Pues si, porque pasa el tiempo y, la verdad, me siento muy poco frente al ordenador (mi querido ‘alter ego’) y, además, apenas fluyen por mi cabeza ideas más o menos originales para convertirlas en una ‘entrada’
interesante de Blog. Que estamos en verano, vamos. Así que echaré mano de mis ‘recursos reptilianos’ para dar un empujoncito a este que es mi ‘Popurrí de pensamientos y reflexiones personales... mayormente en plan informal y variopinto’.
Y hoy me acuerdo de ‘mi’ San Claudio. De ‘mi’ Fábrica de Loza de San Claudio, que he traído a colación aquí más de una vez y que tanto marcó mi vida (el año que viene se cumplen los 50 años de mi llegada (y afincamiento) en Oviedo… en la que aterricé como flamante ‘director de fábrica’ a punto de cumplir los 33 años).
Como seguramente habré contado, yo provenía del mundo del ‘consulting’, y no tenía la menor idea de aquellos procesos de fabricación, ni mucho menos de las técnicas cerámicas para ponerme a dirigir una fábrica de cerca de 600 trabajadores… y que debo decir que me enamoraron.
Porque, en realidad, mi ‘fichaje’ venía enmarcado en el cambio en la dirección de la empresa, con un nuevo gerente, José Vicente Fuente, hijo del histórico ‘Don José Fuente’, que pocos años antes había dado un radical golpe de timón con su idea de convertir una empresa enormemente tradicional, que fabricaba y vendía, mayoritariamente, ‘platos y tazones’, sin decorar, en una empresa que ‘añadiese valor’ a sus productos, abriéndose a la decoración de sus fabricados y, por ejemplo, al desarrollo de modelos de vajillas y juegos de café ‘de estricto estilo ingles’, que superasen a los famosos productos de ‘La Cartuja de Sevilla’. Como así fue...
Así que me incorporé para poner un poco de orden al reto que iniciaron mi vecino de despacho, el pintor Luis Fumamal, como director Artístico, y mis ‘jefe de Moldes y modelaje’, Isidro Estero y de fabricación, don Gilberto Pitcairn, un ceramista inglés, etc, de ir desplazando la producción baratera y masiva (‘producto en blanco’, y vajillas sencillas, decoradas ‘sobre cubierta, o sea, no resistentes al lavavajillas) por líneas más elaboradas… con mi único bagaje de mi experiencia profesional en consultoria.
O sea, de tratar de ‘aportar al beneficio’ incorporando sentido común y racionalidad en las decisiones. Aunque, desgraciadamente, me faltó una herramienta hoy imprescindible: un ordenador personal (que aún no existían) para poder verificar la bondad de las decisiones, incluso el conocimiento de ‘los escandallos’ o costes individualizados, pieza a pieza y decorado a decorado… que serían fundamentales ya que el precio de (por ejemplo) una vajilla, o de un juego de café dependía más de su ‘precio apreciado por el mercado’ que de sus reales precios de coste.
Y la primera que recuerdo fue el hacer un gran ‘cuadro de mando’ para controlar todos los aspectos productivos. Aquello que siempre digo de que 'con la información se llega al control' (y con el control, al poder, claro...).
Y la de poner orden en el problema del control de calidad… que era muy gordo. Veamos: Isidro Estero era, aparte del jefe de Modelaje, jefe de ‘Escogidos’ (había varios escogidos (examen visual de piezas, una a una) a lo largo del proceso y Jefe de Calidad. Era un andaluz ‘prusiano’ (o de cabeza cuadrada), de fuerte personalidad que, si la norma impuesta era de que ‘cualquier pieza con un defecto de calidad debería ser rechazada o, en su caso, remitida para su posible recuperación’… nos llenaba la fábrica de ‘terceras’, que luego avezados intermediarios (incluso gitanos) compraban a precio de saldo, y revendían, forrándose.
