Nacho es mi hermano pequeño. Murió este pasado 10 de diciembre, a los 60 años de edad. De una enfermedad poco estudiada, el síndrome de Hamman-Rich, una especie de fibrosis pulmonar que evoluciona rápidamente a insuficiencia respiratoria restrictiva. Había entrado en la UCI un mes antes, con un bloqueo renal y una infección generalizada, de los que se había repuesto, pero derivó hacia el desarrollo del síndrome, y no hubo nada que hacer.
Hablar de Nacho es hablar de una persona que vivió una vida cuando menos agitada: casado dos veces, emparejado varias más, ya a sus 19 años me tocó plantear a nuestros padres que había dejado embarazada a su novia, etc, etc. Se casó con Lola, tuvieron una hija guapísima, María, mi hermano empezó a ‘volar’… y se separaron. Lola marchó con María, rehizo su vida y María, hoy, es médico en Albacete. Mi madre, su abuela, siempre la quiso muchísimo, y fue quien mantuvo el nexo. Ambas estuvieron presentes, muy cariñosas, en el velatorio e incineración de Nacho.
De su segundo matrimonio solo queda Nachito. Ana y su otro hijo, Guillermo, desaparecieron de su vida, hundidos en el alcohol. El pequeño, Nachito, que creció libre, y solo, al final se acercó a su padre. Y le dió una nieta, Llara, con Henar. Vinieron desde Aberdeen para verle y enterrarle. Nacho (hijo) se ha convertido en todo un hombre. Ha vivido mucho y esta experiencia de enterrar a su padre le ha madurado definitivamente.
Tras sus matrimonios, mi hermano tuvo su etapa de importante éxito profesional, con Páginas Amarillas de Telefónica, donde entiendo que empezó su afición a la buena vida, y a desarrollar sus grandes dotes de simpatía y relaciones públicas. Aquello se truncó, salió emparejado con una secretaria, Elisa, con quien convivió varios años. Montaron un negocio que fue un fracaso y se fueron cada uno por su lado.
Pero bueno, me estoy enrollando demasiado. El caso es que mi hermano vuelve, arruinado, a San Sebastián, vive con nuestra madre, conoce a Lourdes (ella prefiere escribirlo como 'Lurdes') y se dedican en San Sebastián, en plan pareja ‘formal’, y en Llanes, cuando podían, con una gran pandilla de amigos, a disfrutar a tope.
Porque debo decir que mi hermano tenía un gran encanto personal, siempre era el más simpático, en más dicharachero, el más juerguista, el mejor ‘bon vivant’, el que, bien cocinando con mimo y sabiduría, bien armado con unos graciosos chistes, que contaba muy bien, o con una guitarra, animaba todas las veladas… y por tanto se convirtió en un gran personaje de la noche, muy querido por sus amigos… y sus amigas.
Por eso, presumiblemente, tras unos años, Lurdes y él también dejaron su idilio.
Pero, aunque ya sin convivir, siguieron siendo grandes amigos y, sinceramente, Lurdes tiene nuestro mayor cariño, porque se comportó como una verdadera santa en el mes que Nacho estuvo en la UCI, atendiéndole todos los días y ejerciendo, por decirlo así… de esposa. Por supuesto participó en todos los eventos funerarios y fue maravilloso ver como se trataban, y se emocionaban juntos, Lurdes, Nachito y Henar, Maria y Lola y, evidentemente, yo mismo.
Pero ahora el cuerpo me pide decir que, aunque los panegíricos son piezas literarias ‘de elogio enfático’... Nacho también merece algún fraternal ‘zasca’.
Y es que a sus encantos personales le acompañaba un alma de crápula, de irresponsable, o pasota, y de egoista, que los hermanos percibíamos claramente. Por eso, viviendo en casa de nuestra madre, que (la historia del hijo pródigo...) asumió gastar toda su fortuna en él, se desmadró con una vida disipada, levantándose por la tarde y acostándose de madrugada, alimentándose prácticamente de cerveza, etc.... y sobre todo, abandonándose. Sus hermanos (a estas alturas ya había tenido una operación de corazón, y estaba controlando un importante cáncer de próstata) siempre le dijimos que se cuidase, que asentase la cabeza, que se estabilizase con Lurdes, que iba a perder el último tren… pero él, que pasaba de todo, lo perdió. Y es que una buena amiga de ambos me lo dijo un día: ‘tu hermano es autodestructivo: no es capaz de mantener nada, todo lo acaba estropeando’.
Y claramente, fuese por egoísmo, o por falta de madurez, o por sus querencias a macho alfa exhibicionista (o, más bien, 'farolítico') y vago, o por lo que sea… esto es el retrato de su vida. De carácter enormemente parecido a nuestro padre, de joven… no supo,
como hizo éste, asentarse en sus responsabilidades para su familia y sus
hijos, y sacar adelante un proyecto vital... 'ortodoxo'. Por eso creo que al final, solo, tirado todo por la borda, relamiéndose las heridas, como un viejo león, se abandonó.
Acabo ya: una de las facetas de Nacho era su vena artística. Pasaba horas en su casa componiendo música, y canciones. Nunca estudió solfeo, pero al final manejaba bien el teclado electrónico. Lurdes también era muy aficionada y grabaron algunas cosas, por ejemplo felicitaciones de navidad, muy divertidas, fue famoso, en las fiestas, su ‘MariLurdes. MariLurdes...’ cedió un pasodoble al ‘Bando de San Roque’, que aún se toca, y buceando por Youtube se encuentran varias de sus actuaciones y grabaciones, que supongo quedarán en la nube, para quienes deseen tener más presente su recuerdo.
Yo me voy a quedar con una, bastante exótica y antigua, dedicada, evidentemente a Lurdes, que tituló ‘un calipso a tu lado’, que por supuesto se encuentra en Youtube, y que decía, mecido en un estupendo ritmo caribeño...
…
Ayer cenando yo me lo propuse
entre agridulces del viejo Vietmam
Y hoy he esperado a que vuelvan las luces
de la mañana y poderte cantar...
“Yo se que un día al Caribe
debemos ir
a bailar sobre la arena...”
Buen viaje, Nacho, porque seguro que vas allí. Y a ver si, dentro de muchos años, Lurdes puede encontrarte.
(Y, entretanto, yo me ratifico en dos cosas: una, en que el enterrar las cenizas, y no el cuerpo, te da cierta paz espiritual y es lo mejor para quedarte con el buen recuerdo de las personas. Y otra, que como vi a mi hermano horas antes de su fallecimiento y viví, con sus hijos, y Lurdes, la aceptación de acelerar la sedación para evitar su sufrimiento por respirar... en el cubo de la basura del cementerio quedó mi última cajetilla de tabaco y mi último mechero).
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