Hoy me ha llegado un email (tengo un amigo muy aficionado a esos
'circulos' y me suele seleccionar y mandar estupendas 'perlas' que merecen cierta reflexión), que
habla sobre esta conocida fábula de Félix María de Samaniego.
Si, hombre,
esa que empieza con aquello de...
Cantando, la Cigarra/ pasó el verano
entero,
sin hacer provisiones/ allá para el invierno...
Bueno, seamos precisos, el mérito de Samaniego (1745-1801) es el de recrearla para
los españolitos, porque un siglo antes fue también recreada por Jean de la
Fontaine (1621-1695), y digo recreada porque la fábula se atribuye a
Esopo (circa 600 a.C). La cuestión es que el hilo argumental es el
mismo... y tanto profundizaron las fábulas en el acervo cultural del pueblo llano que
seguro que todos conocemos la historia, y su moraleja.
Claro que, debo decir, el original de nuestros fabulistas no deja tan
claro eso de 'lo bueno y lo malo', a la Hormiga se la tacha
literalmente de 'codiciosa' y la Cigarra, en el fondo, lo único que
hacía es pedir un préstamo 'personal', cierto que sin aval
alguno...
No dudéis en prestarme, que fielmente prometo
pagaros
con ganancias, por el nombre que tengo
O sea, que bien pudiera quererse reflejar, en la fábula, las
prácticas bancarias, aunque no se bien cual serían estas, ni la
idiosincrasia del paisanaje, en aquellos tiempos de los siglos XVII y XVIII.
Pero, a lo que iba... ahora tenemos una versión española actualizada al siglo XXI. Falta versificarla, pero el esquema sinóptico es este:
"Una vez llegado el crudo invierno, tenemos a la Hormiga refugiada en su casita y 'enrocada' con
sus provisiones...
La Cigarra organiza una rueda de prensa en la que se pregunta por qué
la Hormiga tiene derecho a vivienda y comida, cuando hay otros, con
menos suerte que ella, que tienen frío y pasan hambre.
La televisión organiza un programa en vivo en el que sale la Cigarra
contando sus penurias, mientras se muestran extractos del video de la
Hormiga bien calentita en su casa, y con la mesa llena de comida.
Todo mundo se sorprende de que en un país próspero se deje sufrir a
la pobre Cigarra mientras hay otros que viven en la abundancia.
Asociaciones contra la Pobreza, y colectivos a favor de los Derechos
Humanos se manifiestan delante de la casa de la Hormiga y la
pintarrajean. También aparecen en escena algunas asociaciones
pro-homosexualidad, y grupos de izquierda con banderas republicanas.
Se escriben varios artículos en prensa insinuando que la Hormiga
se ha enriquecido a espaldas de la Cigarra e instando al público a
opinar en encuestas del tipo '¿es usted partidario de la
discriminación o de la igualdad?'
Debido a la creciente presión de los grupos parlamentarios de la
oposición, el Congreso se pronuncia a favor de redactar un Decreto
sobre la Igualdad Económica y una Ley Anti-discriminación.
Se propone elevar notoriamente los impuestos a la Hormiga y además
se abre una Comisión para investigar si pueden existir indicios
penales en la negativa a hacerse cargo, en invierno, de la Cigarra.
La Hormiga, decepcionada, hace sus maletas y se va a otras tierras
donde se reconozca que puede disfrutar libremente de los frutos de su
trabajo. Su casa se reconvierte en Albergue Social para Cigarras,
donde se espera que alguien llegue a donarles el alimento y los
recursos para sobrevivir dignamente.
Al gobierno se le reprocha no poner los medios necesarios. Se propone
otra Comisión pluripartidista y multidisciplinar para investigar,
fuera de nuestras fronteras, el 'estado de Arte' en las relaciones
Hormigas-Cigarras, y en paralelo de otras especies afines y/o
equiparables, a la que se dota de un presupuesto de 100 millones de
euros.
Entretanto la Cigarra fallece. Los medios de
comunicación vuelven a comentar el fracaso del gobierno para
corregir las desigualdades sociales y la injusticia.
Y la casa de la Hormiga, finalmente abandonada, es progresivamente okupada por insectos nacionales antisistema y por especímenes procedentes del
exterior del espacio Schengen.
Y todo por esto...
«Dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?».
«Yo», dijo la cigarra, «a todo pasajero
cantaba alegremente, sin cesar ni un momento».
«¡Hola! ¿con que cantabas... cuando yo andaba al remo?
Pues, ahora que yo como... baila, pese a tu cuerpo».
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