Y es que, además, se llevaba bastante mal con nuestro jefe de fabricación, el buenazo de Gilberto Pitcairn (un clásico inglés que tras muchos años en España, chapurreaba el español... y que en Stoke on Trent, en la zona de las 'Potteries', nos reimos muchjo con él porque, también, ya solo chapurreaba el inglés) y no le perdonaba ni una. Un desastre, vamos.
Total que tuve que, primero, torear con las personas, reajustar atribuciones y luego definir el concepto de ‘1ª calidad técnica’ (la pieza ‘perfecta’) y ‘1ª calidad comercial’ es decir redefinir los criterios de escogido para que ciertos defectillos que si, no hacían una pieza ‘perfecta’… pero el cliente las consideraba (y pagaba) como ‘buenas’… pasasen como ‘primeras’ y no al pallet de las ‘terceras’.
Y así la producción fluyó más rápida y se dejo de despilfarrar mucho dinero… haciendo que nuestro director comercial, Joaquín Ramos, también andaluz, y excelente persona, pero ‘de la vieja guardia’, y muy ‘especializado’ en el trato con intermediarios, y en el gitaneo y en traer dinero ‘vendiendo chollos’, dejase de traer ‘dinero fácil’ (y, evidentemente, escaso).
Otro gran hito, este ya posterior, fue el Cash & Carry, que yo propuse, y cuyo éxito fue evidente. También tuvo que ver con la gestión comercial, porque el mercado tradicional estaba en manos de intermediarios y las tarifas, en origen, quedaban muy condicionadas.
Y se trató simplemente de otra medida racional, acortar canales de distribución, vender directamente al público desde una tienda ‘en fábrica’, y hacerlo a precios muy razonables que nos dejaban un importante mejor margen. Claro, Joaquín (Ramos) montaba en cólera, porque los intermediarios del mercado local próximo se le echaron encima… pero fue tal el éxito que en los dos primeros meses vendimos lo que nos compraban estos intermediarios en todo el año... y con mucho más margen.
Y recuerdo también mis ‘evangelizaciones’ a mi amigo Luis Fumanal, tratando de compaginar el diseño artístico con el diseño industrial (es decir, el adecuar el diseño de un ‘artista’ a un mejor coste de fabricación, facilitando ésta (soperas y ensaladeras ‘a máquina’, decoración por calcomanías de ‘dejar caer’ en el plato, y no tener que ajustarlas a las ondas de los mismos, etc,etc…) que ya dije que, al final, el precio no lo fijaba el coste, sino el mercado, y a él había que ajustarse.
El caso es que ahora, en la distancia, estas son las aportaciones de las que más me acuerdo. Hombre, hubo otras, quizás la más importante fuese el novedoso (y muy exitoso) cambio de hornos ‘sin parar la producción’, que diseñé, sustituyendo los clásicos, y poco flexibles, par de hornos túnel continuos, y a gasoil (que teníamos que cargar ‘de inerte’, por el paso de una producción masiva de cerca de un millón de piezas (‘barateras’) al mes por otra, más selecta’, de unas 300.000), por dos parejas de hornos a gas, intermitentes y a llama libre, que encendíamos y usábamos ‘a demanda’, o mis peleas con el comité de empresa, mis relaciones con la administración asturiana y con ANFAPOL (la, ya desaparecida, asociación nacional de fabricantes de porcelana y loza) ,etc, pero me quedo con las indicadas aportaciones de racionalidad que nos permitieron (aunque malamente) subsistir más tiempo.
Claro que (esta era otra) nuestra empresa era ‘muy de amo’, y muy clásica, y la contabilidad no salía del ‘sancta sanctotum’, hasta el punto de que, como dije, trabajábamos a ciegas, sin información veraz de costes. Y,como dije, sin un mal ordenador personal para poder inferirlos con certeza...
Pero esto ya es otra historia, ya me estoy alargando y es hora de dejar esta ‘serpiente de verano’ que se me ha ocurrido parir hoy...
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