unos días (el Jueves Santo de este año), así que… ‘permanezcan atentos a la pantalla...’)
Pero volvamos a Portugal. Un pais curioso, barato (cafés a 70 céntimos, menú del día, en Lisboa, a 6 o 7 euros)... pero el gasoil y la gasolina son unos 30 céntimos más caros, por litro, que en España. Parece ser que los portugueses viven machacados por impuestos y tasas, por aquello de los dos rescates que tuvo que hacerles la Comunidad Europea.
Interesantes, aparte de Lisboa, Sintra monumental, Obidos medieval (y con sus ‘chupitos’ de ginja (licor de guindas) servidos en copa de chocolate, que se comía detrás, por 1 euro), Cascais y Estoril, Setúbal y Sesimbra… pero todos con la misma impronta turística: veías por todas partes las manufacturas en corcho (faldas, bolsos, paraguas, zapatos, gorros, bolígrafos… qué pereza…) y ‘os pastéis de Bélem’ (del lisboeta barrio de Bélem) de los que, por supuesto, me traje ‘uma dúzia’ para los amigos, elaborados en la famosa pastelería que compró la receta al repostero del convento de los Jerónimos… hacia 1835.
Y una anécdota de un pueblo pesquero (Sesimbra): las mujeres aún usan 7 faldas, en recuerdo de una vieja costumbre de contar los días en que sus maridos estaban pescando en la mar, ya que se quitaban una por cada día que pasaba fuera.
Que no se yo si era para recordar cuándo marchó el marido, o para advertirle de que si no llegaba antes de una semana, allá él, porque iba a salir de casa... en bragas.
Una experiencia interesante (la de la visita a Portugal, no la de las señoras en bragas, claro)
No hay comentarios:
Publicar un comentario